InfoCatólica / Contra corriente / Archivos para: Marzo 2013

28.03.13

¿A cuál Cristo sigue Usted?

Existen los pesimistas, y son una legión incontable: observan a la Iglesia Católica y destacan los malos ejemplos que dan en la sociedad algunos de sus sacerdotes y de sus laicos. Y concluyen por emitir un diagnóstico negativo de la Iglesia actual. Olvidan que es mucho más difícil que uno solo se mantenga firme en las leyes de Dios que el ciento de mediocres que son absorbidos por el vicio; vivir fieles en el mundo actual tan cuajado de tentaciones es un heroísmo, y abundan estos héroes.

Lo grande y admirable es que haya personas que cumplan con la difícil invitación de Jesús: Si alguno quiere venir a Mí, y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y aún a su propia persona no puede ser mi discípulo (Lc 14, 25-26). Parece una auténtica locura, una imposible utopía esta drástica invitación de Cristo, y, sin embargo, hay muchos miles de personas que la cumplen íntegramente, abandonando gustosamente las más exigentes apetencias de su personalidad.

Otra invitación, igualmente ardua, de Jesús se resume en una frase suya, fundamental para entenderle: Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque Yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo conseguirán (Lc 13, 24). Y hay millones de personas, en todos los continentes, que diariamente luchan con denuedo por afirmarse en este ideal.

Toda la filosofía personal de Jesús se resume en una frase suya, fundamental para entenderle: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Tres exigencias costosas, hasta heroicas, y que muchos consideran imposibles para la generalidad de las personas. ¡Sí que es difícil ser discípulo auténtico de Jesús, ya que exige la renuncia permanente a actitudes, inclinaciones y sueños que parecen ser inseparables de la persona misma! No es raro, por lo tanto, que la mayoría se quede en camino de consecución del ideal propuesto por Jesús; el mismo Maestro ha señalado que el seguidor de Jesús será objeto de persecuciones (Mt 10, 23-25). Además, hay que aceptar las condiciones impuestas por el Padre celestial: Carguen con mi yugo y aprendan de Mí que soy paciente de corazón y humilde (Mt 12, 29).

Jesús no oculta ni disimula las exigencias humanamente duras de su ideal: habla de la necesaria y dolorosa renuncia, de inevitable ascesis y abandono de deleites, de persistente esfuerzo, de meditado sacrificio.

Otros muchos se glorían de seguir a Cristo, y a éstos podríamos preguntar: ¿sigue a Cristo?, ¿pero a qué Cristo?

Está el Cristo de Belén, delante de Él resulta fácil derramar lágrimas de ternura. Dando vida a nuestro sentimentalismo y hasta un poco de poesía.

Está el Cristo obrero de Nazaret, también éste, aunque no lo acabemos de comprender del todo, nos resulta un Cristo bastante aceptable, a pesar de sus treinta años oscuros.

Está el Cristo de los milagros, un Dios brillante que nos llena de orgullo y a quien nos da ganas de aplaudir. Tras la multiplicación de los panes se empeñan en hacerle Rey.

Está el Cristo que habla a las turbas, nos encanta, entusiasma hasta a sus enemigos que dijeron: Jamás alguno habló como Él. Está el Cristo que cura, un Cristo que nos llena de admiración por la bondad con que realizó sus curaciones milagrosas.

Está el Cristo que lanza inventivas contra la hipocresía de los fariseos, es fácil estar con Él, y nos enardecemos cuando expulsa a los injustos del Templo.

Está el Cristo del Tabor, transfigurado gloriosamente. También a nosotros nos hubiera gustado plantar allá las tiendas para no bajar ya nunca de esa montaña luminosa.

Y está el Cristo del Calvario, el Hombre de dolores. Isaías le retrata así: Tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre. Ni su apariencia era humana. ¿Estás dispuesto a ser crucificado con Él? ¿A seguirlo también por la cuesta del Calvario?

