La cuarentena de Socio
No. No son días para peleas, reivindicaciones ni andar colgándose medallas. Para eso ya tenemos a los políticos. Son días para vivirlos en serenidad, oración, presencia de Dios y mucha paz. Días para la solidaridad con tantos enfermos, con las familias que están perdiendo a los suyos, con los hermanos sacerdotes que se han visto contagiados.
Socio está en cuarentena. Ni va a padecer la enfermedad ni pude contagiarla, pero la padece resignado con su amo. La verdad es que, en principio, apenas debería notar diferencia alguna, ya que estamos en casa y sale al jardín de la casa parroquial como siempre, pero sabe que algo no va bien. No me digan por qué, pero lo sabe.
Básicamente duerme, pero me ayuda en algunas cosas. Si salgo a tender la ropa, me acompaña. Si me acerco a la leñera a por unos troncos para animar la chimenea, siempre se viene conmigo. De paso, aprovechamos para jugar un rato a la pelota. No hay nada que le guste más, y si le doy la oportunidad de rematar de cabeza, ya es lo máximo.

Estando en mi parroquia de la Beata María Ana Mogas, en Tres Olivos, en Madrid, mis feligreses se echaban a temblar en cuanto me escuchaban decir: “el caso es que se me estaba ocurriendo…” Es más, algunos, en plan de broma, hay me decían que no más de dos ocurrencias al año.
Hoy celebra su gran día nuestra parroquia virtual de San José de la Sierra. Lo hacemos de un modo extraordinario, puesto que la crisis sanitaria, ya a nivel mundial, nos obliga a una permanente reclusión.
Cada uno de los sacerdotes estamos viviendo estas excepcionales circunstancias de forma muy diversa. Mi reconocimiento muy especial a los compañeros capellanes de hospitales y tanatorios y también a aquellos que están sufriendo esta epidemia en zonas de especial incidencia. Su trabajo, al igual que el de tanta gente en mil lugares, es realmente heroico.
Ya ven. Y yo que me creía que la misa de hoy iba a ser en absoluta soledad. Ni mucho menos. Al revés. Todo lo contrario.