Hijo adoptivo honra la elección de su madre biológica: «No estaría aquí si no fuera por ella»
©Screenshot Facebook @Catholic Foundation of Michigan

Del abandono al amor: una historia de vida, fe y reconciliación

Hijo adoptivo honra la elección de su madre biológica: «No estaría aquí si no fuera por ella»

La historia de Marco DeCapite es un ejemplo de cómo el amor y la providencia divina actúan en las circunstancias más difíciles. Adoptado al nacer, años después se reunió con su madre biológica y descubrió un pasado marcado por la entrega y la fe.

(DetroitCatholic/InfoCatólica) Cuando Marco DeCapite perdió a su madre biológica en septiembre de 2024, sintió el deseo profundo de honrar su memoria y la valiente decisión que tomó al confiarle la vida y su futuro a una familia adoptiva.

Mary Jo Crowley, madre biológica de Marco, era soltera cuando dio a luz en 1969 en el Hospital Crittenton de Detroit. Poco después, el niño fue acogido con amor por sus padres adoptivos, Armando y Marjorie DeCapite.

Con el paso de los años, Marco ha llegado a valorar profundamente los sacrificios realizados por ambas partes: por quienes lo criaron y por quienes le dieron la vida. Reconoce que esas decisiones marcaron su camino y contribuyeron decisivamente a forjar su identidad.

Crowley creció en Owosso (Míchigan) y se graduó en la Universidad Estatal de Míchigan. Tras completar sus estudios, se trasladó a Alemania, donde convivió con una familia amiga de anteriores visitas. Allí inició una relación con uno de los hijos de esa familia. De vuelta en Estados Unidos, descubrió que estaba embarazada.

Tras hablar con el padre del niño, Mary Jo decidió darlo en adopción a través de un programa dirigido por religiosas en el Hospital Crittenton, destinado a mujeres solteras sin recursos para criar a sus hijos.

Armando y Marjorie DeCapite, residentes en Bloomfield Hills, deseaban formar una familia. A los pocos días del nacimiento, Marco fue confiado a sus cuidados y creció en un hogar colmado de cariño.

«Mi hermana y yo fuimos adoptados mediante ese mismo programa; de hecho, ella fue la última niña adoptada antes de que cerraran esa unidad», contó Marco. «Mis padres no podían tener hijos y, al surgir esta oportunidad, primero me adoptaron a mí y luego a mi hermana, dos años más tarde. Tenía apenas una semana de vida cuando llegué a casa».

Marco no conoció a su madre biológica hasta los 23 años. Recién graduado y comenzando su carrera profesional, comenzó a interesarse por su historia familiar y por posibles antecedentes médicos.

«Mis padres adoptivos siempre me animaron a conocer mis raíces, si algún día sentía ese deseo. Nunca lo viví como una urgencia, pero al empezar mi vida adulta, la curiosidad fue creciendo», recuerda.

Aunque la agencia de adopción ya había cerrado, los registros habían sido transferidos al Estado de Míchigan. Tras algunos obstáculos burocráticos, una becaria de verano localizó la información. «Me llamó el día de mi cumpleaños número 23, en 1992, y me dijo: “Tengo grandes noticias para ti. Llámame cuando puedas”. Luego me reveló que tenía mi historia de adopción y que era una de las más hermosas que había leído. Además, mi madre biológica había firmado el consentimiento para revelar su identidad».

En ese momento, Crowley vivía cerca de Filadelfia. Marco trabajaba para General Motors y, debido a una reestructuración interna, podía escoger temporalmente entre varias plantas. Una de ellas, en Wilmington (Delaware), estaba a escasa distancia de donde residía su madre biológica. Lo tomó como una señal providencial y eligió ese destino.

Acompañado por un amigo, se dirigió a la dirección que le habían facilitado, pero encontró al exmarido de su madre, quien le indicó que ella vivía unas calles más allá. Marco dejó un mensaje y un número de contacto en el hotel donde se alojaba.

