Qué se puede hacer en Lugo
Recién llegado a casa después de cinco días dirigiendo ejercicios espirituales a un grupo de once sacerdotes de la diócesis de Lugo. Espero que les hayan servido para su bien.
El planteamiento fue simple. Desde el primer momento les hablé de que lo más importante para un sacerdote no es su trabajo y la programación de actividades, sino su propia vida, y que a eso iba a dedicar esencialmente los ejercicios. Unos ejercicios para orar, leer, descansar y fomentar la fraternidad y la vida sacerdotal. Comencé planteado la necesidad de que el sacerdote se cuide mucho en su vida espiritual y hasta física, para continuar por la llamada tan especial a la santidad que hemos recibido. Quise que una de las pláticas estuviese centrada en la adoración eucarística y acabé con una meditación que quizá cuelgue en la red un día de estos y que titule “Privilegio de ser cura de pueblo”.

Mi costumbre es escribir tres o cuatro veces por semana cuando menos. Y mis lectores, que ya saben de esa costumbre, buena o mala según, si de repente me ven inactivo una semana entera son capaces de barruntar cualquier inconveniencia, inconveniente o imposibilitante. Por eso prefiero contar lo que pasa.
Si me lee algún antiguo compañero agustino, recordará sin duda al P. Ramiro Fincias. Le gustaba echar su partidita de vez en cuando y no se le daba mal el mus. Para los que no lo conocen, digamos, simplemente, que es un juego de apuestas, no de dinero, sino de puntos. Ante la apuesta de un jugador, se puede aceptar, declinar o responder aumentando la cantidad. Cuando el P. Ramiro aumentaba la apuesta y el otro se echaba atrás, su expresión, que no sé de dónde la habría sacado, era “se ha aciruelado”.