La moda de la cremación frente a la arraigada costumbre de enterrar a los muertos
Poco a poco van desapareciendo de la sociedad las buenas costumbres católicas. Hoy en día está muy de moda la cremación, quemar el cuerpo del difunto y entregar las cenizas a la familia, que disponen de ellas a su antojo. Son depositadas en el salón de casa u otro lugar o se esparcen en un lugar muy querido por el difunto o en la naturaleza…
La Iglesia tradicionalmente fue contraria a la cremación. Actualmente la autoriza en casos muy concretos y señala que esta debe hacerse no por razones banales, sino que deben ser razones de peso, verdaderamente graves: por razones de tipo higiénico, económicas o sociales.
Y la misma Iglesia advierte contra la tendencia panteísta, naturalista o nihilista latente en la cremación y señala que no se pueden permitir actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona, o como momento de fusión con la Madre naturaleza o con el universo, o como una etapa en el proceso de reencarnación, o como la liberación definitiva de la prisión del cuerpo. El P. Álvaro Sánchez Rueda, sacerdote, médico, y escritor profundiza en estas ideas.
¿Por qué es una costumbre católica arraigada enterrar a los muertos?
Porque es una forma de afirmar nuestra fe en la “resurrección de la carne”: nuestra fe católica afirma que, en el Día del Juicio Final, cuando venga Nuestro Señor Jesucristo en la gloria, “juzgará a vivos y muertos”, juzgará a toda la humanidad, a todos los hombres de todos los tiempos. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 997, dice así: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia, dará definitivamente a nuestro cuerpo la vida incorruptible, uniéndolo a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús”.