La obsesión enfermiza con Rouco de Religión Digital
Nadie es perfecto. Ni un obispo, un párroco, un padre de familia o un empleado de correos y telégrafos. Todos sujetos a crítica, y cuanto más público el personaje, más. Pero vamos a convenir que una cosa es la crítica, y otra la fijación y el ensañamiento. Y eso es lo que vengo observando desde hace tiempo en Religión Digital, que hoy ha decidido caer todo lo bajo que se puede. Porque hace falta ser rastrero para tratar de sacudir una bofetada al cardenal de Madrid sacando a la luz una supuesta carta de un sacerdote fallecido de cáncer hace nueve años.
Vaya por delante que no tengo nada que agradecer especialmente al cardenal Rouco, más que el haberme acogido como sacerdote en la diócesis, que no es cualquier cosa, y su afecto y cuidado de pastor. Para nada soy ningún niño bonito. Él me nombró párroco de dos pueblos en los que estuve solo nueve años y de ahí me trajo a una parroquia sin templo, sin casa, sin nada, para ponerla en marcha. Feliz de hacerlo, por cierto.

Las parroquias van desarrollando su labor pastoral gracias a tantos y tantos voluntarios. Una suerte contar con ellos, pero un peligro si no sabemos mantener las cosas en su justo lugar.
El final del evangelio de hoy es de los que puede llevar a la demagogia y ponerse en plan cantamañanas: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Qué gran tentación la de volver a repetir esa barbaridad de que el dinero es malo, nefasto, una desgracia y volver a lo de los pajaritos del campo, que se alimentan solo de lo que Dios les da (por eso tienen las patitas tan gordas, decía un paisano socarrón).