(ACI Africa/InfoCatólica) En su homilía del 31 de agosto en la Parroquia de la Santísima Trinidad, sede episcopal de la diócesis, el obispo Nazaré lamentó que muchas parejas hayan olvidado el valor de sus votos matrimoniales.
«El matrimonio no es un juego. Es una misión sagrada», afirmó, y añadió:
«Nuestras familias están heridas, destruidas, engañadas y a la deriva porque muchos ya han olvidado el valor de la palabra dada en el altar».
El obispo lamentó:
«La crisis familiar es hoy uno de los mayores desafíos espirituales y sociales de la comunidad santomense, y la traición conyugal ha dejado cicatrices profundas en las mujeres, en los niños y en la propia estructura social».
El prelado les dijo a los maridos que sus «esposas se están muriendo. Mueren por dentro; mueren de abandono; mueren porque lo dieron todo de sí mismas y se quedaron sin nada», y advirtió:
«La fidelidad en el matrimonio no es solo una virtud cristiana, sino una condición esencial para la estabilidad de la sociedad».
A su juicio, «muchas de las heridas que hoy vemos en las familias proceden de la desorganización emocional y espiritual de las parejas».
Según sus palabras, «las esposas que hoy lloran hicieron todo por mantener su hogar: cargaron arroz, vendieron pescado, lavaron ropa, ayudaron a construir la casa, y hoy están abandonadas».
«Este sufrimiento es real. Escuchamos a madres decir que ya no saben cuánto valen; a hijos que le dicen a la cara a sus madres: “No sirves para nada”. Esto no es solo ingratitud. Es el resultado de una estructura familiar rota», señaló el obispo, primer nativo de la isla en alcanzar la dignidad episcopal.
«Tenemos familias construidas sobre la mentira. El marido tiene dos mujeres, y ninguna de ellas sabe que está siendo traicionada. O lo sabe, pero lo soporta porque tiene miedo de quedarse sola. ¿Y los hijos? Crecen en la confusión. Crecen sin un ejemplo», lamentó el obispo Nazaré, y planteó:
«¿Cómo podemos querer una juventud fuerte si el modelo que les damos es de mentiras, abandono y heridas?»
El obispo católico también habló del papel de la mujer en la familia y en la Iglesia, refiriéndose a María, la Madre de Jesús, como un modelo de humildad, servicio y entrega:
«María no desapareció. Corrió a servir. Llevó en su seno al Hijo de Dios, pero nunca se exaltó. Así son también nuestras madres. Cuando son fieles, sostienen el mundo. Pero hoy muchas han sido traicionadas, heridas, olvidadas. Tenemos que volver a reconocer el valor de la mujer, de la esposa, de la madre. No son reemplazables».
Sobre la responsabilidad de los hombres, especialmente padres, esposos y padrinos, señaló que «ser un hombre de verdad no es coleccionar relaciones, sino mantener el corazón en un solo lugar: con la esposa y los hijos».
Denunció el comportamiento de quienes, según él, «mienten, engañan y luego aparecen en la Iglesia con cara de santos».
Para el obispo Nazaré, «el verdadero cristiano es el que vive su fe en casa, en el trabajo y en el matrimonio. No se puede ser cristiano el domingo e infiel el lunes».
Hizo un llamamiento a la reconstrucción de la familia como base de la sociedad y de la fe cristiana, advirtiendo que «si queremos cambiar este país, debemos empezar en casa. Empieza siendo fiel, veraz y honesto».
«La Iglesia puede predicar mil sermones, pero si las parejas no son fieles, los hijos seguirán creciendo heridos. No permitamos que la traición, la mentira y el egoísmo destruyan lo que Dios ha unido en el amor», dijo el obispo Nazaré en su homilía del 31 de agosto.







