InfoCatólica / Contra corriente / Archivos para: Enero 2013

31.01.13

La ira tiene seis hijas

La ira es una pasión que se incita por el orgullo. Hay quienes que si no poseen lo que desean, la ira es una fuerza que puede llevarlos a ocasionar un daño físico o espiritual al que es dirigida.
 
Un individuo invadido por la ira elimina cualquier posibilidad de intervención del Espíritu Santo, ya que las arterias espirituales se le bloquean por completo, la gracia no puede circular por ellas. La ira no sólo daña a otros, el perjuicio nos lo ocasionamos a nosotros mismos al impedirnos recibir ayuda, sanación o cualquier otra gracia posible. El Espíritu Santo nos explica la ira en la Sagrada Escritura:
 
Por esto mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1, 19).
 
Y, ¿cuáles son las principales manifestaciones de la ira? Santo Tomás de Aquino penetra en los redaños de la ira y clarifica que ésta tiene seis hijas.
 
Para conocerlas hay que entender que la ira se aloja, o en el corazón,o en la boca, o en las manoso lamentablemente en las tres partes.En cuanto está en el corazón, nacen de la ira, dos vicios, dos hijas, que son: la indignación contra quien se irrita el hombre, y al que cree indigno de merecer algún favor suyo. Con la indignación, la hinchazón de la mente, en cuanto uno medita las diversas formas de venganza, y llena su espíritu de tales ideas, según aquello de Job: ¿Es de sabios tener el pecho de viento?

Cuando la ira está en la boca, también engendra dos vicios más: si demuestra su ira en la manera de hablar insultando a su hermano, se llama contumelia. Si las palabras van directamente contra Dios es blasfemia.
 
Si la ira, además del corazón y la boca, está en los hechos, en este caso, de ella dimanan el clamor o griterío y las riñas, por las cuales se entienden todos los daños que se infieren al prójimo e indirectamente a Dios.
 
Luego, qué mala consejera es la ira. Cuando crece no se diluye sin antes desear, pensar, proyectar, realizar algo contra Dios o contra nuestros hermanos.
 
San Gregorio Magno descubre a la ira con estas magistrales pinceladas:
 
Palpita el corazón encendido por el aguijón de su ira, el cuerpo tiembla, el rostro echa fuego, los ojos se exasperan, y no reconocen los conocidos, la lengua profiere voces, más el sentido ignora lo que habla.
 
Sin embargo no toda ira se exterioriza. Hay asimismo una ira pasiva. 
 
Cuando ésta se guarda en el interior por un largo período o si es expresada en momentos de cólera violenta, tiene relación con dolores de cabeza, desórdenes de sueño, hipertensión arterial, problemas digestivos, diabetes, deficiencia en el sistema inmune, ataques al corazón y cáncer.
 
La ira es una debilidad de carácter incapaz de someter una situación al dominio de la razón. El iracundo desearía permanecer imperturbable, pero sus nervios le traicionan, su orgullo le impulsa, su vanidad le exaspera y termina por desbocarse sin tener idea clara de su comportamiento que puede llegar a excesos que no cometería en su situación normal.
 
Vencer la ira no es fácil. Exige comprender su maldad y sus ásperas consecuencias para sí y para los demás. Entendida la ira como una enemiga, sería más fácil prepararse para los momentos difíciles a fin de no ser tristes juguetes de su dominio.
 
Mi amiga Ronda Chervin profesora de filosofía y espiritualidad, es una escritora de fama mundial. Atea de origen judío, se convirtió al catolicismo a los 21 años. Es madre y abuela y actualmente ha fundado una congregación de viudas dedicadas. Afirma que pasó los primeros 57 años de su vida como una persona colérica.

Cuando vino a darse cuenta de que la ira estaba significando un verdadero obstáculo en su camino cristiano comenzó a manejar su ira a través del conocimiento de su propia manera de ser, de una disciplina espiritual y de la gracia de Dios. Para controlar su ira, Ronda siguió cinco pasos, que los explana en un asombroso libro acerca de cómo controlar la ira cuando se convierte en pecado mortal.

