El P. Christian Viña analiza con entusiasmo su nuevo libro Buscando nuevos guerreros de Cristo Rey

Dios mediante, el libro será presentado el viernes 31 de octubre (en las vísperas de la solemnidad de Todos los Santos), a las 19, en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, calle 11 entre 45 y 46, de La Plata. En la oportunidad, hablarán, entre otros, el párroco, padre Gabriel Delgado, el filósofo platense, profesor Claudio Mayeregger, y el propio P. Christian Viña.
Enl libro ha sido escrito este 2025 en adhesión a los 1.700 años del Concilio de Nicea, que definió dogmáticamente la consustancialidad del Padre y del Hijo. Y, también, por los cien años de la encíclica “Quas Primas", de Pío XI, de feliz memoria, que proclamó a Cristo como Rey.
El libro ya puede encargarse a Editorial “Santa María".
¿Cómo nace el libro “Buscando nuevos guerreros de Cristo Rey"?
Dios me ha dado la gracia -varios años antes, incluso, de ser ordenado Sacerdote- de escribir libros. Lo vengo haciendo desde 1997; cuando alternaba la publicación con mi trabajo profesional en el periodismo. Ya como Sacerdote, seguí escribiendo notas y poemas; que aparecieron en distintos portales, como “InfoCatólica". Y, de esta forma, los libros prácticamente “se fueron haciendo solos"; pues constituyen una selección, una antología si se quiere, de aquellas entregas. En este 2025, una vez más con la Editorial “Santa María", publicamos “Buscando nuevos guerreros de Cristo Rey", en adhesión a los 1.700 años del Concilio de Nicea, que definió dogmáticamente la consustancialidad del Padre y del Hijo. Y, también, por los cien años de la encíclica “Quas Primas", de Pío XI, de feliz memoria, que proclamó a Cristo como Rey, en cuanto hombre; por cuanto como verdadero Dios posee, junto al Padre y al Espíritu Santo, todo el poder, y la misma adoración y gloria.
Desde hace varios años, inspirado por el querido padre Alfredo Sáenz, SJ; que, a principios de los 90, nos hablaba en Argentina de Anacleto González Flores, y de los Cristeros, cuando en Méjico estaba prohibido hacerlo, la Epopeya Cristera me cautivó. Católicos como nosotros, en la amada tierra guadalupana, ofrendaron su vida al grito de “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!". Quise, entonces, rendirles mi homenaje. Que se prolongará, Dios mediante, con mi próximo libro, en 2026; en que se cumplirán cien años del comienzo de dicha Epopeya.
Estas páginas son, pues, un homenaje y un reto. Tributo especialísimo a los Santos Mártires Cristeros, muy próximos a nosotros. Y, también, a los de la Cruzada de Reconquista de España, ante el ataque comunista; y a todos los demás católicos que, ante el nazismo, el comunismo y el terrorismo mahometano, entre otros, han dado -y dan- valiente testimonio de Cristo Rey. Y es, también, un desafío, un toque de trompeta, un llamado al deber cristiano de la lucha, por los Derechos de Dios; en los que se fundamentan los derechos del hombre. Porque -jamás nos cansaremos de repetirlo-, donde no hay lugar para el Señor, tampoco hay lugar para nosotros…
¿Qué cualidades debe tener un guerrero de Cristo Rey?
El querido padre Sáenz, en sus libros, y memorables conferencias, siempre nos recordó que un guerrero de Cristo Rey debe estar armado por la OEA; que nada tiene que ver, por supuesto, con esa masónica y globalista Organización de Estados Americanos. Se trata de Oración, Estudio y Apostolado. La Oración, porque Él nos llamó para estar con Él, y para enviarnos a predicar (cf. Mc 3, 13). Todo combate por Cristo, con Cristo y en Cristo, comienza de rodillas frente al Sagrario; que es el mejor tiempo invertido. No hay que “tener tiempo” para rezar; hay que “hacerse tiempo” para hacerlo. Porque, en definitiva, el tiempo no es nuestro, sino de Dios, que nos lo presta. Por eso, hay que saber invertirlo para alabanza y gloria de su Nombre, y nuestra propia santificación.
El Estudio es imprescindible. Católico ignorante, futuro protestante. O futuro “cascotero"; de los que, por no estar suficientemente formados, todo lo cuestionan y critican, sin aportar nada, en la Iglesia. O sea, viven tirando cascotes; en vez de ser ellos piedras vivas. Hay que conocer bien la Biblia, a los Padres de la Iglesia, al Magisterio, a la Historia de la Iglesia; para ser católicos sin complejos, y conscientes de que “milicia es la vida del hombre sobre la Tierra” (Jb 7, 1). Y el Apostolado incluye la labor evangelizadora o las tareas concretas en una parroquia, misión o comunidad; y todo aquello que, en la fábrica, en la universidad, y en cualquier ámbito público requiere del compromiso de los católicos. ¡A Dios rogando, y con el mazo dando!