En el atardecer de nuestras vidas, no habrá para nosotros mayor alegría que la de poder decir: sí, también yo estaba con ese Hombre, he estado siempre con Él. Lo seguí desde el principio, en Belén y en Getsemaní, en el Tabor y en el Calvario, sí conozco a ese hombre de quien hablan, y también Él, entonces me reconocerá.

A la hora de la multiplicación del pan, eran muchos, los miles que seguían a Jesús. En el Calvario, sus seguidores y abiertamente simpatizantes, se podían contar con los dedos de las manos, porque así se busca a Cristo, siempre por los caminos fáciles, en demanda del consuelo que necesitamos, pero cuando Él necesita un amigo que le consuele fácilmente se repite la escena de negación del aturdido Apóstol Pedro que de su mismo íntimo Maestro se atreve a decir: Jamás conocí a ese hombre, cuando había vivido en su intimidad nada menos que tres años.

 

25.03.13

Satanás ataca a los consagrados

El Primer Jueves Santo de la historia, nuestro Señor Jesucristo instituyó el sacramento del Orden Sacerdotal. Desde el inicio de su vida pública hizo saber a sus apóstoles que los estaba llamando al ministerio de ser pescadores de hombres (Mt 4, 1). Conscientes los apóstoles de ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios (1 Cor 4, 1), después de oración y ayuno confirieron a otros elegidos el sacerdocio que el Maestro les había conferido constituyéndolos en sus sucesores, ministros de los sagrados misterios, hasta nuestros días.

Jesús les dio el poder de expulsar a los demonios, curar a los enfermos, perdonar pecados. Los apóstoles vieron cómo Él obró incontables milagros, y en su nombre lo hicieron de la misma forma, a pesar de todo uno de ellos fue un traidor.

A Pedro, Jesús le advirtió: Simón, Simón, mira que satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como se hace con el trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto confirma a tus hermanos (Lc 22, 31-32).

Del sacerdocio ministerial se ha escrito:

Vivir en medio del mundo sin desear sus placeres. Ser un miembro de cada familia, sin pertenecer a ninguna. Compartir todos los sufrimientos. Penetrar todos los secretos. Curar todas las heridas. Ir de los hombres a Dios llevándole sus oraciones. Volver de Dios a los hombres trayéndoles perdón y esperanza. Tener un corazón de fuego por la caridad y un corazón de bronce por la castidad. Enseñar y perdonar, consolar y bendecir siempre ¡qué vida, Dios mío! Esa es tu vida sacerdote de Cristo.

María Santísima, no puede permitir que sus hijos los hombres, por quienes su Hijo Jesucristo sufrió tantos tormentos se condenen para siempre perdiendo la posibilidad de su salvación, y en sus diversas apariciones, en medio de curaciones y milagros de conversiones inexplicables nos pone en guardia contra el astuto demonio. Satanás es uno de los protagonistas más decisivos de sus manifestaciones. En todos los santuarios es el mismo el fondo de las recomendaciones aunque en algunos desarrolle algo más la misma idea.

En la carta que escribió la vidente Lucía de Fátima al Procurador de la Causa de Beatificación de sus dos primos, hoy beatos Jacinta y Francisco, hay algo que aterroriza en las manifestaciones: la inquina, el odio de Satanás contra los sacerdotes y contra los religiosos por la benéfica influencia que ellos pueden ejercer en la conversión de las almas.

Veamos estas 3 dramáticas advertencias:

1ª: Algunos sacerdotes olvidadizos de su vocación, arrastran muchas almas a la condenación.

2ª: El demonio ataca seriamente a las almas consagradas a Dios. Sabe que con perderlos, se perderían también muchas otras almas.

3ª: Muchas de las personas que creen seguir los caminos de la perfección, no hacen caso alguno de las relevaciones de María Santísima en Fátima a los tres pastorcitos y practican una vida según sus caprichos.

Los soldados de un ejército saben que si hieren o matan a uno de los jefes principales, hacen mucho mayor daño que si eliminaran a millares rasos, puesto que al perder al director de un grupo, se puede fácilmente desbaratar todo él.

