Bautizos individuales o en grupo
Qué quieren que les diga, pues que todo depende…
Durante años he mantanido días y horas fijos para los bautizos. La ventaja fundamental es la de poder organizarte sobre todo en caso de parroquias con un número muy abundante de niños. Cuando al año se tienen cientos y cientos no es posible adaptarse a las circunstancias y necesidades de cada familia. Es verdad que, en teoría, se subraya el aspecto comunitario del sacramento, pero solo en teoría. En la practica es un follón de niños, padres, padrinos, primitos y abuelos que difícilmente permite una celebración medio decente.

Siempre decía a mis compañeros curas de la parroquia que uno, ante cualquier cuestión que se pudiera plantear, debía pensar criterios y no salir del paso con ocurrencias puntuales. Por ejemplo, el típico caso de los hermanitos que se llevan apenas un año y los padres quieren que hagan la primera comunión juntos. ¿Qué hacemos en esos casos? ¿Lo prohibimos, lo permitimos en qué condiciones, con que criterios? Y a partir de ahí todos iguales. Eso se llama tener un criterio para un asunto, criterio que se explica y se aplica a todos los casos iguales. Lo que nos deja desarmados y a los pies de los caballos es dar una solución a cada persona, a cada familia, porque eso puede sonar a pura arbitrariedad y favoritismo. Y no es bueno.
Hace unas semanas, preparando los ejercicios espirituales que dirigí a un grupo de sacerdotes de la diócesis de Lugo, pregunté al delegado de clero, D. Miguel Asorey, si estaba interesado en que planteara alguna cosa especial, algún tema que pudiera parecer interesante o necesario para los sacerdotes que pudieran acudir. D. Miguel solo me pidió una cosa: aquí, me dijo, prácticamente todos somos párrocos de pueblos y aldeas y a veces nos cansamos. Necesitamos que nos animes…
Estamos llegando a un momento en que eso de desayunarnos cada día con una sorpresa se nos queda corto. Qué digo desayunar. Esto parece la medicación del crónico: sorpresa con desayuno, comida y cena, susto con el aperitivo y pasmo en la merienda. Lo de nuestra santa madre Iglesia es un sin vivir.
El señor Mariano, aunque jamás lo reconocerá, hace tiempo que dejó de ser católico. Es verdad que de niño aprendió el catecismo y hasta se planteó una posible vocación sacerdotal. Fue un hombre piadoso, de misa dominical, confesión alguna vez y sus rezos de siempre. Es decir, que era un hombre católico. Pecador, sí, pero católico.