¿Quedan guerreros así hoy en día?
Por supuesto. Aunque, en no pocas ocasiones, ni ellos mismos sepan plenamente que lo son. Lo veo, especialmente entre los jóvenes; en los que son nietos o bisnietos de los jipis de los años sesenta. De aquellas generaciones arrasadas por el ateísmo, la herejía, la promiscuidad y una montaña de perversiones y corrupciones, en todos los ámbitos, van quedando pocos. Sus descendientes han sido las primerísimas víctimas de sus descontroles. Y, por lo tanto, no solo no quieren ser como ellos, sino que buscan ser absolutamente distintos. Saben que sin Dios, sin naciones y sin familia ningún futuro es posible. Hoy ser “revolucionario” es ser católico a fondo, sin disfraces, ni rebajas. Y esa búsqueda de heroísmo y de santidad, felizmente, goza de muy buena salud. Prueba de ello es cómo enamora la ortodoxia y la Tradición. ¿Dónde hay vocaciones al matrimonio, al Sacerdocio y a la vida religiosa? En las familias numerosas, con hijos fervorosos que buscan ser parte de la solución y no del problema. Todo el tiempo veo cómo les fascina, a niños y adolescentes, por ejemplo, la historia de Santa María Goretti, de San Luis Gonzaga y de San José Sánchez del Río, por citar solo algunos nombres. Ellos, también, quieren darse totalmente al Señor y su amadísima Iglesia. Está en nosotros, los sacerdotes, saber guiarlos, sostenerlos y contribuir a su maduración.
¿Por qué los busca, en la mayoría de los casos, en la vida cotidiana?
Puedo asegurar que no los busco; ellos me buscan a mí. Mejor dicho: el Señor los pone en mi camino para que, por de pronto, contribuyan a mi edificación. Y para que, al conocerlos, pueda difundirlos. Y, así, a muchos hermanos estos testimonios les sirvan de provecho.
Se encuentran por ejemplo, en estas páginas, además de los relatos del heroísmo de los mejicanos, en la Epopeya Cristera, el de nuestros sacerdotes y soldados en la Gesta de Malvinas. Recuerdos de sacerdotes íntegros -que me marcaron en mi camino al Sacerdocio-, como los inolvidables padres Domingo Cuasante y Ángel Bernasconi. Palabras y gestos de enfermos, médicos y familiares, que en un hospital buscan abrirse al Señor; aún en medio de sus debilidades. Ocurrencias de taxistas, peatones, hermanos que viven en la calle, adictos y demás hijos de Dios; que todo el tiempo pone la Providencia, en mi camino. Jóvenes llenos de santo atrevimiento que, sin respetos humanos, rezan por la calle, en los micros; y que se preparan, de ese modo, para vencer al maldito “qué dirán". En cada uno de ellos, y en otros personajes que por aquí desfilan, está presente esa chispa divina, que enciende incluso los corazones más fríos. Y que habla, obviamente, con distintos grados y dimensiones, de explícitas o tácitas voluntades de servir a Cristo Rey. O que, al menos representan terreno fértil para plantar ese desafío. Hay, también, acrósticos, sonetos y otros poemas; con los pies puestos sobre la tierra, y la mirada bien alta, en la Eternidad.
¿Se podría decir que el libro es una recopilación de vivencias de fe que Dios le ha puesto en el camino?
Sí, absolutamente. Todo el tiempo el Señor me muestra su Providencia en las almas. Sólo con su inspiración -que hace posible, también, mi “transpiración"- puede ver la luz una obra como la presente. Hoy, como en todas las épocas, debemos seguir buscando nuevos guerreros de Cristo Rey. Que los hay; y que, incluso, vienen en los momentos menos pensados a nuestro encuentro. Por eso, entonces, publicamos este libro. Para alentar a los que ya lo son; para invitar a serlo a los indecisos y titubeantes; y para que vuelvan a la batalla quienes se alejaron, por meras miradas horizontales, con ausencia de sobrenaturalidad.
De todos los casos edificantes que nos regala en el libro. ¿Cuál le ha impresionado más?
