Mirar a Dios cara a cara
Cada vez con más frecuencia impongo a la gente que acude a confesarse conmigo la penitencia de hacer un rato de oración en la capilla de la adoración perpetua que, por cierto, para los incrédulos, sigue abierta después de año y medio.
No suelo poner límite de tiempo para ese rato de oración ni otras exigencias. Sólo una cosa pido expresamente: que la oración se haga mirando al Señor cara a cara.
Me he dado cuenta de que demasiadas veces hacemos la oración con la cabeza baja, bien porque estamos haciendo lectura espiritual o meditación con la ayuda de algún libro, bien por un sentimiento de humildad ante Dios que nos lleva a bajar la cabeza ante Él.

Posiblemente o no lo he comprendido bien o la redacción adolece de precisión, porque la entrevista que leí ayer a
Cáritas viene arrastrando desde hace algunos años un serio problema de identidad católica, aunque algo se va superando. Más aún, Cáritas vive un claro complejo de confesionalidad que le lleva a vivir su realidad como algo vergonzoso que se hace necesario disimular y diluir.
Servidor tiene sus devociones por lo eclesiástico, San José por ejemplo, y tiene sus devociones por lo civil. Si se trata de devociones farmacológicas, la aspirina, y si comerciales, El Corte Inglés y las tiendas de chinos.





