Lo que sea, pero que lo digan claro
Tengo un buen amigo, de excelente formación y derroche de sentido común, a quien debo esta frase. Su teoría es que si en el Vaticano, el papa, el concilio, quien sea, deciden que algunas cosas sabidas de siempre no son verdad, o hay que cambiarlas, o vivirlas o celebrarlas de forma diametralmente opuesta, pues que lo digan y lo digan con claridad, y los demás haremos lo que nos parezca más oportuno.
Un ejemplo. Ya sabemos todos la valoración moral que la doctrina de la Iglesia da a las relaciones íntimas entre personas del mismo sexo. De siempre. Que son objetivamente desordenadas, que quien las practica comete pecado mortal y está impedido, en consecuencia, de acercarse a recibir la eucaristía. O que faltar libremente a la misa dominical es pecado mortal e impide el acceso a la comunión eucarística. Tanto en una caso como en el otro, de siempre.

El belén es lo que es desde tiempos de san Francisco de Asís. Es la representación plástica del nacimiento del Hijo de Dios. El belén o nacimiento, que decimos por ejemplo en mis pueblos, no necesita nada más. Ya saben: el portal con María, José y el niño acompañados por la mula y el buey, el ángel anunciando a los pastores, los pastores que adoran, los reyes magos, y, si acaso, al fondo, el castillo de Herodes.
No es fácil la vida pastoral en pueblos mínimos y uno anda todo el día rebuscando a ver por dónde ir. Claramente, los grupos de pastoral como se han venido entendiendo en parroquias grandes, especialmente de ciudades, aquí no funcionan. Nos conocemos, se conocen, desde los bisabuelos, y lo de escuchar pues vale, pero decir lo que me parece, aunque sea lo más mínimo, nada de nada. Abundando en esto, si viene Fulanita, no va Menganita, y si viene Zutano no aparecerán los de la familia de los Perenganos. Es que tuvieron líos cuando la herencia de la tía Juana y casi no se hablan.
Entiendo que cuando uno es cardenal tenga que tragarse sus sapos y vender la burra que ponen en sus manos. Lo entiendo. El cardenal Kasper es cardenal de la santa madre Iglesia y uno entiende que por una mala entendida fidelidad institucional pretenda vendernos un animalejo que apenas se sostiene en pie y con unas mataduras que no las tapa ni la mejor de las mantas. Si hay que vender la burra, se vende, que siempre quedará algún ignorante que se la lleve pensando que compró una pollina de bandera.
Nunca pensé que se pudieran decir y ver tantas sandeces con motivo de esto del clima. Anda que lo de la niña – joven Greta no tiene guasa y cuento. No sé cuántos días metida en un catamarán, luego tren y en Madrid exigiendo coches únicamente eléctricos. Con dieciséis años esta niña ni trabaja ni estudia. De profesión, activista. De inicio, símbolo. De final, muy posiblemente un juguete roto más. Y no me vengan con que todos somos culpables porque no cuela.