Historias del economato: un matrimonio honrado
Manuel anda por los cuarenta y cinco años. María, su esposa, alguno menos. Dos chavales y el drama del paro que los tiene agarrados desde hace dos años. Desde hace seis meses, usuarios del economato.
Hace unos días han venido a verme. Todo muy sencillito:
- Que venimos a entregar la tarjeta del economato. Estamos muy agradecidos, pero es que, verá usted, a mi señora le ha salido una casita para echar horas, y aunque yo sigo en paro, con eso nos podemos apañar y hemos pensado que otras familias estarán peor y que mejor la tarjeta para ellos.
- Pero bueno, con solo unas horitas no os alcanzará, seguid con la tarjeta al menos este trimestre y luego ya vamos viendo.
Lo tenían más que claro. Pobres ellos mismos, saben perfectamente lo que es vivir en la nada y prefieren que otros disfruten de esa pequeña ayuda. Ya se sabe. La gente, cuanto más pobre, más generosa, más desprendida, más solidaria, más piensa en los demás que en ellos mismos.


Este domingo tenemos fiesta en la parroquia. El lunes la iglesia celebra la memoria de la beata María Ana Mogas, titular de la parroquia, y se nos ha concedido la licencia necesaria para trasladar la fiesta litúrgica al domingo para mayor provecho de la feligresía.
Recuerdo hace años un precioso artículo de José Luis Martín Descalzo en el que preguntaba a la gente si cuidaban de sus curas. Me he acordado de esto porque hace unos días, hablando con unos feligreses, se referían a mis compañeros sacerdotes de la parroquia como “ese jovencito que acaba de llegar” y “ese otro que parece sudamericano”.
Daría algo por encontrar aquel cartel. No recuerdo la imagen, pero sí perfectamente la frase que acompañaba: “No quieras que todos sean como tú. Con uno como tú tenemos bastante”.





