13.05.21

Juan Pedro Ortuño: “El Evangelio no se lee, se medita y se guarda en el corazón, como la Virgen”

Juan Pedro Ortuño Morente. Sacerdote diocesano de Madrid. Ordenado por San Juan Pablo II en el Congreso Eucarístico de Sevilla el 12 de junio de 1993. En la actualidad es Rector de la Ermita Virgen del Puerto de Madrid, Patrono de la Fundación COPE y Asesor del Consejo Editorial COPE. Licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad Pontificia de Salamanca, en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de San Dámaso y en Filosofía por la Facultad de Teología de San Dámaso. Profesor extraordinario en la Universidad de Salamanca.

Publicaciones: El Silencio del Pesebre (Scire/Balmes. Barcelona. 2002). El aleteo de Dios (Scire/Balmes. Barcelona. 2004) Lañas I (Mater Dei. Madrid. 2010. Lañas II (Mater Dei. Madrid. 2011). A la Sombra del Evangelio (iTunes y Amazon). Artículos de filosofía, ética y nuevas tecnologías en distintas revistas y publicaciones. En esta ocasión nos habla de su libro A la Sombra del Evangelio, editado por Voz de Papel.

¿Por qué un libro a la sombra del Evangelio?

El Señor, en los evangelios, invita a sus discípulos a retirarse a descansar. Serían momentos de intimidad en los que Jesús aprovecharía para hablarles sobre cuestiones que debían de ir profundizando en sus almas. Pero, también serían situaciones en las que buscaba distraerles, animarlos, y a que repusieran las fuerzas después de largas jornadas del anuncio del Evangelio … ¿Por qué no imaginar, en los días de calor de Judea, que esas conversaciones tuvieran lugar bajo la sombra de un árbol, siendo Jesús esa floresta que iba llenando los corazones de sus apóstoles de aspiraciones humanas y divinas?

¿Es el Evangelio el mejor árbol para que le cobije una buena sombra?

El Evangelio es la Buena Noticia que, cada uno de nosotros, deberíamos emplear, no como un libro que hay que discutir o razonar de manera “sesuda”. El Evangelio ha de ser descanso y reposo del alma, donde descubrimos el corazón enamorado de Cristo por cada uno nosotros.

El Evangelio no hay que hacerlo atractivo, pues ya de por sí es muy atractivo, solo hay que difundirlo con coherencia.

La coherencia, en cuanto significa “conexión”, sí es importante, pues nos va revelando la figura de un hombre que, además, es Hijo de Dios y nos ama hasta dar la vida por nosotros … ¡esa es su verdadera coherencia!

¿Leemos los católicos el Evangelio lo suficiente?

Más que leer, hay que meditar (y guardar en el corazón, como hacía la Virgen María) las palabras, gestos y obras de Jesús… sin precipitación, con sosiego y, sobre todo, descubriendo que, en cada uno de sus pasajes, Cristo nos habla de manera personal.

Una de las principales dificultades es que al ser relativamente cortos y estar muy manidos, a algunos ya no les dice nada nuevo… ¿Qué les diría a estas personas?

Más que cantidad, hay que hablar de un estilo de vida. De la misma manera que alguien que ama a un ser querido no se cansa nunca de decirle “te quiero” (y no le resulta en absoluto manido), Jesús, a través del Evangelio, quiere provocarnos un encuentro único e irrepetible, dándonos a conocer, no sólo su persona, sino decirnos en todo momento “¡te quiero! … Ven y sígueme”.

¿En qué medida este libro es el fruto de sus vivencias sacerdotales?

El sacerdocio es lo más maravilloso que ha ocurrido en mi vida. Además de encuentros personales con matrimonios, viud@s, solter@s, jóvenes, ancian@s, etc., hay un hecho inconmensurable: la vivencia de mi sacerdocio en cada Eucaristía, donde presto mi voz, mis manos … todo mi ser, para que Cristo se haga carne y sangre en el Altar. También el sacramento de la reconciliación es un hecho impresionante: Jesús “utiliza” al sacerdote para mostrar su ternura y su infinita misericordia a aquel que quiere experimentar en su vida el perdón de Dios y de la Iglesia… sólo así, dejándonos querer, podremos también dar misericordia y ternura a los demás.

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12.05.21

La corrección política: el arma fundamental del totalitarismo líquido. Entrevista a César Félix Sánchez

César Félix Sánchez es profesor de diversos cursos de filosofía e historia del pensamiento en centros de estudios y universidades de Arequipa, Perú. Conversa con nosotros sobre un tema de actualidad candente: la corrección política.

¿Qué entendemos por corrección política?

