Razones para asistir a una parroquia u otra
Cuando uno vive en un pueblo sin más que su parroquia, no lo tiene fácil para poder elegir alternativas. En las ciudades la cosa es muy diferente. Aunque vivas en el extrarradio, como es nuestro caso, caminando encuentras una parroquia a pocos minutos de tu domicilio. En el centro, entre parroquias, iglesias abiertas al culto, conventos… donde quieras y como quieras.
Cada parroquia tiene adjudicado un territorio concreto al que no queda más remedio que atenerse para algunas cuestiones que tocan lo administrativo. Para otras, sobre todo asistencia a misa, confesiones, formación… cada cual es libre de ir donde le plazca.
¿Las razones? Supongo que cada cual tiene las suyas. Pero si me atrevería a preguntar, por la cosa de ir mejorando lo que se pueda, qué cosas son las que más valoramos a la hora de asistir a una parroquia u otra.
Las que sean, aunque parezcan una bobada, aunque creamos que son nimiedades. Les agradecería mucho sus respuestas. A veces los curas y los consejos parroquiales andamos pensando en liturgias solemnes con dieciocho moniciones y a lo mejor lo que buscan es algo tan simple como puntualidad tanto para empezar como para terminar las misas.

En Ajalvir, un pueblito cercano a Madrid, existe un milagro patente que se llama
Los progres no opinan: pontifican. Los progres no expresan su pensamiento: dictan axiomas. Y ya se sabe que un axioma es una verdad por sí misma que no necesita ser demostrada ni explicada. Las cosas son así porque las digo yo y punto. Y si te atreves a decir que no estás de acuerdo es que eres un fascista, un retrógrado, cavernícola, con, neocon, ultramontano e infocatólico.
Conozco, supongo que todos conocemos, a personas que han perdido la fe. En otro tiempo fervorosos, militantes, con una vida ejemplar en muchos casos, gente de “iglesia” de siempre, practicantes habituales. Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas que llevaron su vida cristiana y su vocación específica con dignidad y que al cabo de los años dejaron todo para acabar instalados en un cómodo agnosticismo y la negación de lo que había sido el motor de su vida.
Mientras servidor fue cura de pueblo la cosa ni se planteaba. Seis misas el fin de semana que celebraba un servidor sin demasiados problemas, aparte bodas, bautizos y entierros. Poco que elegir. Daba igual asistir el sábado a las 20 h., el domingo a las 11 o a las 13, que los bautizos, la boda o el funeral. Siempre D. Jorge.