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24.03.23

M. Ángel Quintana Paz analiza en profundidad las ciudades de 15 minutos y qué hay realmente detrás

Miguel Ángel Quintana Paz es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Salamanca, donde tras disfrutar en el curso 1995-96 de una beca de colaboración del Gobierno Vasco, alcanzó en 1996 el Premio Nacional de Terminación de Estudios en Filosofía. También en la Universidad de Salamanca realizó sus estudios de postgrado, gracias a la beca de Formación de Personal Investigador de esa Universidad (1997-2001) y a una beca doctoral de la Fundación Caja Madrid (2001), con las que logró el entonces llamado «Título de suficiencia investigadora» (equivalente a los títulos de máster actuales) tanto en el entonces denominado Departamento de Filosofía y Lógica y Filosofía de la Ciencia como en el Departamento de Historia del Derecho y Filosofía Jurídica, Moral y Política.

Se doctoró en 2002 en Filosofía por la Universidad de Salamanca, y obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado de ese año gracias a su tesis doctoral Normatidad, interpretación y praxis: Wittgenstein en un giro hermenéutico nihilista. Es profesor y director académico en el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política desde 2021. Ha sido profesor agregado en la Universidad Europea Miguel de Cervantes entre 2007 y 2021; y profesor adjunto en la misma entre 2006 y 2007. Fue profesor adjunto en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca entre 2004 y 2006.

Autor de numerosos libros y publicaciones es asiduo en los medios de comunicación como brillante contertulio. En esta entrevista analiza un tema cada vez más actual como las ciudades de 15 minutos y nos advierte de sus peligros y de su maldad intrínseca.

¿Qué son las ciudades de 15 minutos? ¿Cuál es el gran engaño que encierran, tras la apariencia de mejorar la calidad de vida?

Como toda propuesta del mercado político, las «ciudades de 15 minutos» son ante todo un eslogan bien sonante. ¿Quién va a negarse a tener a solo 15 minutitos de casa todo lo que necesita para su día a día? Ahora bien, como toda propuesta política de nuestras élites mundiales, este eslogan esconde una realidad menos benévola para la mayoría de nosotros. Porque lo que en realidad se está proponiendo es dificultar al máximo el transporte de un lado a otro de las grandes ciudades: alguien ha decidido que los vecinos normales y corrientes contaminamos demasiado por esa manía que tenemos de desplazarnos libremente. Primero nos subieron el coste del combustible para la calefacción, luego los viajes en avión, y ahora van a por nuestros desplazamientos cotidianos.

Por ello, las ciudades de 15 minutos en realidad deberían llamarse las ciudades de solo 15 minutos. Es decir, ciudades donde si quieres moverte fuera de tu barrio o ir más allá del perímetro que puedas hacer caminando, arrostres serias dificultades. Por ejemplo, si quieres llevar a tus hijos a un colegio que refleje tu ideario (y que quizá quede algo lejos de casa), el proyecto es que tengas que hacerlo solo en bicicleta o transporte público, pues en el momento en que quieras usar cualquier otro medio (un coche, por ejemplo, que es lo más cómodo si tienes familia numerosa) se te penalizaría con tasas especiales. O directamente se te prohibirá usarlo más de seis o siete veces al mes.

¿Hasta qué punto serían graves las restricciones a la libre circulación? ¿Podríamos decir que quedaríamos encerrados por tanto en una especie de ratoneras?

El intento más cercano que tenemos de imponer estas «ciudades de solo 15 minutos» es el de Oxford, que ha cosechado hace poco tal protesta por parte de sus vecinos que logró acceder a la prensa internacional. Su plan incluye cerrar numerosas calles al tráfico de los no residentes, implantar filtros para que por algunas calzadas solo puedas pasar unas pocas veces al año, limitar también las horas en que se puede circular por ciertas vías. Todo un enmarañado conjunto de normas que, para empezar, será difícil de recordar por el ciudadano corriente y, por tanto, le acarreará inevitables infracciones por descuido, con el consiguiente incremento suculento de ingresos por multas para los ayuntamientos.

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