La librería capuchina de Jesús de Medinaceli con banderitas arco iris
Ayer me llegaba la foto que ustedes pueden contemplar. Difusora bíblica franciscana. Tienda ubicada en los locales de la Basílica de Jesús de Medinaceli. Dos banderas del orgullo gay bien visibles. Creí que era una broma, un montaje. Gente de mi total confianza hizo una llamada a la parroquia y a la librería. No. No es ningún montaje. Las banderas están colocadas “porque para Jesús todos somos iguales y él no discrimina a nadie”. Palabras textuales de la persona que atendió el teléfono.
Esa respuesta es una simpleza y, además, mentir con toda desvergüenza. Simpleza porque eso de que ante Dios todos somos iguales es más viejo que la tos. Simpleza porque eso de que a nadie se discrimina, y en concreto por sus inclinaciones homosexuales, lo dice el catecismo de la iglesia católica, que se supone se venderá en la librería, que aquí parece que acabamos de inventar la pólvora. No hace falta poner banderitas. Basta con leer el catecismo, que, por cierto, no da calambre.

En estos días de madrileño jolgorio color arco iris, uno no va a perder la oportunidad de recordar algunas cosas a sus siempre pacientes lectores.
Con perdón, sin ofender, todos hermanos, perdón… pero estoy un poco hartito de la noticia de la supuesta agresión a dos homosexuales por parte de un grupito neonazi. Una agresión tan horrible que consistió en que realizaron gestos nazis, escupieron y llegaron a golpear a las víctimas de la agresión, aunque no constan lesiones.
Una de las cosas en que más se nos insistía en el colegio era que preguntásemos todo lo que no estuviera claro o no llegásemos a entender. Incluso el maestro, a veces, ante alguna cuestión especial, era él el que preguntaba: ¡Fulanito! ¿Qué he querido decir? No lo sé, D. Mengano. ¿Y si no lo has entendido por qué no preguntas? Con un poco de suerte hasta te caía algún castigo. Preguntar, preguntar y preguntar.