(NCRegister/InfoCatólica) Hace unos quince años, el padre Jay Buhman mantuvo una conversación en plena madrugada con un hombre mayor que le dejó profundamente impactado.
El hombre, de unos ochenta años, acudía con regularidad a la Catedral de Cristo Resucitado en Lincoln, Nebraska, para su hora de adoración eucarística, justo después de la del sacerdote.
Compartió su dolor por su hija adulta, que había abandonado la práctica de la fe católica y que recientemente había criticado a la Iglesia en internet.
Se trata de una situación habitual en muchas familias católicas de Estados Unidos: aproximadamente uno de cada ocho adultos se identifica actualmente como ex‑católico, según una encuesta del Pew Research Center publicada a principios de este año.
«Se desmoronó allí mismo, en el pasillo principal de la capilla de adoración», recordó el padre Buhman. «Se veía claramente su profundo amor por la Eucaristía y por Nuestro Señor, pero también su sufrimiento por su hija, y especialmente su pesar porque ella no veía lo que él veía».
El sacerdote se quedó sin palabras. «La respuesta “Sigue rezando” me pareció hueca y vacía», afirmó. «En aquel contexto, simplemente se sentía insuficiente».
Pocos años después surgió una idea: una devoción pensada específicamente para los católicos que sufren por un familiar que ha abandonado la fe.
El Proyecto Santa Mónica, también conocido como «Misas y lágrimas», toma su nombre de la mujer norteafricana del siglo IV cuya perseverante oración por la conversión de su hijo condujo no solo a su bautismo, sino a que llegara a ser sacerdote, obispo, teólogo y Doctor de la Iglesia.
Inspirado por esta figura, el padre Buhman encargó a una artista una imagen de Santa Mónica recogiendo lágrimas en sus manos y entregándoselas a Dios. Compuso también una oración por el retorno de los seres queridos alejados y animó a los fieles a ofrecer Misas por ellos.
«Buscaba algo que alentara su perseverancia e infundiera confianza en que Dios está obrando», explicó.
El abandono de la fe es un fenómeno generalizado. Una encuesta del Pew Research Center, publicada en febrero de 2025, reveló que el 43 % de los adultos estadounidenses criados como católicos ya no se identifican como tales. Y aunque algunas diócesis registran notables conversiones, el número de salidas supera con creces el de nuevas incorporaciones.
Alison Schieber, de St. Joseph (Misuri), madre de dos hijos adultos alejados de la Iglesia, fundó con otros fieles el Club de Santa Mónica en su parroquia. Se reúnen dos lunes al mes en la Iglesia de San Jaime para rezar el Rosario por sus seres queridos y por los sacerdotes que, esperan, puedan ayudar a reconciliarlos con la Iglesia.
Otra integrante, Sarah Murray, reza por un familiar alejado desde hace más de veinte años. Explica que ya han surgido grupos similares en Kansas, Iowa y Kentucky. «Es algo hermoso, porque es oportuno, urgente y generalizado», afirma.
Schieber, que antes participaba en clubes de lectura y debates sobre el mismo tema, fue clara: «Ya no quiero seguir hablando de esto. Solo necesito rezar». Actualmente forma parte de cuatro grupos de oración y su rutina diaria incluye la Misa y los veinte misterios del Rosario. «Porque no soy yo quien traerá a mis hijos de vuelta. Dios lo hará», sentencia.
Sacerdotes que conocen esta realidad describen una variedad de emociones entre los padres con hijos alejados: culpa («¿Qué hice mal?»), reproche («¿Falló el colegio católico?»), y frustración («¿Por qué no regresan?»).
«El programa del padre Buhman no responde al “por qué”, pero ofrece un acompañamiento pastoral lleno de amor, consuelo y esperanza», afirma monseñor James Conley, obispo de Lincoln, diócesis donde el sacerdote sirve actualmente. «Es devastador para los padres, pero debemos recordar que Dios tiene el control. Hay que tener esperanza y rezar con confianza. Quizá nuestras oraciones sean las que marquen la diferencia».
Sondra Jonson, artista que creó la imagen de Santa Mónica, también reza esta devoción. Tiene tres hijos adultos y uno de ellos estuvo alejado de la Iglesia más de diez años antes de volver. Cuando el padre Buhman le propuso el encargo, se sintió atraída por la idea de ofrecer Misas por los alejados.
«¿A quién recurrir? Es casi imposible convencer a un hijo que ha abandonado la fe. Si discutes, solo lo alejas más. Pero al ofrecer una Misa por él, realmente lo pones en manos de Dios», asegura. Añade que es fundamental rezar por la propia conversión al hacerlo por la de otros: «Tú eres quien puede cambiar. A nadie más puedes cambiar».
Sobre la imagen, destaca los rayos de luz que emanan de la Eucaristía y envuelven a Santa Mónica mientras recoge sus lágrimas. «Me gusta pensar que está iluminada por la luz del Santísimo, aunque no lo sepa. Es un buen mensaje: cuando sentimos que Dios está lejos, quizá es cuando más cerca está», concluye.
El padre Buhman invita a los padres a no ver la situación de sus hijos como una carga, sino como una oportunidad de santificación. «Santa Mónica no fue santa a pesar de ese dolor familiar, sino precisamente por cómo lo vivió».
«Si no entendemos bien lo que son las oraciones no respondidas, eso puede dañar nuestra relación con el Señor», afirma. «Yo diría que la santidad de Mónica nació de su oración por Agustín. Era una esposa y madre corriente que se volvió extraordinaria a través de ese proceso. Dios la santificó por medio de ello».
Uno de los frutos más visibles de esta devoción es el efecto que produce en quienes rezan. Muchos de ellos ya son católicos practicantes, pero descubren también su necesidad de sanación espiritual.
«Comprendimos que era una manera en la que Dios ablandaba nuestros propios corazones y nos atraía hacia Él, mientras intentábamos traer de vuelta a los hijos pródigos», dice Murray. «Pienso en Simón de Cirene ayudando a Jesús a llevar la cruz. No solo rezamos por los pródigos y por sus sacerdotes, sino por los que sufren porque sus seres queridos están lejos. Y nosotros debemos ser como Simón de Cirene para ellos».







