28.06.19

El general de la Cristiada, Gorostieta, no era como creíamos, no fue masón sino devoto católico

General Gorostieta

Ha saltado la sorpresa y ha sido Marco Respinti quien ha avisado. Nos referimos a la figura del general Gorostieta, el general cristero que con tanta brillantez dirigió a las tropas cristeras en su guerra macabaica contra el tirano Plutarco Elías Calles, perseguidor de la Iglesia.

Siempre habíamos creído que Gorostieta no era especialmente devoto, incluso habría ingresado en la masonería, pero se unió a los cristeros y el trato con sus hombres le fue transformando, al mostrarle la fe encarnada en las vidas de aquellos heroicos y generosos hombres que tomaron las armas para defender a Dios y a la Iglesia. Hasta llevarlo a morir con ellos.

Es lo que leímos en la obra pionera del historiador francés Jean Meyer, La Cristiada, y es también lo que refleja la película en la que Gorostieta es interpretado por Andy García.

Pero ahora es el propio Meyer el que desmiente su propia versión y nos da una imagen muy distinta de la que hasta ahora teníamos de Enrique Gorostieta.

En un artículo publicado recientemente en El Universal, Meyer empieza preguntándose quién era Gorostieta. Nos recuerda que era hijo de un ministro de Porfirio Díaz, que fue el general brigadier más joven de la historia (con 24 años), y que, tras la disolución del ejército federal en 1914 trabaja como ingeniero en los Estados Unidos y en Cuba, para regresar a México cuando Obregón llega al poder. Y que, dato interesante, rechazó la invitación a participar en dos rebeliones militares. No así cuando en 1927 le ofrecen la dirección del levantamiento cristero… pero es que entonces existía otra motivación.

Y entonces Meyer suelta la bomba, reconociendo su error:

«Aprovecho la oportunidad para hacer mi mea culpa. En mi Cristiada publicada en 1973, repetí sin averiguaciones una piadosa leyenda hagiográfica, de origen eclesiástico: el cuento es que Gorostieta no era católico; agnóstico, masón, hasta algo anticlerical, de una familia liberal del Norte. Que se fue con los cristeros porque era resentido contra los revolucionarios que habían truncado su meteórica carrera militar. Incluso que se fue como mercenario, por dinero. Se habría vuelto católico, contagiado por la fe del pueblo y de sus soldados cristeros, de modo que murió por la Iglesia y Cristo».

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14.06.19

Un sacerdote italiano contra la pedofilia

Creo que no he escrito ninguna entrada sobre las devastadoras noticias de abusos sexuales por parte de sacerdotes y religiosos. No tenía nada que aportar a un horror tan obvio y evidente. Menos aún tras el clarividente escrito de Benedicto XVI sobre «La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales». Y sin embargo me he encontrado en el último número de la revista Tempi con una entrevista a un sacerdote siciliano, Don Fortunato Di Noto, que me ha impactado.

Don Fortunato es un sacerdote que lleva décadas luchando contra los abusos pedófilos y que ha fundado una organización, Meter, con este fin. En los últimos 15 años, Meter ha estado en el origen de 23 operaciones contra la pedofilia y la pedopornografía, que han llevado a más de 300 arrestos. Don Fortunato sabe de qué habla, y por eso me llamó la atención que este verdadero «párroco de periferia» asegure en la entrevista que desde hace treinta años ha estado esperando palabras como las utilizadas por el Papa Emérito Benedicto XVI en el documento antes citado.

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28.05.19

Lo último del cardenal Sarah


Le soir approche et déjà le jour baisse, el último libro del cardenal Sarah, con el que concluye el tríptico que empezó con Dios o nada y continuó con La fuerza del silencio, ha hecho correr ríos de tinta en Francia. A la espera de su publicación en español, he tenido la suerte de poder leerlo en francés gracias a un oportuno regalo de mi suegro y puedo decir que el libro no decepciona.

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20.05.19

Interesante debate sobre eutanasia en The Spectator

El Spectator es algo digno de ser reseñado: no en vano estamos ante una revista que se publica desde 1828. No he investigado al respecto, pero me imagino que muy pocas publicaciones se le acercan.

Pero no es solo su edad la que nos deja atónitos. Recientemente recogía un debate sobre la eutanasia entre su editor literario, Sam Leith y su editor asociado, Douglas Murray. El primero ferviente defensor de la eutanasia, el segundo no menos ferviente detractor. Una rareza que nos ha dejado una interesante discusión donde prima el argumento sobre la descalificación.

Leith empieza advirtiendo de que la ley que se discutió en el parlamento británico aboga por la eutanasia restringida a los enfermos a quienes, según el dictamen de dos doctores, les quedan menos de seis meses de vida. Murray responde que es un criterio arbitrario (¿por qué seis y no siete… o cinco?) y además sujeto a error en un tema como el de la vida donde los errores no se pueden rectificar.

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7.05.19

¿De veras un concilio negó que las mujeres tuvieran alma?

Esto de tener hijos universitarios tiene, entre otras, la ventaja de que te ayuda a tomar conciencia del grado de ignorancia y prejuicios en que vive la inmensa mayoría de la sociedad española. Y especialmente la que se las da de docta, culta e ilustrada. No se pueden imaginar la de tonterías que tienen que escuchar en las aulas de la universidad por parte de profesores que supuestamente deberían anteponer el rigor y la ciencia a sus prejuicios anticatólicos.

Una de las acusaciones tópicas que se nos hace a los cristianos es la de haber negado que las mujeres tuvieran un alma. Ya lo saben, fue en un antiguo concilio merovingio, en el siglo VI, en el que un obispo defendió que las mujeres no tenían alma y que, en consecuencia, no debían ser tratadas como seres humanos, sino como una especie de animal de compañía del varón. Ya saben cómo sigue el cuento, con todo aquello del heteropatriarcado, la sumisión y todo lo demás, la causa de todos los males que en el mundo han sido y son.

Algunos llegan a admitir que más tarde la Iglesia se retractó, aunque solo fuera formalmente, tratando siempre a la mujer como un ser con un alma de segunda categoría y, de paso, mostrando que la Iglesia se contradice y no puede pretender enseñar de modo seguro e inmutable. Así llegamos hasta nuestros días, donde el nuevo ateo Michel Onfray insiste en recordarnos aquel funesto concilio de Mâcon en 585.

Pero, ¿qué sucedió realmente?

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