El origen de este término se encuentra en el centralismo democrático, esa suerte de oxímoron perverso con el que Vladimir Illich Ulianov alias Lenin bautizó su peculiar –y bastante perfecto- método para tiranizar grupos humanos ad intra. Como se sabe, Lenin consideraba que el partido revolucionario no debía ser un partido de masas (como el partido social-revolucionario ruso, que, recordemos, era el partido de izquierda mayoritario antes de la dictadura bolchevique o como los socialdemócratas alemanes), porque el riesgo de ser un partido de masas era la moderación y el parlamentarismo. Es decir, el amoldamiento a la vieja sociedad y sus tradiciones y jerarquías. Si se quería crear una nueva sociedad, había que crear un partido de cuadros, es decir, de revolucionarios selectos y secretos, que se veía a sí mismo como la vanguardia del proletariado, dispuesto, a la primera oportunidad, a hacerse con el poder. Su relación con las masas tenía que ser a través de organizaciones de fachada (como ligas por la paz o sindicatos), pero siempre habría de ser pequeño y profesional.

El partido de cuadros era gobernado por medio del centralismo democrático, un modo de liderazgo que decidía la «línea política del partido» en base a una supuesta discusión «abierta» entre la oligarquía partidaria más alta. Una vez decidida la «línea del partido», nadie podía discutirla ni cuestionarla. Las alas o tendencias dentro del partido estaban proscritas. Y siendo que, en el estado soviético de partido único, el partido se confundía con la sociedad, los méritos del buen ciudadano en todos los campos de la actividad humana se valoraban en la medida en que este asumiese la «línea política del partido». Si lo hacía, era considerado políticamente correcto y, por ende, un elemento confiable.

Lo curioso es que cuando la lógica de poder variaba, inmediatamente no solo cambiaba lo que era correcto políticamente sino incluso el pasado. Son famosas esas anécdotas de cómo, cuando algún líder histórico caída en desgracia durante las purgas estalinistas, se retiraban las ediciones de la Enciclopedia Soviética y eran reemplazadas por otras, con la misma fecha de impresión, donde páginas enteras y fotografías habían desaparecido, reemplazadas por otros contenidos. Esta corrección política dura se vivió en la URSS y en los países de Europa del Este hasta 1990 y todavía aun hoy se vive en Cuba y en China. En este último caso, esta práctica se encuentra en la base del orwelliano sistema de crédito social que impera en esta nación. En los países de Occidente, sin embargo, es a partir de la década de 1980, que empieza a difundirse una corrección política soft, que surge de las universidades y de los ámbitos académicos y de ONGs a capturar la línea editorial de los medios de comunicación masiva y los aparatos educativos, jurídicos y sanitarios de los estados. En resumen, ambos tipos de corrección política son fruto del totalitarismo.

¿En qué sentido son fruto del totalitarismo? Sus adoradores más bien señalan que la «corrección política» es precisamente un freno a la violencia y una forma de crear una cultura de paz donde nadie se sienta excluido ni marginado por los llamados «discursos hegemónicos»…

Ante todo debemos definir totalitarismo. Me remito al historiador italiano Emilio Gentile en su libro La vía italiana hacia el totalitarismo. Partido y estado en el régimen fascista, que sostiene que es «un experimento de dominación política, puesto en práctica por un movimiento revolucionario (…) que aspira al monopolio del poder y que, después de conquistarlo (…) destruye y transforma el régimen preexistente y construye un estado nuevo, fundado sobre el régimen de partido único, con el objetivo principal de efectuar la conquista de la sociedad, esto es, subordinar, integrar y homogeneizar a sus gobernados, conforme al principio de politicidad integral de la existencia (…) y crear un hombre nuevo (…)». Tenemos entonces que, quienes buscan realizar un experimento de dominación política revolucionaria para crear un hombre nuevo, deben politizar integralmente la existencia humana.

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11.05.21

El milagro de Calanda, el más documentado de la Historia. Entrevista a José Antonio Bielsa

José Antonio Bielsa Arbiol es articulista y escritor, historiador del arte y graduado en filosofía. Colabora en diversos medios de comunicación. En esta entrevista analiza en profundidad el milagro de Calanda, que conoce perfectamente como historiador y como calandino profundamente ligado a la tradición pilarista.

Para comenzar, háblenos de la importancia histórica del Milagro de Calanda.

Es uno de los grandes milagros de la historia de la Catolicidad, certificado por la Santa Madre Iglesia; se trata además de un milagro “de hierro”, de puro irrefutable en cada uno de sus puntos, sin fisuras ni grietas que lo hagan tambalear. Sus más encallecidos detractores, a los que tanto quita el sueño tan prodigiosa manifestación del poder de Dios, no han logrado destapar un supuesto fraude asido a intereses políticos, por el mero hecho de que nunca lo hubo.

