Orgullo gay: se echa en falta una palabra
En estos días de madrileño jolgorio color arco iris, uno no va a perder la oportunidad de recordar algunas cosas a sus siempre pacientes lectores.
Lo primero reconocer el hecho de que siempre se han dado casos de hombres y mujeres con tendencias homosexuales, es decir, que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo. Eso es un hecho de explicación aún no definitiva, con teorías sobre sus causas muy dispares. Así lo recoge la doctrina de la Iglesia en el catecismo, número 2358: “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.

Con perdón, sin ofender, todos hermanos, perdón… pero estoy un poco hartito de la noticia de la supuesta agresión a dos homosexuales por parte de un grupito neonazi. Una agresión tan horrible que consistió en que realizaron gestos nazis, escupieron y llegaron a golpear a las víctimas de la agresión, aunque no constan lesiones.
Una de las cosas en que más se nos insistía en el colegio era que preguntásemos todo lo que no estuviera claro o no llegásemos a entender. Incluso el maestro, a veces, ante alguna cuestión especial, era él el que preguntaba: ¡Fulanito! ¿Qué he querido decir? No lo sé, D. Mengano. ¿Y si no lo has entendido por qué no preguntas? Con un poco de suerte hasta te caía algún castigo. Preguntar, preguntar y preguntar.