De Cáritas, charcos, callos y cabrear al personal
He dicho en ocasiones, siempre que ha surgido la posibilidad, que Cáritas tiene una base de voluntarios excepcional. Durante años fui coordinador de Cáritas de arciprestazgo en Madrid y todo lo que vi en las personas colaboradoras de Cáritas no puede ser más positivo: generosidad, entrega, dedicación… Lo que sea. Su único problema ser, espero que se me entienda bien, “demasiado buenos”. Gente del todo extraordinaria. Otra cosa es cuando se va subiendo. Cuanto más se sube, más despropósitos.

Hay que tener muchas narices para ponerse uno en jarras delante de toda la Iglesia y proclamar que vas a hacer con tu supuesta reflexión teológica exactamente lo que te dé la gana. Hay que tener todo muy bien colocado para sostener que nada hay absoluto, ser muy Pilatos para afirmar que no hay verdades per se y echar más valor que el Guerra (el torero, no Alfonso) para afirmar que yo soy a la vez teólogo, magisterio y auténtico intérprete de la voluntad de Dios y el evangelio en el tiempo de hoy. Y profeta. Sobre todo, profeta.
Es que es así. Llegas a celebrar misa a cualquiera de las parroquias y ¡ale! SORPRESA. Pero bueno, ¿qué hacéis vosotros aquí? Oigan, que estamos hablando de 80 kilómetros de distancia a Madrid, que ya es un paseíto.
A punto de salir corriendo. Hay días en que las cosas se complican y hay que afrontarlas con el mejor espíritu.