Ojo con ese cura
Hace ahora un año del cambio de párroco en la parroquia de Conchita y Fede, un matrimonio conocido de hace años y muy colaboradores en su comunidad, hasta el punto de estar los dos metidos en los consejos parroquiales. Recuerdo que les pregunté por el nuevo cura y no me gustó su cara.
¿Sabes? Ya hemos tenido la primera reunión del consejo para presentarse. Y no nos gusta. Ha comenzado diciendo que lo importante es que podamos expresar libremente lo que pensamos y sentimos, que desea que le digamos a la cara lo que sea, que critiquemos sus decisiones, que si somos hermanos entre nosotros ha de haber confianza y una transparencia total. Vamos, un cura para no fiarte. La confianza, me decían, no se pide. Se regala, se conquista.

Es que se ríen de nosotros, nos hacen pipí en la boca y se lo agradecemos como si fuera champán francés.
Ocurrencias de un servidor en tiempos de coronavirus. La verdad es que han sido semanas terroríficas. Ahora ya vamos asomando la patita fuera de casa y cualquier pequeña libertad que se nos concede es un alivio enorme.
Yo sé que reivindicar hoy los catecismos de Astete y Ripalda o simplemente los catecismos nacionales de primer y segundo grado que se estudiaban en España te convierten en católico despreciable y sin posibilidad de reconversión. Habida cuenta de que ya cuento con ello, al asunto me lanzo.