De ahí su interés particular de atacar principalmente a los sacerdotes y religiosos que deben animar y conducir a los demás por las vías de la santidad. Lo que no puede tomarse como chiste y ni poner en duda, es la insistencia de nuestra Madre del Cielo por nuestra salvación, que siempre está en peligro mientras vivamos en este mundo.

Jesús avisó estremecedoramente que en tiempo de Noé, mientras fabricaba el Arca, la gente comía y bebía y practicaba el amor, sin acordarse de su alma. Vino el diluvio y arrastró a la aniquilación. Cristo confiesa que también en su tiempo existía la misma despreocupación por el alma por lo que les sucedería otro tanto a sus contemporáneos.

Y hoy, ¿podemos afirmar que no nos hallamos en las mismas condiciones de ceguera espiritual, y que la mayoría de las personas sólo viven para comer, beber y amontonar riquezas y desahogar sus exigencias sexuales?

Los sacerdotes han sido constituidos por Dios para ser alter Christus, otro Cristo, pero no están exentos de las flaquezas humanas, por lo que necesitan de la gracia y del auxilio del Espíritu Santo para ser fieles al Señor. Nuestra plegaria se ha de profundizar en perfección de orante, ya que el enemigo de las almas quiere arrebatar los mejores frutos de nuestros campos por falta de vigilantes en nuestras estancias.

21.03.13

Los Franciscos en la Hora de Dios

San Francisco de Asís, se ha convertido en la referencia del ministerio petrino del nuevo Papa.

En su Comentario y Explanación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, el P. Ignacio Casanovas S.J., dice:

En su vida mortal vemos que Jesús llama a las almas aprovechando las mismas circunstancias de la vida. A la samaritana cuando va a la fuente y Él le espera para beber. A Zaqueo cuando sube al árbol para verle pasar. A Mateo mientras está en su negocio a la puerta de la ciudad y entra en ella Jesús. A otros apóstoles mientras pescan. Al buen ladrón en el mismo suplicio de la cruz a donde le han llevado a la fuerza… San Pablo es llamado en medio del camino, cuando va en persecución de los cristianos… Parece como si Jesús a cada alma la tuviera preparada su buena hora, a veces cuando ella menos lo piensa”, la hora de Dios.

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap  3, 20), Señor, ¿qué quieres que haga? (Hechos 9, 6).

1) En un ambiente de herejías, de cisma y de protesta por la actuación del Romano Pontífice, cuando no de temibles rebeldías, surgió la figura de San Francisco de Asís, el gran enamorado de la autoridad del Papa, por ser el Vicario de Cristo. Sea quien fuere el que ocupe el trono pontificio Francisco supo cerrar sus ojos ante el hombre y admirará y venerará al Sucesor de Pedro el Apóstol.

Para el Pobrecillo, la obediencia al Papa debe ser incondicional, y ofrece y exige a sus frailes reverencia, y aún más, afecto caluroso y consecuentemente una manifestación de esta devoción al Papa no sólo de palabras sino también en gestos, en defensa de su persona ante las posibles críticas de otras personas. Para San Francisco el Papa es no sólo la máxima autoridad en el mundo, sino como defensa de la fe.

Sin embargo, sin perder nada de su obediencia y veneración al Obispo de Roma, San Francisco de Asís trató con los Papas con una libertad extraordinaria, haciéndoles reflexionar sobre sus recomendaciones y hasta obligándoles suavemente a cambiar de consignas.

2) Otro Francisco, el sexto y último hijo de don Juan Jaso y de doña María de Azpilcueta nacía en el castillo de Javier en 1506. A los 18 años se traslada a París para estudiar en la Sorbona. Durante sus años de estudio

el peligro se hizo gravísimo. El profesor y los compañeros de clase sabían sustraerse a las durezas del reglamento, y por la noche escalaban los muros del colegio y se esparcían por las callejuelas y tabernas del París de aquel entonces, para empresas de índole inconfesable (San Francisco Javier, Celestino Testore, S.J.).

