La palia
Esto es ya para nota. De los objetos litúrgicos que utilizamos para celebrar la santa misa, los hay que no ofrecen especiales dudas de identificación para el común de los fieles que asisten a las celebraciones. Palabras como cáliz, patena o vinajeras (vinagregas dicen a veces los monaguillos) son de uso bastante común y no suelen tener mayores complicaciones.
Otra cosa es si nos metemos en otros berenjenales como píxide, manutergio, viril, fístula o palia. Pero ahí están y su sentido tienen o tenían.

A nadie le importa. Al menos en teoría. Todos qué digo libres, libérrimos ante lo que los demás digan, opinen, piensen o critiquen. Hemos hecho nuestra la canción de Alaska y vamos por calles y plazas, templos y sacristías, curias provinciales y episcopales repitiendo el estribillo: “¿a quien le importa lo que yo haga? ¿a quien le importa lo que yo diga?” Y ahora van ustedes y se lo creen.
Es cansado escribir y vivir contra corriente. El caso es que todos proclamarán y afirmarán con la mejor sonrisa que, por fin, hemos llegado a la libertad, la solidaridad, el nuevo paradigma, la conquista de la liberté, égalité, fraternité. Pobre de aquel que ose afirmar lo contrario. Será tachado por todos los medios, absolutamente todos, por lo civil y por lo eclesiástico, de troglodita, insolidario, fascista, sobre todo facha, y, en lo religioso de ultra conservador, cosa que me trae bastante perplejo, ya que para empezar no sé qué cosa sea lo de progresista, moderado, conservador y ultraconservador, ni los matices que tales adjetivos conllevan.