Al mismo tiempo, el Milagro de Calanda ha intentado ser desmitificado por investigadores heridos en su cuadriculado entendimiento, lo mismo que atacado por incrédulos de toda laya –e incluso tergiversadores/falsificadores de la Historia, cuyos impíos nombres omitiré por caridad–, siendo sometido ocasionalmente a una lectura de bazar de feria bien típica de nuestro descreído tiempo. Pese a todo ello, el Milagro de Calanda resiste las embestidas del tiempo, siglo tras siglo, imponiéndose (al menos por la naturaleza de los hechos y aplastante veracidad, y verdad, del mismo) como uno de los más inauditos, sorprendentes e indiscutibles de los habidos en la historia del Cristianismo: el hecho empírico, el Milagro, se impondría de este modo como certera evidencia de la real posibilidad del milagro (del latín miraculum, derivado de mirari: asombrase) en el mundo terreno, con todas sus consecuencias.

Se considera el mejor documentado de la historia.

Con razón, así lo es: son las fuentes primarias las que “hablan” con la sinceridad del primer día, pues este hecho extraordinario tiene a su favor un documento sin el cual todo quedaría en espejismo dudoso (especialmente para el moderno henchido de empirismo): se trata del Acto público del notario Miguel Andreu, de Mazaleón, testificado en Calanda el 2 de abril de 1640, escrito apenas cinco días después del milagro. Sin este documento esencial, reiteramos, el Milagro de Calanda sería uno de tantos. Mas el texto existe para nuestra suerte.

Un segundo documento en importancia –al menos desde la perspectiva histórica del hecho– sería la Sentencia del Arzobispo de Zaragoza, D. Pedro Apaolaza Ramírez, de 27 de abril de 1641, declarando milagrosa la restitución súbita a Miguel Juan Pellicer de su pierna derecha amputada, relectura atenta del suceso, escrita con una corrección de estilo ausente en el previo, y afirmación definitiva del Milagro como tal.

Y uno de los más importantes después de la resurrección de Cristo, que se considera anticipo de la resurrección de la carne.

Tal cual. Y esto es lo que saca más de quicio a los enemigos de Cristo y la Iglesia: la constatación de la resurrección de la carne.

¿Podía hacernos una narración de los hechos lo más exhaustiva posible?

Ocurrió la noche del 29 de marzo de 1640, en la villa turolense de Calanda y en la persona de Miguel Juan Pellicer, joven mutilado de la pierna derecha, que le había sido amputada –cuatro dedos por debajo de la rodilla– dos años y cinco meses antes, a finales de julio de 1637 en Castellón, al pasarle por encima un carro lleno de trigo. Pellicer, que por entonces contaba diecinueve años de edad, fue llevado al Hospital de Valencia, donde la herida le fue sometida a una deficiente cura. Nostálgico de su tierra, se encaminó cinco días después hacia Zaragoza, subsistiendo a base de limosnas, y llegando a ésta en los primeros días de octubre de dicho año. Lo primero que visitó fue el templo de Nuestra Señora del Pilar, siendo ingresado a continuación en el Hospital de Gracia, donde le fue amputada la pierna dado su penoso estado.

Las informaciones y sutilezas de detalle de que disponemos sobre este peregrinaje son muchas y más que suficientes. Lo más significativo, con todo, viene después: tras practicar la mendicidad a las puertas del Pilar, donde Miguel Juan adquirió cierta popularidad como pordiosero habitual en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza, y tras oír misa diaria en la Santa Capilla, regresaría a su Calanda natal. El viaje, largo y difícil, culminaría finalmente. A la espera (inesperada) de la noche del 29 de marzo de 1640, todo cuanto hasta ahora hemos apuntado nada tiene de extraordinario. Sin embargo, aquella noche, algo sobrecogedor, inexplicable, glorioso en su excelso significado, iba a ocurrir: tras encomendarse, como hacía siempre, a la Santísima Virgen del Pilar, Miguel Juan se durmió… Fueron sus padres los que al entrar en el aposento del hijo, horas después, reconocieron con la luz del candil que Miguel Juan tenía no una, sino las dos piernas.

Tal y como confesaría después Pellicer, éste soñó que la Virgen del Pilar le había traído y puesto la pierna antaño amputada. Para sorpresa de los médicos y del pueblo en general, algunas de las heridas y marcas de la pierna pretérita aparecían en la “nueva” pierna (que no era una nueva pierna, sino su “antigua” pierna). Este hecho de resonancia europea marcaría la vida de nuestro hombre, hasta el punto de que el propio Felipe IV, recibiéndolo en su corte, le besaría la resucitada pierna.