Otro peligro se cernía aún sobre él: la herejía luterana, y especialmente la calvinista. Muchos de sus biógrafos señalan que Francisco era un hombre de fuertes ambiciones mundanas en lucha por conseguirlas.

Ignacio de Loyola, llegado a ser compañero de cuarto de Pedro Fabro y de Francisco Javier, hizo la conquista y ganó a Francisco completamente para la causa de Cristo. La frase evangélica ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? determinó el rumbo de su vida. La arcilla más difícil de modelar fue para mí la de maestro Francisco afirmó Iñigo más tarde.

San Ignacio y sus compañeros se presentaron al Papa para ofrecerse a su servicio en cualquier ministerio y en cualquier parte del mundo, antes de dispersarse fundaron una sociedad permanente, que se llamaría Compañía de Jesús.

Francisco no dudaba que la salvación de las almas era el objetivo de la Iglesia, con esa impronta misionera evangelizó durante 20 años en el Oriente. Un hombre cuyo solo nombre es una consigna para todo esfuerzo misionero.

3. Una de las familias más poderosas del siglo XV fueron los Borja, o Borgia en la italianización del apellido. Alejandro VI (Rodrigo de Borja) elegido simoníacamente Papa, según sus biógrafos tuvo una vida oscura, escandalosamente licenciosa. Juan y Rodrigo fueron sus dos últimos hijos. Aquí emerge la figura del Santo Duque Francisco de Borja, hijo de Rodrigo Borja y nieto de Alejandro VI, por lo que Francisco fue llamado el nieto de escándalo. Sin embargo, la gracia de Dios puede hacerlo todo con el ser humano que se deja guiar, como se dijo de este caso hace que broten lirios del estiércol. El jesuita Francisco de Borja fue un ejemplo de desprecio de las grandezas del mundo, de la humildad más profunda y del espíritu de oración y penitencia, llegó a ser el tercer Prepósito General de la Compañía de Jesús.

El Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II dice que la santidad consiste en entregarse con toda el alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Los dones y la vocación de Dios son irrevocables (Rom 11, 29).

18.03.13

Latinoamérica mucho bautismo, poca observancia

Latinoamérica es llamada el Continente de la Esperanza, con sus 500 millones de católicos. Pero no cantemos una falsa victoria, ya que son muchos los bautizados que no observan ni mucho, ni poco las prescripciones de la Iglesia. Sobre todo en el importante asunto del precepto dominical, que es uno de los mejores termómetros de autenticidad del católico.

América Latina tiene un alto porcentaje de bautizados que se profesan católicos -un 77 %-, pero la asistencia a la Misa dominical es baja, sólo un 6 ó 7 %. Muchos bautizados adhieren a la Iglesia a través de manifestaciones de devoción popular, como acudir a los santuarios, o bien cuando se confiesan anualmente, o concurren a bodas, bautizos, etc. La religiosidad está muy arraigada en el católico latinoamericano, sobre todo en los momentos difíciles de la vida como la muerte. Para las exequias la gente acude a la Iglesia.

Pero, hay algo que ciertamente no funciona, y es la desproporción entre la gente que se dice católica y tiene el orgullo de serlo, y sin embargo no da señales de su verdadero compromiso, participando en la Misa dominical. Nos alegra que Latinoamérica tenga 500 millones de católicos bautizados, pero es ciertamente penoso que dichos católicos sean descafeinados, perezosos, poco cumplidores de sus votos bautismales, y no se acerquen a la Iglesia cada domingo para escuchar la Palabra de Dios y participar del Sacrificio de Jesús sobre el altar, poniendo toda su simpatía y todo su entusiasmo a favor del Señor.

Es verdad que la Misa no debe ser el único elemento de comparación, ya que hay regiones que carecen de sacerdotes, hay muchos que viven lejos de los templos, hay enfermos que no pueden salir de sus casas, pero hay también bautizados que no toman con interés la Misa dominical que es la cita amigable que hace Dios con sus hijos que tanto ama.

