(ACN/InfoCatólica) La insurgencia islamista iniciada en 2017 mantiene en jaque al extremo noreste de Mozambique. Aunque los ataques se concentran en Cabo Delgado, la vecina provincia de Niassa recibe oleadas de desplazados que huyen del terror —hasta un millón, según estimaciones eclesiales— y buscan refugio en la diócesis de Lichinga.
La Hna. Ermelinda Singua, de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, visita con frecuencia los campamentos. «La tristeza se refleja en sus rostros: lo han perdido todo, incluso familiares», confiesa a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). La religiosa advierte de que predominan las mujeres y los niños: «Muchos hombres han sido asesinados o secuestrados por los terroristas». La desesperación llega al extremo de que algunas familias conciertan matrimonios de niñas de apenas diez años para aliviar la pobreza; una «miseria de otro tipo» que perpetúa el sufrimiento.
Fundada en 1948, la congregación fue la primera autóctona femenina del país. Tras la persecución marxista que siguió a la independencia, cuenta hoy con 48 religiosas, siete novicias y doce postulantes. Su misión abarca la evangelización, la atención a huérfanos y viudas, y la colaboración en educación y sanidad.
El miedo es un compañero cotidiano. «Siempre que viajamos por la selva invocamos la protección de Dios», reconoce la hermana. Varias religiosas han elegido permanecer en los asentamientos desplazados desde el inicio de la violencia. «Es heroico: están con la gente en las buenas y en las malas; su testimonio nos da esperanza, especialmente en este Año Jubilar de la Esperanza», subraya.
Al terror se suma el hambre crónica en una región dependiente de la agricultura de subsistencia. «Hay quienes pasan una o dos semanas sin comer», explica la Hna. Ermelinda. En la última estación seca, la población molió semillas de hierba silvestre a falta de harina. Los meses más críticos son octubre y noviembre, cuando la ausencia de lluvia agota las reservas.
La religiosa recuerda, además, peligros propios de la selva. Durante un desplazamiento en moto para llevar a un bebé al dispensario, un león persiguió a las dos hermanas durante varios kilómetros tras confundirlas con su presa. «Pensé que moriríamos, pero Dios nos protegió», relata.
ACN respalda de forma sostenida a la congregación con proyectos de formación, reforma de viviendas comunitarias y la adquisición de un vehículo, imprescindibles para una presencia que, pese a la inseguridad, sigue siendo un signo de esperanza para los desplazados del norte de Mozambique.