Taming the lion within: 5 steps from anger to peace (Domando al león interior: 5 pasos de la ira a la paz) recoge su gratificante experiencia. En él dice que para combatir la ira, se puede comenzar con estos simples pasos:
 
1) La admisión de que uno es una persona irascible o agresiva.
2) Identificar qué clase de ira tiene: instantánea, prolongada, oculta, sarcástica, calientefría
3) Conocer su origen y sus implicaciones.
4) Tratar con mi ira día a día, y,
5) Dejar que Jesús haga que el león descanse o permanezca junto con el cordero.

28.01.13

Desconstrucción mariana

1. Latinoamérica apasionadamente mariana

En todo el mundo es famosa la apasionada adhesión latinoamericana a María. Tierra de férvido amor a la Virgen María (Juan Pablo II, Santo Domingo, 25-01-1979).

Una madre buena, y una madre acompañada de su hijo siempre ganan la confianza y la simpatía hasta de las personas más feroces. Por eso, la figura de María con su Jesús Niño ha sido uno de los mayores atractivos para que penetrara la fe en nuestras tierras. Los que no podían ver ni conocer a Dios en toda su grandeza, veían muy cerca a la Madre de Dios y a través de ella podrían comprender mejor el poema de la salvación de todos los hombres obrado por Jesús.

María, siempre María. La devoción a María Santísima está profundamente enraizada en el alma de los países latinoamericanos. Así está de profunda en el corazón del pueblo. Los más notables santuarios católicos de América Latina están dedicados a María que reina desde ellos en nuestro pueblo. Latinoamérica presenta un curioso mapa de más de dos mil lugares (iglesias, ermitas, ríos, pueblos, montañas) perfumados con el nombre de María.

Otros países que recibieron la misma Fe Católica, prefirieron en insistir en la Pasión del Redentor (también Latinoamérica venera al Cristo de las sentencias), o a los Santos en particular, o en el misterio trinitario. Latinoamérica prefirió llegarse a la Santísima Trinidad por el sendero del amor a María.

Cuando Dios quiso dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas, en 1531, Él envió a su Madre a Guadalupe, en las afueras de la ciudad de México. Ahí, Ella se apareció vestida de sol, con una luna creciente bajo sus pies y su manto salpicado de estrellas. Ella vestía el cinturón de la maternidad que comúnmente usaban las mujeres nativas de aquella época, porque María Santísima estaba por dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas.

María está presente en estos misterios como Aquella que precede, que precede por la fe, que precede a todo el pueblo de Dios. Entonces se habla de esta “precedencia”, no solamente en el sentido de su dignidad; se habla de esta “precedencia” sobre todo a causa de su actividad, de su misionalidad. Ella está siempre en misión desde la Encarnación, pero sobre todo desde la Redención, desde el momento del Calvario en donde Ella fue enviada de manera especial, sin un mandato formal; Ella fue enviada en la fuerza de estas palabras: He aquí a tu Hijo… He aquí a tu Madre… (Juan Pablo II, 20-07-87).

María Santísima no es una madre común. El arcángel le anunció su extraordinaria maternidad, que no será cualquiera, ya que su hijo será grande, y con razón le llamarán Hijo del Altísimo (Lucas 1, 32). Ella aparece en las páginas de la Biblia ya desde el protoevangelio: Haré que haya enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y la suya, ésta te pisará la cabeza, mientras tú le morderás su talón (Génesis 3, 15), hasta el Libro de la Revelación como importante protagonista de la historia de la salvación: el Apocalipsis, resalta la función de María. Describe dramáticamente, cómo Ella, defiende eficazmente a su Hijo que debe gobernar todas las naciones contra el Dragón.

El marxismo apoyado en la Teología de la Liberación, en su afán de servirse de cuanto le sea útil para los fines de su revolución, ha buscado, y busca instrumentalizar también el culto mariano. A los marxistas se plegaron en una triple tarea de instrumentalización, falsificación, y desconstrucción de la devoción mariana, los propulsores de la ideología de la Nueva Era cuya penetración en América Latina comenzó con una arrolladora pujanza a finales de 1989 y principios de 1990, a raíz del V Centenario del Descubrimiento de América, con el objetivo especial de socavar los cimientos de la Iglesia en estos países, en un rumbo indianista-tribalista muy bien calculado, y últimamente la ideología de género. Con la consigna de romper con la Virgen María elucubraron una teología ecofeminista, basadas en la sospecha de que no está puesto todo sobre la mesa y de que hay algunas cosas que no se han dicho por controlarnos en vez de liberarnos.