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10.05.21

José Enrique Bustos: “La revolución protestante es la más peligrosa porque las demás beben de ella”

José Enrique Bustos Pueche nació en Madrid en 1950. Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, durante quince años se dedicó al ejercicio profesional de la abogacía, hasta que, en 1988, obtuvo la plaza de profesor titular de Derecho Civil en la Universidad de Alcalá. Fue secretario general de esta universidad entre 1990 y 2002. En septiembre de 2020, tras más de 30 años de trayectoria docente, se jubiló como profesor y como decano de la Facultad de Derecho de la citada universidad.

Académico correspondiente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, es autor de cinco libros jurídicos y de unos cincuenta artículos doctrinales. Al margen del derecho, su interés intelectual ha orbitado en torno a las humanidades y, muy señaladamente sobre la historia. En esta ocasión nos habla de su libro La herejía de Lutero de la editorial Libros Libres.

¿Por qué un libro sobre la herejía de Lutero?

Al observar que con ocasión del quinto centenario de la publicación de las 95 tesis de Lutero, se extendía una ola de benévola comprensión con el personaje, y además impulsada por eclesiásticos, que por su rango o posición podían gozar de credibilidad, me creí obligado a denunciar semejante intento revisionista, convencido de que la rebelión luterana ha sido la mayor tragedia que ha caído sobre Occidente y sobre la Iglesia Católica desde el Islam.

¿Por qué se ha puesto de moda esta leyenda rosa sobre Lutero y la herejía protestante?

Es una manifestación más de la mundanización que está infectando a la Iglesia desde el postconcilio. Las confesiones luteranas han ido aceptando todas las tesis exigidas por el hedonismo, el feminismo radical, y la ideología de género, y, en ciertos sectores de la Iglesia Católica, se ha producido ese movimiento mimético.

Este blanqueamiento de su figura es una tomadura de pelo.

Sólo puede obedecer a ignorancia o a maldad.

En este ensayo se propone refutar las dos grandes premisas en las que se funda esta leyenda: ni Lutero pretendió reformar la Iglesia ni las consecuencias de su revolución han sido esencialmente benéficas. ¿Cómo lo puede fundamentar?

Lutero se confeccionó una religión a la medida para resolver su problema existencial: incapaz de evitar el pecado -fuera o no el pecado solitario- y obsesionado por la amenaza de la condenación eterna decide que las obras no son relevantes y que basta con la creencia firme en que uno ya ha sido salvado. El rechazo de la Santa Misa, de la Iglesia, de los sacramentos de los Santos…; si eso ha resultado beneficioso para la Iglesia…

Fue una gran ruptura, perniciosa no solo para la cristiandad sino para la recta filosofía, pues muchos de los filósofos inmanentistas son de raíz protestante. ¿Puede hablar de esta influencia en Hegel, Kant, Hume etc.?

Mis conocimientos acerca de la Historia de la Filosofía no pasan de los de un aficionado, pero creo que puede afirmarse, sin duda, que la filosofía moderna y contemporánea, en gran medida, ha sido racionalista e idealista. Ambas notas son fruto del individualismo narcisista que Lutero no inventó pero sí utilizó y difundió como nadie lo había hecho hasta entonces. Desde Descartes el hombre es sólo razón; las cosas exteriores me resultan inaprehensibles e inseguras, luego, al final, donde se construye la realidad es dentro de la razón de cada cual. Puro individualismo de quien se entendía directamente con Dios: sin Iglesia, sin Magisterio, sin Sacramentos, sin Santos; sólo la Biblia -y expurgada- interpretada exclusivamente por él: eso es individualismo narcisista.

La primera parte del libro analiza su figura y la herejía con rigor demostrando que Lutero no fue un reformador, sino un hereje, y que su propuesta no era una reforma, sino una ruptura.

Así es, como he dicho antes, porque nadie pretende reformar la Iglesia Católica rebelándose, y desmesuradamente, contra el Papa y el Magisterio de las Iglesia, suponiendo que durante mil quinientos años todos han estado equivocados hasta que llegó él.

La segunda parte analiza las graves consecuencias de esa ruptura, ¿en qué forma han llegado a nuestros días?

En efecto, en el libro trato de mostrar que fenómenos como la crisis de la autoridad, el voluntarismo, el reforzamiento del Poder público hasta la tiranía, el sentimentalismo, el relativismo, la ideología de género como máximo exponente del individualismo, etc., tienen raíces luteranas, lo que no arguye que sea su única causa, pero sí un factor muy relevante.

