Sor Lucía Caram se reconcilia con el papa
Si en algo estamos de acuerdo todos es que sor Lucía Caram, como la España de Fraga, “es diferente”. Un día se encontró con un micrófono en la mano y unos palmeros que jaleaban sus ocurrencias y desde entonces no ha dejado de hacer méritos para estar cada día en el “candelabro” mediático, sin importarle a costa de qué.
Una monja normal que rece y transmita convencimiento de su vida interesa muy poco por no decir nada. Lo que a la gente le va es el morbo de una reverenda soltando soplamocos a la doctrina y haciéndose la “insertada” en el mundo a base de gracietas y disparates. Es el precio que hay que pagar por estar en la cresta de la información.

En el pueblo de Rafaela nunca pasaba nada. Lo más novedoso algún veraneante despistado entre semana, una ocurrencia del señor alcalde, el sermón del párroco la semana pasada que duró algún minuto más de lo habitual en el pueblo y la María que anda pintando la casa. Todo igual. Las mujeres a la compra, algún hombre en el bar, los chiquillos en el colegio y un coche de una empresa qué vendrá a arreglar algo. 