Caída de la identificación trans y contagio social
Los datos que ha dado a conocer el sociólogo Eric Kauffman, profesor de política en Birkbeck College, parecen indicar una clara tendencia en Estados Unidos: quienes se identifican como trans o no binarios en estados Unidos están disminuyendo de forma abrupta. Esta caída se refleja en tres encuestas diferentes realizadas entre alumnos universitarios.

Este tipo de encuestas deben de tomarse con cierta precaución y tampoco se pretende que sean de una precisión científica, pero sí parece clara la existencia de una tendencia.


Jean M. Twenge, en Generation Tech, ha ampliado su análisis con los datos de la encuesta The Household Pulse, realizada por el U.S. Census Bureau, que sí incluye la posibilidad de identificarse como transexual (las otras toman como trans a aquellos que no se identifican como varón o mujer, lo que no es estrictamente lo mismo). Los resultados del Cooperative Election Study (CES), realizado por la Tufts University, señala la misma tendencia:
Esta caída se ve también en los datos de identificación por año de nacimiento:
En definitiva, el dato preciso puede tener un margen de error, algo por otra parte propio de este tipo de encuestas, pero la tendencia descendente es indiscutible. Los más propensos a identificarse como trans son los nacidos a mediados de la década de 2000. Los nacidos antes o después se identifican como trans en mucha menor proporción.
Estos datos parecen fortalecer la hipótesis de que el fenómeno trans ha sido un tipo de fenómeno de contagio social, algo que ya propuso en 2017 Lisa Marchiano en su estudio Outbreak: On Transgender Teens and Psychic Epidemics. Allí, Marchiano señalaba que «parece que estamos experimentando una importante epidemia psíquica que se manifiesta en niños y jóvenes que llegan a creer que son del sexo opuesto y, en algunos casos, toman medidas drásticas para cambiar su cuerpo…. Los informes indican que el hecho de que una joven se declare transgénero suele ir precedido de un mayor uso de las redes sociales y/o de que uno o más compañeros también se declaren transgénero. Estos factores sugieren que el contagio social puede estar contribuyendo al aumento significativo del número de jóvenes que buscan tratamiento para la disforia de género».
Es lo que se conoce como Rapid-onset gender disphoria (ROGD), «disforia de género de aparición rápida», a la que, por ejemplo, Abigail Shriver dedicaba un capítulo en su imprescindible libro Un daño irreversible, donde además señalaba paralelismos con otras epidemias de contagio social más estudiadas como la anorexia.
Se confirmaría así también que la identificación de muchas jóvenes como trans no ha sido un fenómeno que responde a características propias e inherentes, sino que se ha producido por un contagio social propio de una cultura que no es que reconociera esa «identidad trans», sino que la fomentaba, la celebraba y la institucionalizaba.
Una cultura, la nuestra, que en las escuelas te bombardea con esa idea de que si te atraen algunos estereotipos asociados a la mujer en realidad eres una mujer, aunque tengas el cuerpo de un hombre. O también que si tienes rasgos que se suelen clasificar como masculinos es porque eres un hombre, a pesar de que tu cuerpo sea el de una mujer. En esta gran estafa han participado todos: gobiernos, medios de comunicación, asociaciones médicas… y quien osara llevarles la contraria ha sido automáticamente descalificado como agente de odio. Por eso Lisa Selin Davis dice que más que de contagio social habría que hablar de imposición institucional.
Así ha sido en todo Occidente, por supuesto también en Estados Unidos, hasta que Trump regreso a la Casa Blanca. Animado especialmente por Elon Musk, las tornas han cambiado en Norteamérica y las escuelas que aceptan dinero federal ya no pueden enseñar ideología de género. Tampoco pueden practicar cirugías de género los hospitales que reciben dinero público federal. Ahora que Trump ha detenido la maquinaria trans, la «producción» parece que se ha reducido también drásticamente. Ya no es «cool» ser trans.
Una buena noticia para muchísimos jóvenes y sus padres, que se librarán de los terribles daños y mutilaciones causadas por la industria de la medicina de género.
13 comentarios
Pensar que esto se está pasando de "moda" es ilusorio. La utilización de las redes para difundirlo es esencial, porque a través de ellas llegan a los jóvenes y para reforzar la influencia se utiliza la escuela y la universidad. Los medios de comunicación generalistas están bien regados de dinero para que alimenten la maquinaria. Hay mucha gente viviendo a costa de destrozar vidas de jóvenes, con la hipócrita máscara de "salvadores" que los quiere hacer FELICES
No, desgraciadamente esto está, todavía, lejos de estar en declive.
Dios nos guíe.
La solución, como siempre, Jesús de Nazareth. Ojo, y no hablamos de buenismo. Que el niño pueda confesar su disforia. Sin miedo. Y no como nos acusan a los católicos los rigoristas, para animales al cambio de género. Eso sería laxismo, y no. Sino para que se les pueda acompañar y trabajar esa disforia y sus causas: abusos rigoristas, laxismos por negligencia, etc.
En materia infancias trans, tanto daño hacen los rigoristas neocon pseudoprotestantes como los laxistas buenista prohormonacion. Y mientras las pobres infancias rotas por el dolor y el odio.
No. Ya no más.
Usted escribió:
"En materia infancias trans, tanto daño hacen los rigoristas neocon pseudoprotestantes...". Tal vez más adecuado sería llamarles criptoprotestantes o filoprotestantes, porque muchos más parecen calvinistas o pentecostales.
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