De hecho la revolución protestante, junto con la francesa (que bebe de sus fuentes), la comunista y la de mayo del 68 se consideran algunas de las principales revoluciones de la historia.

Así es. Y la protestante la más nociva porque en mayor o menor medida todas beben, como Vd. dice, en aquélla.

¿Qué es lo que aporta el libro y por qué recomienda su lectura?

El trabajo es un intento de remover las conciencias, empezando por las inteligencias. Es indudable que el Estado del Bienestar ha traído a la sociedad occidental un nivel de comodidad, riqueza y holgura, imprevisibles totalmente hace cien años. Pero en ese estado placentero en que se sitúa, la persona tiende al hedonismo y, luego, a la atrofia del raciocinio. Gozoso porque tiene de todo y no encuentra casi ningún límite para dar satisfacción a sus caprichos, el hombre, casi sin advertencia, propende a creer que la felicidad en esta vida –entendida al modo hedonista- es su único horizonte, de modo que su verdadero fin consiste en “hacer un mundo mejor”, pero que entienden en significado estrictamente materialista. Y así, se pierde el sentido crítico de hechos y comportamientos; venga lo que venga parece bueno; no hay que ser negativo ni pesimista; todo progresa adecuadamente; los tiempos antiguos fueron peores… Y cuando quiera darse cuenta, una civilización, como tantas otras, se habrá desmoronado.

Pero el hombre es libre y no existe el determinismo, las cosas pueden cambiar y el hombre es capaz de reorientar la marcha de la cultura y salvar una civilización que es incomparable con cualquier otra, aunque los necios me acusen de eurocentrismo.

Mi libro quiere ser una modesta contribución a esta tarea apasionante. Muchas gracias por su participación en la tarea.

Por Javier Navascués

7.05.21

100 años difundiendo cultura católica. José María Alsina habla del aniversario de la Librería Balmes

Reproducimos por su interés un artículo de la web de la arquidiócesis de Barcelona que nos habla del centenario de la Librería Balmes. El presidente de la Fundación Ramon Orlandis Despuig, José María Alsina, explica los orígenes de la librería, que se remontan a principios de siglo XX.

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Tras un siglo de actividad el propósito con el que abrió la librería religiosa se mantiene y se ha extendido más allá de Europa

La Librería Balmes, situadada en la planta baja del edificio modernista de la calle Duran y Bas, celebra sus primeros cien años de vida. A lo largo de este tiempo, se ha convertido en uno de los puntos de difusión de cultura religiosa de referencia en Barcelona. Actualmente, depende de la Fundación Ramon Orlandis que la adquirió hace 20 años, aun así, sus inicios se remontan con la fundación de la entidad Fomento de Piedad Catalana.

Una historia de hace 100 años

El presidente de la Fundación Ramon Orlandis Despuig, José María Alsina, explica los orígenes de la librería, que se remontan a principios de siglo XX. El Sacerdote Mn. Eudald Serra fundó la entidad Fomento de Piedad Catalana y en 1913 se abrió la Biblioteca Fomento de Piedad Catalana. El propósito era «dignificar la religiosidad popular a través de formularios nuevos de plegaria y melodías de cantos religiosos». El mismo obispo de Vic Josep Torras y Bages fue el mentor espiritual de estas obras.

En 1916, se creó la Librería Balmes como sección del Fomento dedicada a la venta y difusión de sus libros. Con la repercusión que adquirió, en 1920, cambiaron de lugar y se abrió la librería en el edificio de la calle Duran y Bas, 11, de Barcelona, donde continúa actualmente.

Tal como explica Alsina, originariamente la librería era «exclusivamente religiosa.» Cuando la Fundación Orlandis la adquirió, se ampliaron las lecturas a la literatura relacionada con la cultura católica, en general.

Fuente de cultura católica

Hoy en día en la Librería Balmes se encuentran libros para niños, jóvenes y adultos. Entre estos, hay diferentes temáticas y géneros. Novelas, biografías, hasta lecturas más académicas y teóricas. Un repertorio pensado para mantener la esencia de la librería. De hecho, a pesar de ampliar el abanico de lecturas, el objetivo inicial que inició la librería continúa, explica Alsina.

«La cultura católica es aquello que respiramos, si no la difundimos la fe se debilita», asegura Alsina. «Por eso, la Librería Balmes tiene, en primer lugar, una misión evangelizadora, a través de la lectura». Por otro lado, quiere «motivar la lectura de libros importantes. Promover el pensar, el reflexionar, el contemplar… cosas necesarias no solo para la vida religiosa sino para todo hombre», añade.

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