Esta ideología anti-mariana, propulsada por el colectivo Cons-pirando y la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a decidir (CDD), se sustenta en delirios tales como que el símbolo de la Virgen María como madre pura y sumisa ha reforzado el estereotipo cultural de la mujer latinoamericana.

La ideología ecofeminista busca desconstruir, de mano de la Teología de la Liberación los dogmas tradicionales marianos de la fe cristiana, despojando a la Madre de Dios de todas sus prerrogativas, títulos e incluso de sus virtudes naturales y sobrenaturales.

Dedos de una misma mano que aspiran convertir a Santa María en modelo de mujer revolucionaria, en Virgen extraterrestre, o en una impostora que oculta detrás de su imagen, otras deidades femeninas aplastadas por el cristianismo.

21.01.13

Aranceles y nueva evangelización

En la misa de conclusión del Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana Benedicto XVI ha subrayado que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.

La nueva evangelización supone una llamada incesante a la conversión. Antes que nada, la nueva evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia, pero la condición es que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales (Motu Proprio, Ubicumque et Semper, Benedicto XVI).

La vieja historia sobre las riquezas de la Iglesia dice que los curas ganan mucho y con poco esfuerzo, slogan que proviene a veces de la calumnia y de campañas antirreligiosas bien orquestadas por los cristofóbicos de siempre.

Las reacciones frente a los ingresos materiales de la Iglesia siempre dependerán de dos condiciones: 1) saber a dónde va ese dinero, y 2) cómo se lo va a emplear.

Los fieles aportan generosamente a las necesidades de la Iglesia, cuando ven que sus oblaciones son empleadas en necesidades reales, entre muchas, por ejemplo el sostenimiento de hogares de niños, de ancianos, hospitales, escuelas, comedores para pobres, difusión de la prensa católica.

Por instinto hay una reacción de sospecha contra el sacerdote que lo organiza todo por sí mismo o por medio de alguna persona amiga. La organización de actividades destinadas a la recolección de fondos de los que después no se informa, genera la sensación que va a enriquecer a los sacerdotes a expensas de los fieles, y muchos despachos parroquiales parecen una tienda donde le dicen a uno: Vale tanto. Debe tanto, consecuentemente la gente emplea casi siempre fórmulas comerciales, como ¿cuánto debo?, ¿cuánto cuesta?, porque sencillamente no sabe emplear otras fórmulas.

La normativa eclesial establece como obligatoria la conformación de un consejo de asuntos económicos parroquial. Sin menoscabo de la antigua y piadosa tradición de los fieles de contribuir al sostenimiento de la Iglesia, las normas que lo regulan, buscan

crear en la sociedad eclesial un orden tal que, asignando la parte principal al amor, a la gracia y a los carismas, haga a la vez más fácil el crecimiento ordenado de los mismos en la vida tanto de la sociedad eclesial como también de cada una de las personas que pertenecen a ella (Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges, Juan Pablo II).

Antiguamente la aportación material de los fieles consistía, ante todo, en dones naturales; actualmente las oblaciones son ofrecidas casi exclusivamente en dinero. El canon 848 prohíbe pedir más de las ofrendas establecidas por la autoridad competente y ha de procurar siempre que los necesitados no queden privados de la ayuda de los sacramentos por razón de su pobreza.

Hay un aspecto que parece vital ante los desafíos de la nueva evangelización, es el tema de las misas llamadas colectivas. El Decreto de la Congregación para el clero sobre las misas llamadas colectivas señala que es lícito

unir las diversas ofertas para celebrar el número de santas misas que corresponde a las estipendios vigentes, empero los argumentos en favor de esta nueva práctica son engañosas y constituyen un pretexto, cuando no reflejan una eclesiología equivocada, por lo que la Congregación para el clero, tras un examen atento

estableció con aprobación expresa del Papa Juan Pablo II, el 22 de enero de 1991, entre otros aspectos que al celebrante sólo le será lícito conservar el estipendio fijado en la diócesis, debiendo entregar al respectivo Obispado la suma que exceda a dicho arancel establecido por el Ordinario del lugar. Lo cual significa que aunque la misa tenga un valor infinito la cantidad de las ofertas no puede ser infinita, lo contrario sería prácticamente una acción simoníaca.