Todos los hijos que el Señor puso en mi camino, y que reúno en esta obra, me han impresionado. Los Cristeros, obviamente, ocupan un lugar central. De hecho, la dedicatoria del libro, reza: “En honor de los Santos Mártires Cristeros mejicanos. A los sacerdotes cancelados, que crecen en fidelidad, en medio de la persecución. A todos los que buscan ser valientes soldados del Rey de reyes". Y, en sus primeras páginas, están las fotos de los Mártires Cristeros mejicanos: San Cristóbal Magallanes y San Rodrigo Aguilar Alemán, sacerdotes, canonizados junto a otros veinte sacerdotes y tres seglares, el 21 de mayo de 2000, por el Papa San Juan Pablo II. Además, la tapa trae las imágenes de un grupo de combatientes Cristeros, del Beato Anacleto González Flores, de San José Sánchez del Río, y de San Rodrigo Aguilar Alemán; de quien es muy devoto, por historia y hasta por apellido, el querido hermano sacerdote, padre Santiago Agustín Alemán, autor del prólogo.
Por supuesto, también es impactante el relato sobre el padre Domingo Renaudiere de Paulis, OP; uno de nuestros Capellanes, en la Gesta de Malvinas. Conmueven, asimismo, los testimonios de jóvenes que luchan por su virginidad y castidad. Los de quienes quieren que España siga siendo cristiana, y no se transforme en musulmana. Y los que, aún sabiéndose minoría, se animan al “buen combate” (2 Tm 4, 7) por el Señor y su amadísima Iglesia. Como Sacerdote me impactó lo que me dijo, en su hora, Carlos; y que cuento en el relato: “¡Padre! ¡Frente a la muerte, por fin conocí al Amor!". Murió muy joven, tuvo una mala vida, muy lejos de Dios, pero sus últimas jornadas lo transformaron, con la gracia de los Sacramentos, en un auténtico guerrero de Cristo Rey.
¿Cómo puede ayudar el libro a que cada lector emule a estos guerreros de Cristo?
Por de pronto, que cada lector tome conciencia de que ser guerrero de Cristo Rey no es un privilegio para pocos, sino un deber para todos. El mundo no se cambia con excusas, ni con pretextos para no hacer nada y echarles la culpa a los demás. Cada uno debe tomar su puesto de combate. En el Sacerdocio ("He terminado de decir mi Misa Santa: el Altar es mi campo de batalla", dice el padre Domingo, en su “Diario de Malvinas"); en la vida consagrada, en la familia, en la vida pública. Más que nunca, debemos enamorarnos de Cristo; y ser capaces de entregar por Él la propia vida (si nos da la gracia del martirio) o de gastarnos y desgastarnos por Él, en cada momento de nuestra existencia. Está ese martirio “blanco” o “seco"; que consiste en dejar, en cada momento, una gota de sangre en el servicio del Señor. De lo que se trata es de sacudirnos del conformismo, del derrotismo y de la comodidad. Como dice el gran poeta español, José María Pemán: “Y al fin rendido quisiera poder decir, cuando muera, Señor yo no te traigo nada de cuanto tu amor me diera. Todo lo dejé en la arada, en tiempo de sementera. Allí dejé mis ardores, vuelve tus ojos allí, que allí he dejado las flores, de consuelos y de amores, y en ellos te hablarán de mí".
¿Por qué merece la pena leerlo y qué fruto espera en las almas?
¡Hay que leerlo, para que se venda y la Editorial pueda seguir ayudándonos con la publicación de otros libros…! No estamos en esto para ganar dinero, sino almas para el Señor. Pero, por supuesto, la imprenta necesita insumos y hay que pagar el sueldo de quienes allí trabajan… Espero, pues, que cada lector, con San Ignacio de Loyola, se pregunte: qué hice por Cristo, qué hago por Cristo, y qué haré por Cristo. Los más débiles, los postrados, los más enfermos, me edifican, todo el tiempo, con su testimonio. Desde sus múltiples limitaciones, rezan, ofrecen sus dolores y se mortifican por el triunfo del Señor y su amadísima Iglesia. En cambio, duele muchísimo ver tanta gente sana, sin mayores dificultades, anclada en el egoísmo y la insensibilidad. Si quienes lean el libro se proponen rezar más, estudiar más y trabajar más por Cristo Rey, el objetivo estará totalmente cumplido.
Os agradezco a ti, Javier, y a todos los colegas y lectores de “InfoCatólica", por su hospitalidad y apoyo. Y me encomiendo a sus oraciones; para que mis escritos sirvan siempre al Divino Rey, Buena Noticia del Padre…
Por Javier Navascués
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