Objetivo parroquial: que un día nos encontremos todos en el cielo
Algo estudié de pedagogía y algo de programación por objetivos. Tengo entendido que lo interesante es tener un gran objetivo general, y luego objetivos parciales, medios, estrategias, evaluación y corrección de errores. No sé si técnicamente es muy perfecto, pero yo creo que se me entiende.
Momento de pensar en la programación de diócesis y parroquias, porque no hay forma de plantearse nada serio si para empezar no tenemos clara la meta final. A ver, antes de nada, ¿dónde queremos llegar al final del proceso? Es que me leo programaciones, objetivos, y todo es un dar vueltas a la noria sin rematar la faena. Ya saben: formar agentes de pastoral, crear una comunidad parroquial unida, solidaridad con el débil, acompañamiento a las familias, grupos de oración, grupos de formación, grupos… Convertir la eucaristía en el centro… Está bien, pero me falta algo.

Me contaban no hace mucho que, en una diócesis española, de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque me acuerdo muy bien, ha sido vetado por la superioridad un sacerdote como predicador de una novena por el hecho de que ese sacerdote “no respeta al papa, habla en contra del papa”. Al sacerdote, por cierto, no se le puede reprochar nada en ortodoxia o liturgia. Todo lo contrario. Si acaso, demasiado ortodoxo. Pero… parece ser que no es entusiasta “francisquista”, y eso hoy se lleva mal.
NOTA PREVIA:
No me gusta cuantificar el trabajo en la parroquia por horas. Alguna vez he contado que, cuando me viene un compañero nuevo para incorporarse al trabajo pastoral, me lo llevo al parque, que está en un alto, le enseño el territorio de la parroquia y le digo: toda esa gente que vive ahí, nuestros feligreses, es cosa nuestra que vivan en este mundo con dignidad material y moral y que después de esta vida lleguen al cielo. Dicho esto, no me preguntes por horarios.
En la homilía de ayer, solemnidad de Santiago Apóstol, recordaba un servidor el