Benedicto XVI lo subrayaba durante la inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe:

De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos (Aparecida, 13 de mayo 2007).

Según las estadísticas del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), cada día abandonan la Fe Católica 10 mil personas, ergo, los nuevos movimientos religiosos o sectas, constituyen sin lugar a dudas un particular fenómeno del mundo religioso latinoamericano.

Éstos buscan especialmente a los católicos alejados, ofreciéndoles satisfacer sus necesidades y aspiraciones, brindándoles una respuesta a las diversas necesidades y aspiraciones del hombre contemporáneo, entre éstas, se puede poner de relieve el deseo de pertenencia, de identidad y de salida del anonimato, de afecto, de participación y empeño, de certezas, de seguridad, de transparencia y espiritualidad.

En su empeño por llenar el vacío de Dios, también es posible caer en errores como lo demuestran las sectas. Son parásitos de la fe, porque de creyentes sólo tienen la apariencia externa, mientras que interiormente son ateos, y, es que ellos creen en un dios, pero no en Dios. Quién es su dios, difiere de secta a secta.

Los llamados nuevos movimientos religiosos a menudo comprenden movimientos espirituales e ideologías, los cuales aunque se contraponen a las sectas en el sentido clásico, se igualan a éstas en todos los sentidos, ya que sostienen los mismos o casi los mismos principios fundamentales, por lo que son llamados religiones ateístas. Entre ellas se cuentan el fascismo, el capitalismo, el comunismo, el liberalismo, el hedonismo, el laicismo, el relativismo moral, la globalización y la adhesión total a la ciencia y a la tecnología así como diversos sincretismos, estos últimos, muy de moda actualmente de manera especial en los países andinos.

Ante estos retos pastorales, hay planes, proyectos y lamentaciones, pero ciertamente la Iglesia continental no encuentra aún fórmulas para salir de su status de instalación pastoral como lo demuestra la Gran misión continental, convocada a fin de poner a la Iglesia en estado permanente de misión, llevando las naves mar adentro, sin miedo a las tormentas (cf. Aparecida, 551), proyecto misionero que desde 2007, no acaba de salir a luz.

La Iglesia del mañana en Latinoamérica se compondrá de cristianos que habrán luchado contra su entorno, distanciándose del mundo, como lo hiciera el cristianismo naciente que tuvo que alejarse de la moral ambiente de la época, en su doble deber para con Dios y para con el hombre. No podemos seguir como Nerón contemplando el incendio de Roma.

14.03.13

Dios eligió a Latinoamérica desde la eternidad

Jorge Mario Bergoglio es el primer jesuita en ser elegido Papa. Ayer, en esa memorable jornada para la Iglesia, mi Director Espiritual, en un mensaje de texto, me recordaba que el gran San Ignacio de Loyola llamaba a la Compañía de Jesús la mínima compañía.

Nuestro nuevo Papa es también el primer Sumo Pontífice proveniente de la Iglesia en América Latina, y asimismo el primero en asumir el nombre de Francisco.

El Señor había dicho El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga (Mt 16, 24), y San Ignacio de Loyola desarrolló el principio del Agere contra: contrariarse en todo para dominar toda tendencia mala o imperfecta: ser uno así dueño de sí mismo para servir totalmente al Señor. Es la abnegación ignaciana.

San Francisco de Asís es como Patrón de Italia el santo más amado de los italianos, ha sido llamado el más alegre de los santos y el más santo de los alegres. De él escribe su primer biógrafo: Por la alegría exterior entendía el Santo la prontitud del alma para practicar el bien.

Otro santo Francisco Javier es uno de los cofundadores de la Compañía de Jesús, fue el gran evangelizador de la India y el Japón, donde logró grandes números de conversiones.

La Fe católica no llegó a Latinoamérica por pura casualidad. En el siglo XVI, América fue evangelizada por un pueblo muy cristiano que tenía muchos santos. Había llegado la hora de Dios. Dios la eligió desde la eternidad, por eso la Fe Católica es el tesoro más grande de América Latina.

