Me ha gustado mucho un cartel de Cáritas Madrid
Que soy crítico con Cáritas, lo saben. Cáritas me parece una extraordinaria institución con una labor del todo encomiable en favor de las personas económica y socialmente más desfavorecidas. Llevo toda mi vida de sacerdote trabajando y colaborando con Cáritas.
¿Entonces cuál es el problema? El problema que un servidor ve en Cáritas, es la impresión de que, siendo el mejor escaparate de la Iglesia hoy, nos dé como una cierta vergüenza mostrarnos como creyentes y nos sintamos más cómodos como una ONG más. Insisto, impresiones. Desde luego un servidor quisiera campañas de Cáritas mucho más directamente confesionales.

Es así. Hay mucha gente de iglesia, curas, religiosos y religiosas, laicos y laicas, jóvenes y jóvenas… expertos en labrarse un prestigio a base de vender humo, epatar con la nada, comprometerse consigo mismos y todo con la apariencia de la más profunda espiritualidad y la más madura de las opciones evangélicas.
A los curas, como a los obispos, nos cuesta mucho trabajo decir no. Lo más sencillo es dejar que la gente haga, que los curas hagan, dar palmadas en la espalda, todos buenos y nunca pasa nada. A los obispos, como a los curas, lo que nos resulta más sencillo es animar, alentar, repartir sonrisas, todo bien, ánimo, porque esto nos lleva a ser considerados por la gente como pastores buenos, simpáticos, agradables, comprensivos y todas esas cosas.
No está nada clara la cosa. Uno no sabe muy bien si la prudencia no pueda disfrazar la pusilanimidad, o si la cobardía y el temor no santo preferimos disfrazarlas de prudencia evangélica. O si la que llamamos prudencia no es más que pura comodidad y ganas de no complicarnos la vida.