La simonía consiste en la compra o venta de cosas sagradas, así como exigir un pago a cambio de oraciones. Es comprensible la falta de sacerdotes y la demanda de celebraciones, pero eso no justifica de ninguna manera que la pastoral se mueva por motivos económicos. Hay quienes se dedican casi completamente a la administración de sacramentos como tiroteo de metralletas.

Quien celebra o recibe un sacramento con simonía, debe ser castigado con entredicho o suspensión (Can. 1380), y quien obtiene ilegítimamente un lucro con el estipendio de la Misa, debe ser castigado con una censura o con otra pena justa (Can. 1385).

Es contraproducente, por decir lo menos, participar del Santo Sacrificio de la misa en la que la lectura de las intenciones resulte inacabable, con 200 ó 300 intenciones.

Sobre todo en los santuarios y los lugares de peregrinaciones, a los que llegan diariamente numerosas ofertas para la celebración de misas, los rectores tienen el deber en conciencia de vigilar con suma atención a fin de que se apliquen cuidadosamente las normas de la ley universal en esta materia (cf. principalmente los cánones 954-956) y las del señalado decreto.

Se trata de celebrar los sacramentos sin que la economía de la Iglesia dependa de éstos. Si no se puede prescindir del sistema de estipendios, es capital purificar el modo de hacerlo y sobre todo evitar los abusos.Un signo grandioso de nueva evangelización.

17.01.13

La hora de los laicos (5) - El laico insustituible eslabón

A la luz de la Exhortación apostólica “Christifideles laici”

LA FAMILIA DE DIOS

El laico no es una hoja seca que baja sola, y queda única: es un sarmiento vivo de una viva cepa que es Jesús. Es un elemento activo de la Iglesia-Comunión (C.L., 18). Es un eslabón necesario en la cadena que teje la Iglesia-servicio (koinonía). Porque vive la incorporación  de los cristianos a la vida de Cristo, y la circulación de una idéntica cari­dad en todos los fieles, en este y en el otro mundo. Unión a Cristo y en Cristo: y unión entre los cristianos dentro de la Iglesia (C.L., 19).

Que no es una isla. Es un miembro vital de un Cuerpo espiritual. Es un ciudadano que se ha de salvar y ha de salvar como pueblo, por­que Dios anhela salvar a toda la humanidad. Forma con los demás una comunión, más que sociológica y psicológica, con Cristo por ca­beza, el amor por ley, en unidad de vida, de caridad y de verdad; enla­zados no con vínculos de sangre sino del espíritu. Cuyas partes gozan de diversidad y de complementariedad, por lo que se halla cada ser relacionado con todo el cuerpo y a él ofrece su propia aportación.

Y el Espíritu es el principio dinámico de la variedad y de la uni­dad de la Iglesia, de esta familia de Dios a la que pertenece (C.L., 20). En el laicado está también el espíritu de la verdad (Jn 16, 13), y por eso es también locus theologicus.

Es interesante cómo el cardenal Newman en 1832, en Los arrianos del siglo IV, explana la concepción orgánica de la Iglesia como Cuerpo de Cristo:

El  cuerpo  de  los  fieles  es  uno  de  los  testigos  del  hecho  de  la tradición de una doctrina revelada, y su consensus a lo largo de la cristiandad es la voz de la Iglesia  infalible… Consenso que debe  considerarse  como  un  testimonio  del  hecho  del  dogma apostólico, como una especie de instinto… profundamente enraizado en el Cuerpo Místico de Cristo, como una orientación dada por el Espíritu Santo, como una respuesta a la plegaria  de  los  fieles,  como  un  recelo  del  error,  que  el  pueblo  experimenta  inmediatamente como  objeto  de  escándalo.

