6 sacerdotes reflexionan sobre la bendición que supuso la peregrinación a Covadonga

Seguimos ofreciendo testimonios de la peregrinación a Covadonga, que esperamos sean de su agrado y les edifiquen. En esta ocasión continuamos con más sacerdotes, aunque irán saliendo a la luz también los de varios seglares, voluntarios…

P. Pablo Pich-Aguilera

Después de una exitosa primera edición, no podía faltar a la segunda de esta maravillosa iniciativa de peregrinar a la Santina de Covadonga. Unidos en María, Madre de la Iglesia, hemos marchado durante 90 kilómetros para pedir por la Iglesia y por España.

Fue una alegría saludar a tantos que repitieron y ver rostros nuevos. Muchos de ellos jamás habían ido a Misa Tradicional, otros solamente habían oído hablar de ella. De nuevo, como en la primera edición, se respiró un aire de amor a la Iglesia y a la Santa Misa, alejados de toda polémica.

El camino se hizo, este año, más arduo que el anterior, ya que tuvimos que andar dos días bajo un sol abrasador. El sufrimiento de muchos se palpaba en rostros y en maneras de andar, pero la alegría de sus rostros hacían notar ese espíritu penitencial.

Para mí ha sido profundamente edificante en varias historias de personas con las que he coincidido y a las que el Señor ha tocado el corazón. Uno, incluso sin bautizar, quedó profundamente tocado por lo que hemos vivido estos días.

Doy profundas gracias a Dios y a la Santísima Virgen de Covadonga por este grandísimo regalo. Esperamos ya con ansia la tercera edición. ¡Laudate, laudate, laudate Maria!

Mn Emmanuel Pujol

Grande, sublime y católico. Muy católico… Genuinamente católico. Descaradamente católico. Un faro de esperanza y un movimiento que todavía ha de dar muchos más frutos. El acontecimiento más esperado del año para todos los que amamos la Santa Misa tradicional y el Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo.

No ha decepcionado. De nuevo, otra vez, un reclamo unánime, inspirado en los ánimos juveniles de estos mil peregrinos que simplemente anhelan lo sagrado y que vibran con los Ideales que llevaron a nuestros mayores a legarnos la fe en un cuerpo social. Eso es lo que significa para todos Covadonga: es la Cristiandad, defendida bajo el amparo maternal de María, Auxilio de los cristianos, por una pequeña pero irreductible resistencia, al grito de «¡Santiago y cierra, España!». Y de nuevo defendida en tantas batallas en nuestros reinos y ante tantos enemigos externos e internos con idéntico espíritu católico.

Hoy pues, una nueva generación de jóvenes se ha vuelto a conjurar para estar a la altura de las grandes gestas, la épica y el heroísmo de los españoles que nos han precedido en esta titánica pelea. Conjurados de ahora en adelante, conforme a nuestra vocación nacional, a restaurar la Cristiandad en todas las Españas y en el mundo entero, confiados en el Dios que dio la Victoria a David frente a Goliat y en el carácter patrio que nos inclina a preferir la muerte a la capitulación.

¡Cuantos admirados han descubierto la Misa y la doctrina de siempre entre un sentimiento encontrado de gratitud y rabia! Gratitud a Dios y a la Iglesia, que nos dio este maravilloso Tesoro, y rabia ante aquellos que sin ningún derecho nos han privado de él durante demasiado tiempo. De nada servirán ya las “doctas” explicaciones que en vano intentarán convencerles de que es mejor lo nuevo, lo moderno y el producto artificial de una camarilla de sabiondos. Ellos ya han probado la realidad y fruto de un instinto genuino de fe que les hace discernir infaliblemente la verdad del error (el sensus fidei), tienen un veredicto que no da lugar a dudas: preferimos el venerable tesoro acrisolado en los siglos, el patrimonio sagrado que nos corresponde y que nadie nos puede arrebatar, eso que llamamos, con mayúscula, Tradición.

