Enterrar a los muertos. Esta mañana, además de las misas, entierro
Esta mañana, domingo de ramos, he celebrado tres misas con su correspondiente bendición de ramos en cada una de ellas. Además, he presidido a primera hora de la mañana el entierro de un vecino. Cosas normales.
Si a todos los sacerdotes nos toca acompañar cristianamente el hecho de la muerte, hacerlo en un pueblo tiene sus peculiaridades. En las ciudades la muerte supone atender al enfermo en casa o el hospital, acudir al tanatorio en algunos casos y acompañar al cementerio si la familia lo pide expresamente y, posteriormente celebrar el funeral en el templo parroquial, al que acuden familiares y amigos.

Por supuesto que esto no es un blog de política y mucho menos de políticos, aunque tendrán que reconocerme que hasta de la política aprende uno cosas para la vida, los principios y hasta la fe.
De cuando en cuando les voy contando mis avatares por estos pueblos de Dios. Estoy bien y contento, y haciendo lo que buenamente se puede.
Hoy es para mí una mañana triste. Triste porque quiero a mi Iglesia y me duele mi Iglesia, y estos días de atrás, especialmente el de ayer, son de esos que te dejan tocado.
Es lo que siempre ha habido y sigue habiendo. Parto de mí mismo. Parto del hecho de que nos encantan los palmeros y nos rodeamos de palmeros, mientras que dejamos de escuchar toda voz medianamente crítica a la que tachamos de mala voluntad.





