Trivializar la muerte, síntoma de una sociedad sin Dios y sin esperanza
Recientemente causó mucha conmoción en toda Francia la muerte de Agnès Lasalle, una profesora de español que fue asesinada por un alumno de 16 años y no es para menos pues es algo ciertamente inusual y terrorífico que un adolescente asesine a su propia profesora.
La gente estaba muy sensible ante tal espeluznante asesinato. Poco después tuvo lugar el funeral y el hecho se hizo viral porque su esposo la despidió con un baile (como se puede ver en el vídeo al final del artículo) al compás de lo que parece una canción muy popular en Francia y después muchos de los presentes se pusieron a bailar delante del ataúd de la fallecida.
Vi claramente que cuando un servidor acabase los compromisos de las entrevistas pendientes, el hecho tenía un buen artículo de opinión que podía ayudar a reflexionar sobre uno de los síntomas de la decadencia de nuestra sociedad actual.
Por supuesto que no juzgo la intención del esposo que presupongo muy buena y el amor que sentía por su mujer y que estaba muy sensible ante tan horrendo crimen y fue una especie de catarsis. Seguramente pensó que la mejor manera de honrarla era dedicarle el que presumiblemente sería uno de sus bailes preferidos.
Humanamente no hay nada reprochable, aunque si elevamos la reflexión al plano sobrenatural, estoy convencido de que, aunque la intención fuese buena, acabó siendo una manera de trivializar la muerte. Y me impactó mucho el contraste entre ese baile mundano y la gravedad católica ante las postrimerías, en donde el alma abandona este valle de lágrimas y es juzgada por Dios. La Iglesia siempre ha enseñado que también se guarde un gran respeto por los cuerpos. La costumbre católica es rezar por los muertos.