También en 1859 escribió  su trascendental artículo Sobre  la  consulta  a  los  fieles  en  materia doctrinal, en el que desarrolla la doctrina eclesiológica del Cuerpo  Místico, expone lo que más tarde se llamará el sensus  fidelium. Fundamenta asertivamente en el ejemplo  histórico de la herejía arriana  del  siglo  IV,  cuando el dogma de la  divinidad  de  Jesucristo

fue  proclamada  y sostenida  mucho  más  por  los  fieles  que  por  el  episcopado,  y  (humanamente  hablando)  fue conservada mucho más por la “Ecclesia docta” que por la “Ecclesia docens”; el cuerpo del episcopado  fue  infiel  a  su  responsabilidad  mientras  el  cuerpo  del  laicado  fue  fiel  a  su bautismo. 

Posteriormente Newman  dejó absolutamente claro  que  no tuvo la intención de

negar  que  el  gran  conjunto  de  los  obispos fueran  ortodoxos…ni  que  hubiera  numeroso  clero  que  apoyaba  a  los  laicos,  y  actuaba sirviéndoles de punto de referencia y de guía, ni que el laicado recibiera realmente su fe en primera instancia de los obispos y el clero, ni que una parte de los laicos fueran ignorantes y otra parte a la larga corrompidos por los maestros arrianos. Por  supuesto,  el  don  de  discernir, distinguir,  definir,  promulgar  y  hacer  cumplir  cualquier  aspecto  de  la  Tradición  reside solamente en la “Ecclesia docens”.

Fundamentalmente el foco está en que

aunque el laicado no sea más que el reflejo o el eco del clero en materia de fe, no deja de haber algo en la “pastorum et fidelium conspiratio” que no se encuentra  en  los  pastores  solos.  Conspiratio:  las  dos,  la  Iglesia  que enseña  y  la  Iglesia  enseñada,  se  ponen  juntas  como  un  doble  testimonio,  iluminándose mutuamente, y siempre inseparables.

Cabeza y Cuerpo se necesitan mutuamente. Hay una interdependencia: el apostolado es inherente a la vida del laico, como el apostolado de los seglares le es necesario al sacerdote.

Empero, no es compatible con la presencia activa del Espíritu Santo en la Iglesia entera, cuando algunos miembros afirman tener ellos solos al Espíritu Santo y que sólo ellos son poseedores de la verdad, mucho menos cuando ésta va en sentido contrario a la tradición y a la doctrina de la Iglesia. En Holanda, Alemania, Austria, Suiza, Estados Unidos, y otros países, los laicos tratan de alcanzar un status no propio de su vocación y misión, afirmando erróneamente posturas distorsionadas de lo que Newman propició, es decir, una auténtica comunión orgánica de los bautizados y no primariamente constituida de clérigos y laicos,  que era, y es, un modo de entender que lleva inexorablemente al clericalismo o al laicismo.

FACULTADES PROPIAS

Es rama, es miembro, es parte de un organismo. Y Juan Pablo II le recuerda: El fiel laico no debe jamás cerrarse sobre sí mismo, ais­lándose espiritualmente de la comunidad: sino que debe vivir en un continuo intercambio con los demás, con un vivo sentido de fraterni­dad, en el gozo de una igual dignidad y en el empeño por hacer fructifi­car, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en herencia. El Es­píritu del Señor le confiere, como también a los demás, múltiples carismas; le invita a tomar parte en diferentes ministerios y encargos; le re­cuerda, como también a los demás en relación con él, que todo aquello que le distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y complementaria habilitación al servicio (C.L., 20).

Es una pieza singular, in­substituible, en el engranaje; ya que es compleja la familia, muchas las labores diversas a realizar, y los carismas se regalan a cada uno para que los empleen en la construcción, desarrollo y vitalidad de la Iglesia.

14.01.13

Catequesis por los suelos

Alguien ha dicho que el catecismo actual es la televisión, debido a que los padres por comodidad, o porque no tienen tiempo, o porque se avergüenzan, o ciertamente porque carecen de la suficiente formación doctrinal, no enseñan catecismo en sus hogares.