Rodrigo Menéndez Piñar, pbro

Esta segunda edición de la peregrinación nos ha confirmado que la liturgia romana tradicional y la cosmovisión católica que ha ha fecundado los siglos no son el culto a unas cenizas, sino la preservación de la llama. Un fuego que sirve para provocar el incendio que Nuestro Señor quiso para la Tierra (cf. Lc 12, 49-53).

Uno se encuentra en ella con almas que padecen las mismas luchas, que sufren las mismas dificultades, que perseveran en la fidelidad a Jesucristo frente a las potencias de este Mundo, que, como nos enseñó el Primero después del Único, combaten bien su combate, corren hasta la meta, mantienen la fe (cf. 2 Tm 4, 7). Y todo ello con una esperanza fuerte, llena de alegría, porque escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica: in patientia vestra possidebitis animas vestras (Lc 21, 19). Es lo que el Evangelio llama hypomoné y los Padres de la Iglesia comentan ampliamente:virtud cristiana fundamental en la que deberíamos ahondar toda nuestra vida, la más específica del libro de Apocalipsis y la más propia de los últimos tiempos de la historia.

Y este encuentro fortalece a todos porque nos ayuda a hacernos espaldas unos a otros, al decir teresiano. Dios siga bendiciendo sus frutos y nosotros sigamos trabajando por ellos.

Fray Xavier Catalá O.P.

Un acontecimiento modélico en formato y en contenido. Se ven cosas más bullangueras o más formales, pero la peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad tiene personalidad propia: un gozoso camino de penitencia para aterrizar a los pies de la Virgen María y pedirle por el matrimonio indisoluble de la fe cristiana y nuestra patria. Nuestra patria se fragmenta. Parece que la Iglesia también. España sucumbe como drogada ante ideas que no cuentan con la grandeza de su historia y políticas que no auguran un próspero futuro en la unidad y en la paz. Por no hablar de las ideologías, que infectan mortalmente cuanto tocan. La Iglesia sufrió una ruptura litúrgica –que no reforma- y cambió la seda por el percal ocasionando ambigüedades, desconcierto, fealdad y zozobra.

Los católicos, orgullosos de serlo, han mantenido un difícil equilibrio entre obediencia y principios durante décadas. Ahora ya no es tabú ser tradicional: es como ser madrileño y del Barça. Se puede tolerar y respetar, pero no parece muy “católico". La peregrinación vivida este año ha vuelto a dejar un buen sabor de boca, pero no permite todavía aventurar grandes conclusiones futuribles (la peregrinación cuenta dos años ¡es una baby!) pero cumple con su más importante misión: visibilizar y normalizar la tradición que nunca se perdió del todo y que es la que hace que la Iglesia tenga una verdadera e inconfundible identidad. Algunos indicios nos permiten ser optimistas: cada vez somos más, todos jóvenes, y sabemos que lo que pretendemos es legítimo y santo.

Resumiendo: la peregrinación es: cansancio y sudor, ampollas en los pies, cuestas interminables, miembros entumecidos, horarios que no cuadran, frailes que resoplan, regueros de salitre en las negras sotanas, madrugadas de bocinazos amenazantes, higiene incómoda y escasa, comidas desiguales (unos con potingues de conserva y otros con paellas al dente), relente abundante en la noche, sol inmisericorde en el día… y la gloria del culto católico, belleza al alcance de todos, mesura y armonía en el ambiente, latín vivo en los misales, cera goteando en los altares, sorpresa y alegría en los lugareños, el Dios creador alabado por sus siervos, las montañas vibrando con los cantos, rosarios engarzados paso a paso, crucifijos y estandartes ondeando al viento, gregoriano y polifonía que levantan a un muerto, cordialidad y convivencia en todo momento… y al final: Ella. Ya me apunto a la próxima.

Juan Miguel Corral Cano, Pbro.

