Milagros, anécdotas y sucedidos de la adoración perpetua
Empiezo por el milagro gordo de este verano. La verdad es que en verano son unos cuantos los turnos que quedan libres por las vacaciones de los adoradores, y esto no es una zona de veraneo donde unos van y otros vienen. Aquí se van y se van, así que si durante el curso lo normal es tener que cubrir con suplentes apenas catorce o dieciséis horas por semana, en agosto podemos irnos a más de sesenta.
Primer milagro. Que las horas vacantes se cubre con muchísima más facilidad en agosto que durante el curso. Es colocar la lista el domingo y es raro que para el martes no se hayan cubierto todos los huecos.

Vaya por delante que servidor tiene colocadas en su parroquia no una, ni dos, ni tres… sino cuatro pilas de agua bendita, a saber: dos en el templo principal, una en la capilla de diario y otra en la capilla de adoración perpetua.
No somos más bobos por falta de entrenamiento. Pobre de mí, que cuando me encontré con la tal Yayo Herrero en una mesa redonda sobre el cuidado del medio ambiente en una parroquia madrileña, atribuí el hecho a un gol que le habían colado a D. Carlos Osoro por toda la escuadra.
Pero vamos, que si en lugar de sensación quieren leer certeza, tampoco me voy a molestar.
Desde el mismo día de su matrimonio no faltó una sola noche en que aquella pareja rezara un padrenuestro a San José para que les concediera una buena muerte. Años y años, noche tras noche, para que san José nos conceda una buena muerte: padrenuestro…





