El Papa da gracias a Dios por su viaje a Mongolia y alaba la tradición budista del país

«Viven en silencio su religiosidad de forma sincera y radical»

El Papa da gracias a Dios por su viaje a Mongolia y alaba la tradición budista del país

El papa Francisco ha dedicado la audiencia general de hoy a glosar su viaje a Mongolia, por el cual da gracias a Dios. El Pontífice ha querido alabar «la gran tradición budista con muchas personas que en el silencio viven su religiosidad de forma sincera y radical, a través del altruismo y la lucha a las propias pasiones»

(InfoCatólica) El Pontífice ha explicado el por qué de su viaje a un país donde solo hay mil quinietos católicos:

«Se podría preguntar: ¿por qué el Papa va tan lejos a visitar un pequeño rebaño de fieles? Porque es precisamente ahí, lejos de los focos, que a menudo se encuentran los signos de la presencia de Dios, el cual no mira a las apariencias, sino al corazón como hemos escuchado en el pasaje del profeta Samuel (cfr 1 Sam 16,7). El Señor no busca el centro del escenario, sino el corazón sencillo de quien lo desea y lo ama sin aparentar, sin querer destacar por encima de los demás. Y yo he tenido la gracia de encontrar en Mongolia una Iglesia humilde pero una Iglesia feliz, que está en el corazón de Dios, y puedo testimoniaros su alegría al encontrarse por algunos días también en el centro de la Iglesia».

Y ha indicado cómo de desempeñan los cristianos allí:

«Aprendieron la lengua – que no es fácil – y, aun viniendo de naciones diferentes, dieron vida a una comunidad unida y verdaderamente católica. De hecho este es el sentido de la palabra «católico», que significa «universal». Pero no se trata de una universalidad que homologa, sino de una universalidad que se incultura, es una universalidad que se incultura. Esta es la catolicidad: una universalidad encarnada, «inculturada» que acoge el bien ahí donde vive y sirve a la gente con la que vive».

Insistiendo en el hecho de que los misioneros no hacen proselitismo, cualquiera que sea el sentido que el Pontífice da a esa palabra:

«Este es el testimonio de la Iglesia mongola, con misioneros de varios países que se sienten una sola cosa con el pueblo, felices de servirlo y de descubrir las bellezas que ya hay. Porque estos misioneros no fueron allí a hacer proselitismo, esto no es evangélico, fueron allí a vivir como el pueblo mongol, a hablar su lengua, la lengua de la gente, a tomar los valores de ese pueblo y predicar el Evangelio en estilo mongol, con las palabras mongolas. Fueron y se «inculturaron»: han tomado la cultura mongola para anunciar en esa cultura el Evangelio».

Al Pontífice le parece magnífica la religión budista:

«En este sentido, estoy agradecido por el encuentro interreligioso y ecuménico del domingo pasado. Mongolia tiene una gran tradición budista, con muchas personas que en el silencio viven su religiosidad de forma sincera y radical, a través del altruismo y la lucha a las propias pasiones. Pensemos en cuántas semillas de bien, desde lo escondido, hacen brotar el jardín del mundo».

Y ha añadido:

«Es crucial saber ver y reconocer el bien. A menudo, sin embargo, apreciamos a los otros solo en la medida en la que corresponden a nuestras ideas, sin embargo, debemos ver ese bien. Y por eso es importante, como hace el pueblo mongol, orientar la mirada hacia lo alto, hacia la luz del bien. Solo de esta manera, a partir del reconocimiento del bien, se construye el futuro común; solo valorando al otro se le ayuda a mejorar».

Palabras del Papa en español:

«El lunes pasado regresé de Mongolia, donde encontré un pueblo con una rica historia y una gran tradición milenaria. Agradezco a Dios que me permitió realizar este viaje tan ansiado para muchos desde hace casi treinta años, y a todas las personas que colaboraron y rezaron para que esta visita fuera posible. De manera especial agradezco a las autoridades el modo cordial y hospitalario con el que me han recibido.

En este país, también pude constatar la presencia de Dios a través del trabajo humilde de la Iglesia. He visto el empeño y el celo apostólico con el que los misioneros y misioneras dan testimonio de lo que significa ser “católico”. Ellos han extendido las fronteras de una caridad que no uniforma a las personas, sino que más bien dialoga, se encarna y aprovecha todo lo bueno que encuentra en las culturas para seguir dando testimonio de la fe y de esa presencia de un Dios cercano y misericordioso, que no se fija en las apariencias, sino que ve en lo profundo del corazón».

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