Una peregrinación rebosante de gracia

Este ha sido el primer año que he participado de la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad, animado por algunos amigos y, sobre todo, guiado por la Providencia y la inspiración del Espíritu, que me llevaron a conocerla. No puedo estar más agradecido a Dios por estos días benditos, en los que he recibido tantísimos ejemplos de fe y caridad. Sin duda, la gracia de Dios se ha derramado con enorme abundancia sobre los participantes en este evento. Destaco la piedad y espíritu de oración de los jóvenes que, con decisión y generosidad, se sobreponían al cansancio para jalonar cada tramo con el rezo del Santo Rosario, las meditaciones y los cánticos sagrados. Estos momentos de recogimiento se alternaban con otros de risa y jolgorio, dando muestra visible de que la unión con Dios es la fuente de la verdadera alegría. Así lo apreciaban también las gentes de los lugares por los que transcurría la peregrinación, que se asomaban de sus casas a contemplar con una sonrisa la interminable hilera de colores y cantos, consolados ante el espectáculo de una juventud llena de amor a Dios y a España. Destaco también el edificante ejemplo de virtudes sacerdotales que he recibido de parte de mis hermanos presbíteros que acompañaban la peregrinación. Me llevo de ésta mucha materia para reflexionar y aplicar a la propia vida.

P. Antonio Gómez Mir

La peregrinación de Covadonga es un verdadero acontecimiento del Espíritu Santo en la Iglesia actual. Nos recuerda algo: La meta de nuestra vida es el Cielo. No hay otra. Las etapas y seducciones intermedias por satisfactorias que puedan ser no nos valen porque nos dejan vacíos. En esta vida caminamos para seguirle a El, que es Camino, Verdad y Vida. Estamos aquí, de paso, para servirle a El, para hacer su voluntad, para darle gloria y construir su Reino. No existe otro objetivo vital que pueda levantarnos cada mañana de la cama con valentía y esperanza para ponernos en pie y caminar, si es necesario hasta la extenuación, pero sabiendo muy bien donde vamos.

El problema de muchos hombres de hoy, y también cristianos, es esta desubicación de no saber quienes son y para que están en esta vida. Esa crisis de identidad del que cree que ha sido creado por Dios para ser feliz en este mundo, para realizarse, para buscar paz y armonía…Hay que combatir esa perversión pseudo- cristiana contaminada por sentimentalismos románticos de origen protestante, por milongas orientales disolventes y promesas de paraísos lisérgicos.

El cristiano debe ponerse en pie y caminar con los pies llagados, redescubrir la lucha ascética de los padres del desierto, la vida de oración fundante de energías sobrenaturales, y el concepto épico y guerrero de los antiguos monjes, de los mártires, de los caballeros cristianos, de los misioneros intrépidos…

Todo eso brota de la Santa Misa, actualización del sacrificio de Cristo en la cruz. Y la peregrinación de Covadonga se construye sobre ese fundamento…No tenemos otro.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Josep María de Sanjuan Llop
Definición de secta:
Organización en la que todos siguen y obedecen al líder diga lo que diga, haga lo que haga, ordene lo que ordene, aunque se contradiga. Y quien se opone es despreciado, castigado o incluso eliminado.

Principio de no contradicción:
No puede ser verdad una cosa y su opuesta.

Hechos:
Antes del Concilio Vaticano II la Iglesia condenaba la libertad religiosa producto de la Ilustración. No hay nadie que pueda negar eso. Los textos pontificios son contundentes. ¿Qué hizo el concilio? No lo digo yo. Lo dijo Benedicto XVI, Papa, en su discurso a la curia de las Navidades del 2006:

«El mundo musulmán se encuentra hoy con gran urgencia ante una tarea muy semejante a la que se impuso a los cristianos desde los tiempos de la Ilustración y que el Concilio Vaticano II, como fruto de una larga y ardua búsqueda, llevó a soluciones concretas para la Iglesia católica... Se trata de la actitud que la comunidad de los fieles debe adoptar ante las convicciones y las exigencias que se afirmaron en la Ilustración... Es necesario aceptar las verdaderas conquistas de la Ilustración, los derechos del hombre, y especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio, reconociendo en ellos elementos esenciales también para la autenticidad de la religión».

