(NCRegister/InfoCatólica) El pasado 27 de mayo, el arzobispo metropolitano Borys Gudziak, de la Arqueparquía Católica Ucraniana de Filadelfia, presidió un moleben —un oficio de súplicas, alabanzas e himnos a la Madre de Dios— en compañía de católicos de rito bizantino y latino. Concelebraron con él el padre Ivan Turyk, párroco de la Iglesia Ucraniana de la Asunción de la Santísima Virgen María, donde se celebró el acto, y el padre Orest Kunderevych, párroco de la parroquia de la Natividad de la Virgen María en New Brunswick, Nueva Jersey.
Esta hermosa tradición litúrgica de la Iglesia Católica Ucraniana se originó a comienzos del siglo XX en Ucrania occidental y se ha convertido en una expresión muy querida de veneración a la Theotokos, la portadora de Dios. En la parroquia, se reza todos los martes del mes de mayo, dedicado especialmente a la Madre de Jesús. El moleben se celebró en inglés, ucraniano y español, y los himnos fueron entonados a capela.
Durante la liturgia, el padre Ivan proclamó el Evangelio según san Lucas (1,39-49.56), que narra la visitación de María a su prima Isabel. Después, el arzobispo Gudziak exclamó: «¡Cristo ha resucitado!», a lo que los fieles respondieron: «¡Verdaderamente ha resucitado!».
En su homilía, expresó su alegría por celebrar esta oración y sentir la protección y guía de la Virgen María en este mes especial. «María camina con nosotros. María, de manera inesperada, se convierte en la Madre de Dios. Ella acompaña a su Hijo en todo el camino», dijo.
Habló también de la devoción del papa Francisco hacia la Madre de Dios, y cómo siempre visitaba la basílica de Santa María la Mayor en Roma antes de emprender cualquier peregrinación. «El patrocinio de María llevó al papa Francisco a culminar su misión, y a los cardenales a elegir a su sucesor», añadió.
El arzobispo mencionó los conflictos que azotan al mundo, destacando que actualmente hay 25 guerras activas. «Una de las peores guerras en Europa desde la Segunda Guerra Mundial es la invasión rusa de Ucrania, donde innumerables personas han sido asesinadas. Anoche pasé la velada con veteranos con piernas amputadas, ojos perdidos y tímpanos perforados. Decenas de miles están sangrando así por una lucha de poder».
Contrastó esta tragedia con la elección pacífica del papa León XIV: «Los cardenales pudieron transferir la responsabilidad de un obispo de Roma a otro sin búsqueda de poder. El cónclave fue una convocatoria de oración. Los cardenales rezaban. María estaba allí. Se rezaron muchos rosarios mientras se esperaba el humo blanco que anunciaba al nuevo Santo Padre».
El arzobispo Gudziak estuvo presente en ese momento trascendental. «El nuevo Papa sorprendió al mundo entero al ser estadounidense. Sus primeras palabras fueron de paz», explicó, señalando que resonaron como un anuncio pascual de alegría, verdad y justicia.
Felicitó también a las Hermanas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará que estaban presentes: «Queridas hermanas, todas ustedes se llaman María; dos de ustedes celebraron sus votos perpetuos. Las abrazamos con nuestras oraciones».
Compartió además una historia personal. Contó que sus padres, tras nueve años de matrimonio sin hijos, iniciaron el proceso de adopción. El médico había asegurado que su madre no podría concebir. Sin embargo, quedó embarazada a los 34 años —una edad avanzada para una primeriza en aquella época—, lo que generó temor por posibles complicaciones. Fue entonces cuando su madre, durante un moleben como el celebrado, hizo una promesa a Dios por intercesión de María: si su hijo nacía sano y era varón, lo criaría con el deseo de que fuera sacerdote. El arzobispo no supo de esta promesa hasta los 42 años, cuando su madre lo reveló en una entrevista.
«Fue una revelación sorprendente», afirmó. «En los años 70, incluso asistiendo a escuelas católicas, pocos jóvenes seguían vocaciones religiosas. Estudié en la Academia de los Hermanos Cristianos con 600 chicos, y en mi parroquia nadie pensaba en el sacerdocio. No era algo promovido por la generación de mis padres, que favorecían carreras en medicina, derecho o ingeniería. Mi madre nunca dijo nada, pero apoyó lo que yo llevaba en el corazón».
Concluyó que fue la oración de una madre en un moleben la que alimentó su vocación. «Queridas mujeres, madres y abuelas, sepan que su oración es muy poderosa. Si preguntan qué quiere Dios, puede que lo reciban. Abran sus corazones a María y pídanle gracias y bendiciones para ustedes y sus hijos».
El arzobispo reafirmó así que su vida ha sido guiada por la Madre de Dios. «Ella me llevó al sacerdocio, y siempre me conmueven estos oficios de oración».
Recordó también cómo su madre educó a la familia en el respeto a los mandamientos y al catecismo, en la oración diaria en familia de rodillas, la bendición antes de las comidas y la asistencia fiel a la misa dominical y a las fiestas religiosas.
«Que la protección de la Madre de Dios esté sobre ustedes, y que los anhelos profundos de su corazón sean concedidos por la bendición de Dios a través de la intercesión de su madre», concluyó.
Tras el moleben, el arzobispo Gudziak conversó sobre temas actuales de la Iglesia. Dijo que el papa León XIV «es un hombre amable, reflexivo, una persona de oración, con una experiencia global extraordinaria. Fue superior general de los Padres Agustinos. Es un ‘siervo de los siervos de Dios’. Y creo que el Señor, el cónclave y la Madre de Dios, que lo cubrió con su manto, nos han dado un prometedor obispo de Roma».
«Los ucranianos están muy contentos con la elección del papa León. En su primer Regina Coeli expresó que su corazón está con el pueblo sufriente de Ucrania. Insistió en una paz justa y duradera y en la liberación de todos los prisioneros de guerra y de más de 19.000 niños secuestrados. Se reunió con nuestro patriarca, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, y también con el presidente Volodímir Zelenski. Ambos lo invitaron a visitar Ucrania», agregó.
«Estuve presente en el Jubileo de los Católicos Orientales cuando el Santo Padre nos exhortó a ‘permanecer fieles a nuestras tradiciones’. Además del rito romano, hay otros 23 ritos que reflejan distintos encuentros con Dios, porque las tradiciones de la Iglesia son expresiones de pueblos que aman al Señor».
«Hay una gran riqueza en ello», concluyó el arzobispo Gudziak. «La vida en Cristo es como un gran ramo de flores, y eso es lo que el papa León quiso subrayar».