El Papa Juan Pablo Magno, lo decía de una manera hermosa en su discurso inaugural de la IVConferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, octubre, 1992:

Con la llegada del Evangelio a América se ensancha la historia de la salvación, crece la familia de Dios, se multiplica para gloria de Dios el número de los que dan gracias (2 Co 4,15). Los pueblos del Nuevo Mundo eran pueblos nuevos… totalmente desconocidos para el Viejo Mundo hasta el año 1492, pero conocidos por Dios desde toda la eternidad y por él siempre abrazados con la paternidad que el Hijo ha revelado en la plenitud de los tiempos (cf. Ga4,4) (Homilía, I de enero 1992). En los pueblos de América, Dios se ha escogido un nuevo pueblo, lo ha incorporado a su designio redentor, lo ha hecho partícipe de su Espíritu. Mediante la evangelización y la fe en Cristo, Dios ha renovado su alianza con América Latina.

En la historia de Colón, de sus viajes y sus peripecias, muchos no ven, sino una página de relaciones humanas. Claro es, que la historia de Colón y la consiguiente colonización son una historia verdadera, pero su interpretación económica y política, no sería el único aporte a la historia de la humanidad.

Juan Pablo II, resaltó que se trataba de una aventura buscada, proyectada y verificada por Dios. Él se sirvió de los inventos, de las aventuras, de las osadías, y hasta de las ambiciones de los hombres, pero, a través de ellos, regaló a Latinoamérica su sabiduría y su amistad.

Cuando se lee la historia del Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento con sus exilios y sus guerras uno no puede menos que admirarse de la providencia de Yahvé, quien mediante la acción puramente humana de sus hebreos, consigue enriquecer a su pueblo y a los vecinos, con una sabiduría que se contiene en gran parte en los libros del Antiguo Testamento.

Igualmente, quien sigue con la debida atención los pasos, las aventuras, las tragedias, los triunfos de los Apóstoles, en el Libro de los Hechos, se da perfecta cuenta de que Dios se sirve de las ambiciones y de las pasiones humanas para inyectar a griegos y romanos primeramente y después a todo el mundo conocido la sublimidad de su Revelación.

El Beato Juan Pablo, afirmó con sinceridad:

De la fecundidad de la semilla evangélica depositada en estas benditas tierras he podido ser testigo durante los viajes apostólicos que el Señor me ha concedido realizar a vuestras Iglesias particulares, y termina así consoladoramente: Los misioneros anunciaron la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, a unas gentes que ofrecían a Dios, incluso sacrificios humanos. Los misioneros testimoniaron con su vida y su palabra la humanidad que brota del encuentro con Cristo y por su testimonio y su predicación al número de hombres y de mujeres que se abrían a la gracia de Cristo, se multiplicaron como las estrellas del cielo.

Nuestro nuevo Papa nos ha pedido rezar por su nueva responsabilidad. San Ignacio en los Ejercicios recomienda: Depuesto todo juicio debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa de Cristo nuestro Señor, que es nuestra santa madre Iglesia jerárquica”, y en sus reglas ignacianas para sentir con la Iglesia, señala diez y ocho, las que inculcan cinco deberes que tenemos con la Iglesia: 1) amor, 2) respeto, 3) docilidad al entendimiento, 4) docilidad de voluntad, y 5)cooperación a su magisterio.

El Concilio Vaticano I, (sesión 4, cap. 3) definió que

la potestad de jurisdicción del Romano Pontífice, que es verdaderamente episcopal, es al mismo tiempo inmediata, es decir que afecta a todos los católicos en virtud de la subordinación jerárquica  y la verdadera obediencia. De al manera que si se conserva con el Sumo Pontífice la unidad de comunión y de profesión de la misma fe, la Iglesia se convierte verdaderamente en un solo rebaño bajo un mismo pastor.

Esta es la verdadera doctrina católica, de la cual nadie puede separarse sin poner en peligro su fe y salvación.