Los niños se han convertido en la primera víctima de un influjo negativo, deseado y ejecutado. La llamada psicología del New Age ha invadido el mundo entero con innumerable literatura infantil y películas para niños, de tal forma que el momento decisivo de la formación de la conciencia moral, se verifica hoy en día, para incontables niños prácticamente delante del televisor, estimulados a un desarrollo precoz y expuestos a todo tipo de pecados, a esa edad el alma del niño es tierna como la cera que cede a toda presión (Obispo Keller).

Los escasos sacerdotes, ocupados en múltiples actividades, no hallan tiempo para congregar a sus fieles y darles una instrucción sólida y gradual sobre la doctrina de la Iglesia. Los maestros no aceptan el catecismo en sus aulas, porque no figura como asignatura oficial. Los laicos comprometidos realizan labores dentro de la Iglesia, pero muy pocos de ellos estiman la importancia de enseñar las bases de nuestra fe católica a niños y adultos, con el consiguiente resultado de una espantosa ignorancia de la religión.

Uno puede darse cuenta de la gravedad de esto, cuando constata que muchísimos niños y adolescentes, alumnos de establecimientos católicos, no saben por ejemplo las principales oraciones de un cristiano, y ni qué se diga de otros, así, a falta de una catequesis sólida, ordenada y permanente, la situación de amplios sectores de la Iglesia parece no solamente ser grave, sino gravísima.

Es verdad que hay planes llamativos de pastoral, estupendos programas de formación, cronogramas de personalización, pero de catecismo nada, la sequía es espantosa, ya que ignorando las enseñanzas de Jesús, las nuevas generaciones están creciendo como auténticos paganos.

La Iglesia, en cuanto casa espiritual, está arruinada: en sus parroquias y estructuras diocesanas apenas ofrece albergue suficiente para vivir. En tal situación, o bien los cristianos se procuran la casa de alguna agrupación cristiana, o sobreviven solos como pueden, o se dispersan y dejan de ser cristianos (Evangelio y utopía, José María Iraburu).

Jesús dijo que su Iglesia es la luz del mundo, una ciudad colocada sobre el monte, la cual no puede ocultarse (Mateo 5, 14). Consecuentemente

es necesario que, lo que la Iglesia es en sí misma, lo sea también en sus miembros. Lo que es para nosotros, es preciso que lo sea también por nosotros. Es preciso que, por nosotros, continúe siendo anunciado Jesucristo, que, a través de nosotros, continúe Él transparentándose. Esto es algo más que una obligación. Es, podríamos decir, una necesidad orgánica (Meditation sur l´Eglise, cardenal de Lubac).

Señalaba el cardenal Danneels:

Nos faltan los retiros escolares, las misiones parroquiales, las grandes misiones rurales de los siglos pasados que suscitaban auténticas conversiones y frecuentes regresos a la práctica. Ninguno de estos medios ha sido reemplazado en nuestra época por algo que lo sustituya.

Y hace falta rehacer el entramado auténtico de la catequesis, que padece de un lenguaje secularista, con todo su contenido de planteamientos y orientaciones, para conectar mucho mejor con el pueblo, pero que no produce frutos duraderos sino efímeros y superficiales, una catequesis falsificada que soslaya la fidelidad a la verdad de Cristo, una anti-catequesis.

La tarea fundamental de la Iglesia es la catequesis… en el campo de esta obra de la fe cada vez más consciente, que se introduce siempre de nuevo en la vida de cada generación, sabemos cuánto depende del esfuerzo común de los padres, de la familia, de la parroquia, de los sacerdotes pastores de almas, de los catequistas y de las catequistas, del ambiente, de los medios de comunicación social, de las costumbres. De hecho, los muros, los campanarios de las iglesias, las cruces en las encrucijadas, las imágenes santas en las paredes de las casas y de las habitaciones, todo esto catequiza de algún modo. Y de esta gran síntesis de la catequesis de la vida, del pasado y del presente, depende la fe de las generaciones futuras” (Papa Juan Pablo Magno, Polonia, 3-6-1979).

El Catecismo de la Iglesia Católica, ya desde sus primeras páginas subraya que

La catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana (5).

Año de la Fe y nueva Evangelización: los períodos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis (Catecismo, 8).