«Me llamó poco después. Fue muy amable. Me dijo que llevaba tiempo esperando esa llamada y que estaba dispuesta a responder a todo lo que quisiera saber. Le preocupaba que pudiera estar enfadado por haberme dado en adopción. Yo le respondí: “En absoluto. Me siento bendecido de que hayas elegido darme la vida. No tengo nada que reprocharte”».

Con el tiempo, Marco estableció una relación cercana tanto con su madre como con su padre biológico, este último residente en Alemania. Crowley incluso llegó a conocer a los hijos de Marco, lo que consolidó un vínculo entrañable.

«Es una relación distinta a la que tengo con mi madre adoptiva, desde luego. Ella siempre me apoyó en este proceso, pero era un tema delicado. Siempre la protegí mucho, porque es mi madre, la que me crió, me educó y me dio todo su amor», expresó Marco.

«Mi madre biológica fue clave para que yo exista, y mis padres adoptivos siempre han reconocido su fidelidad al don de la vida», añadió.

El reencuentro con sus orígenes permitió a Marco comprender mejor su identidad. Descubrió que compartía el amor por el tenis con su padre biológico, y que su madre trabajaba como bibliotecaria, digitalizando archivos de prensa, algo que conecta con su propia labor ayudando a parroquias a digitalizar sus registros sacramentales.

«En muchos aspectos, completar ese puzle me dio una imagen más plena de quién soy. Pero, sobre todo, me reafirmó en mi identidad como hijo de Dios, porque veo su mano en cada paso de esta historia».

Para honrar la valentía de su madre biológica, Marco fundó el «Mary Jo Crowley Crisis Pregnancy Endowment Fund», que apoya a la clínica Heart of Christ en Detroit y a la Christ Medicus Foundation. Ambas instituciones ofrecen atención médica, apoyo integral y formación en bioética desde una clara identidad católica.

«Estoy profundamente agradecido por haberla conocido y por su decisión de traerme al mundo. El Espíritu Santo ha bendecido mi vida, y este fondo es una forma de compartir su historia y ayudar a otras mujeres que atraviesan situaciones parecidas», explicó Marco.

«Siento que el Espíritu Santo me llamó a rendirle homenaje. Ella hizo el gran sacrificio de darme la vida, un don tan precioso. Entiendo lo que supuso para ella, en aquella época, enfrentarse al embarazo estando soltera. Muchas mujeres en esa situación creen no tener salida, pero ella supo que sí la tenía, y eligió la vida para mí», declaró al medio Detroit Catholic.

La historia de Marco DeCapite nos recuerda que, incluso en situaciones difíciles, elegir la vida abre caminos de esperanza, reconciliación y amor. Su existencia, fruto de una decisión valiente, no solo dio lugar a una vida plena, sino también a una misión que hoy beneficia a otras madres en crisis. Desde la visión católica, el aborto nunca es la solución: cada vida concebida es un don sagrado, y confiar en la Providencia puede transformar el dolor en bendición.

4 comentarios

Generalife
Una historia muy bonita ,ha conocido a sus padres adoptivos siempre agradeció el don de la vida y está muy unido a los padres que lo criaron y lo formaron
26/07/25 11:25 PM
penc
Hermoso testimonio de la Providencia divina. Cada día confirmo más las enseñanzas de san Claudio de la Colombiere. Les recomiendo mucho el breve libro "Abandono confiado en la divina Providencia" les ayudará a entender todo y les impactará muchísimo, les cambiará su forma de ver la vida. Son apenas 13 a 18 páginas dependiendo del tamaño del papel. Por favor léelo
27/07/25 7:07 AM
Francisco
Y los que fueron apartados de la vida en el experimento ¿que?
27/07/25 12:58 PM
Gabriela
Este hijo fue dócil a la situación que vivió. Fue apoyado por su familia adoptiva a conocer su origen. Me pregunto: cómo será la situación de niños nacidos de vientre subrogado con óvulos sin identificación que nunca podrán saber quien fue su madre biológica?
27/07/25 5:04 PM

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