Es decir, la doctrina que la Iglesia condenaba antes del concilio, es asumida como propia en el mismo y tras el mismo. El principio de no contradicción salta hecho pedazos. El propio Benedicto XVI pretende justificar esa realidad hablando de la «hermenéutica de la reforma en la continuidad». Ojo a la palabra «reforma», que es clave. Lo explicó en el discurso a la Curia del año anterior, el 2005 (mayúsculas mías):

«Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”. A menudoha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la “HERMENÉUTICA de la reforma”, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino....
El Concilio Vaticano II, con la NUEVA DEFINICIÓN de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, REVISÓ O INCLUSO CORRIGIÓ ALGUNAS DECISIONES HISTÓRICAS, pero en esta APARTENTE DISCONTINUIDAD mantuvo y profundizó su íntima naturaleza y su verdadera identidad».

Lo que Benedicto XVI llama decisiones históricas es ni más ni menos que el Magisterio pontificio unánime desde 1789 hasta el CVII. Es decir, para él la continuidad no es que se enseñen las mismas doctrinas basadas en la Revelación (Escritura y Tradición), sino que aunque se enseñe una cosa y la contraria, el sujeto, que es la Iglesia, sigue siendo el mismo. La continuidad no es doctrinal. Bien, afirmo sin el menor género de dudas que eso es propio de las sectas, que cambian sus enseñanzas pero siguen siendo lo que eran antes del cambio.

Esa hermenéutica se está usando para destruir lo que queda visible de la fe católica. De ello se encarga Francisco. Por ejemplo, allá donde Juan Pablo II enseñaba que los divorciados vueltos a casar no podían comulgar por estar en adulterio, Francisco dice que sí pueden. Allá donde Juan Pablo II enseñaba que hay actos que siempre son pecaminosos y no hay nada que lo justifique, Francisco dice, y cito de Amoris Laetitia (301):

«Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa».

¿Os acordáis de aquellos cardenales y obispos que salieron a decir, ante la evidente contradicción entre ambos Papas, que había que interpretar Amoris Laetitia bajo la hermenéutica de la continuidad? Otra vez la misma farsa, la misma excusa bastarda para justificar lo injustificable. En este caso el propio Francisco les dejó en evidencia al incluir en las Acta Apostolicae Sedis la carta por la que indicó que la ÚNICA interpretación de Amoris Laetitia es la que dieron los obispos de la región de Buenos Aires. Y esa interpretación es que los adúlteros pueden comulgar. ¿Saben ustedes cuál fue la reacción de los que apelaban a la continuidad? El silencio.

Se podrían poner más ejemplos y evidencias, pero con esas basta. Un concilio ecuménico enseñando como doctrina lo que la Iglesia había condenado antes y un Papa contradiciendo expresamente a los Papas anteriores en algo tan fundamental como la moral católica. Y sin embargo, en vez de levantarse contra él, como hizo San Pablo con San Pedro en Antioquía (ver Gálatas), todos, o casi todos, callan.

Es por ello que a día de hoy sostengo que, aunque la fe católica auténtica sigue siendo la misma (y ahí está la tradición como testigo), la jerarquía ha convertido a la Iglesia Católica, salvo un remanente fiel que solo Dios conoce, en la mayor secta que existe sobre el planeta tierra. A saber:

Tiene un líder al que prácticamente todos siguen haga lo que haga, diga lo que diga, cambie lo que cambie. Y al que se opone, tanto de palabra como de hecho, le declaran cismático.

¿Cómo se explica eso? Yo solo lo entiendo desde la escatología. Estamos, muy probablemente, ante la apostasía profetizada por San Pablo antes del fin. Solo puede apostatar quien antes ha estado en la verdad.

Una última cuestión. No tengo intención de discutir si lo que la Iglesia jerárquica enseña ahora es la verdad o lo era lo que enseñaba antes. Es decir, no voy a entrar en debate sobre lo que dice el CVII sobre la libertad religiosa y lo que dice Francisco en Amoris Laetitia. Lo evidente es que hoy se enseña algo que antes la Iglesia condenó.

María, destructora de las herejías, ruega por nosotros,
Paz y bien
31/07/22 2:03 PM

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