¿Razón o aborto? Tú eliges
La razón es provida, de Matthieu Lavagna, es un libro notable. Es de esos libros que seguirán siendo valiosos dentro de bastante tiempo y, por lo tanto, de los que hay que leer con atención y guardar en lugar cercano para poder consultarlo cada vez que la cuestión del aborto reaparece en las conversaciones.
El planteamiento es impecable. Sí, el aborto es un tema cada vez más tabú, el auténtico ídolo intocable e inconfesable sobre el que se sustenta el mundo nacido de la revolución sexual. Pero lo que plantea Lavagna es analizar su lógica, su racionalidad, sin estridencias ni cargar las tintas, sencillamente aplicándole un análisis riguroso y desapasionado. El resultado es devastador y las conclusiones imposibles de esquivar.
¿Y cuál es ese resultado? Resumiendo mucho, se puede sintetizar en dos afirmaciones. El aborto es provocar la muerte a un ser humano inocente y por tanto es inmoral. La segunda, quizás más sorprendente pero cada vez más obvia, es que la única manera de justificar el aborto es justificar también el infanticidio y la extensión de la muerte provocada de personas en un abanico creciente de situaciones.
Para llegar a estas conclusiones Lavagna procede a un análisis riguroso, ordenado y sin trampas de los argumentos que sostienen los defensores del aborto. Es un ejercicio que resulta muy interesante y en el que Lavagna va construyendo (o deconstruyendo) paso a paso argumentaciones de mayor o menor calidad. Y, sorpresa, en muchas ocasiones se vale de defensores del aborto que reconocen la debilidad de gran parte de los argumentos de sus correligionarios. De ahí la segunda conclusión que señalábamos anteriormente y a la que no es difícil llegar: solamente defendiendo la licitud del infanticidio se puede argumentar con solidez a favor del aborto. Y aunque al común esto le parezca algo inverosímil, lo cierto es que son cada vez los defensores del aborto que adoptan esta postura… algo perfectamente lógico.
Lavagna es riguroso en todo momento. Distingue entre argumentos a favor del aborto flojos y otros con mayor sustento, pero también señala los argumentos en contra del aborto que no se sustentan. Define, además, con precisión, de qué está hablando en todo momento y no caricaturiza a nadie ni, menos aún, ataca a hombres de paja o cae en descalificaciones personales. No lo necesita. Como tampoco necesita recurrir a argumentos religiosos, aunque sí los incluye en un capítulo aparte al final del libro, en el que expone la postura de la Iglesia católica.
Al acabar el libro a uno le queda, por un lado, la satisfacción de haber participado en una apasionante gimnasia intelectual de la que ha salido más fortalecido en su convencimiento de que el aborto es inmoral. Y una extraña sensación, pues sabe que argumentaciones tan sólidas como las de Lavagna probablemente no serán tomadas en serio por quienes, por mucho que presuman de ello, en realidad rechazan la razón. Nos queda el confiar que, aunque sean pocos, este libro abrirá los ojos de quienes son favorables al aborto pero aún no lo idolatran, sino que están dispuestos a pensar en serio sobre este terrible fenómeno.
1 comentario
Saludos cordiales.
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