El hermano Víctor, O.H., conoce las intenciones ocultas de los cardenales
En las antiguas cartillas militares existía un epígrafe que rellenar sobre el valor del titular de la misma. La respuesta era siempre la misma: “Valor: se le supone”. Por principio creo que lo normal es suponer la buena voluntad de las personas y creer que la gente hace las cosas como debe de hacerlas mientras no se demuestre lo contrario.
Estamos a un tiro de piedra del comienzo del cónclave. En apenas unos días los ciento quince cardenales electores darán un nuevo pontífice a la Iglesia. No tengo nada que me haga pensar que todos y cada uno de ellos quieran otra cosa que no sea el bien de la Iglesia.
Puedo comprender que los no creyentes, los anticlericales, los anti iglesia emponzoñen lo que puedan y nos hablen de luchas de poder, deseos de medrar, intenciones ocultas y pagos de favores de toda índole. Es su papel. Lo que no puedo comprender es que un religioso se atreva a decir públicamente que “hay cardenales que están pensando quieren ser papas por el poder”.

En cuatro o en ocho, pero en definitiva en no demasiado tiempo. Levantar una parroquia es tarea ardua y que lleva su tiempo. Cargársela lo hace cualquiera y en un santiamén. Les doy unas pistas – consejos a sacerdotes que quieran acabar con una parroquia medio normal, que seguro que mis lectores completarán con sus propias experiencias.
Todavía te encuentras con algún católico de buena voluntad que ante el desencanto con la política en general, y con los dos partidos mayoritarios en particular, te dice que se está planteando para las próximas votar a Unión, progreso y democracia, el partido de Rosa Díez.