(Bles/InfoCatólica) Joseph Zen, de 90 años, obispo emérito de Hong Kong, se declaró inocente de las acusaciones que le ha hecho el régimen comunista chino. Zen fue acusado en mayo de este año de no haber registrado civilmente la sociedad Fondo Ayuda Humanitaria 612, que brindó apoyo legal y económico para su defensa legal a manifestantes pro democracia entre 2019 y 2021.
El Cardenal ha mostrado su descontento con el Partido Comunista Chino y es muy conocido por su activo compromiso en defensa de los Derechos Humanos, la libertad religiosa y la libertad de educación en la China continental. En 2003 fue nombrado Hombre del Año en Hong Kong por su labor en favor de la democracia.
El Cardenal Zen dijo a la BBC: «Creo que todos tienen derecho de involucrarse con asuntos sociales de nuestras sociedades. Ya que somos también miembros del público en general, cuando tenemos opiniones sobre cualquier tema, debemos tener el derecho de expresarlas».
El prelado, aunque ha recibido críticas del gobierno e instrucciones de no opinar ni intervenir en la política del régimen, mantuvo su postura de descontento y rechazo a la persecución religiosa llevada a cabo sistemáticamente por el Partido Comunista en China Continental.
El cardenal también se manifestó en contra del acuerdo de 2018 realizado entre el Vaticano y Beijing para reconocer a los obispos chinos nombrados por el Partido Comunista Chino (PCCh). En esa ocasión, rechazó el pacto mediante sus declaraciones a Reuters que decían que en Roma «Están [enviando] el rebaño a la boca de los lobos. Es una traición increíble».
Ese acuerdo concedió al Vaticano voz en el nombramiento de obispos y otorgó al Papa poder de veto sobre los candidatos postulados por China, pero a su vez comprometió a Roma a la reincorporación de clérigos que hubiesen sido excomulgados, con lo que los reincorporados ocuparían el lugar de los obispos hongkoneses.
El purpurado criticó abiertamente los planteamientos del acuerdo y las modificaciones propuestas en la diócesis de Shantou, Guangdong, y concluyó: «Las consecuencias serán trágicas y duraderas, no solo para la iglesia en China, sino para toda la iglesia, porque daña la credibilidad».
Para el Cardenal salesiano, el Gobierno de un país no debe tener injerencia en los nombramientos de los obispos. Sería lógico hacernos la siguiente pregunta, ¿qué motivos tendría un Estado ateo para intervenir o participar en las normas internas de las instituciones religiosas?
La actividad de Zen como prelado involucraba su trabajo en pro de materializar la unión de las dos ramas de la Iglesia católica en China –la oficial, fiel al régimen comunista chino, y la clandestina, fiel a Roma– y como portavoz de la persecución sufrida también dentro de la Iglesia oficial.
No hay que olvidar que, además, este acuerdo se firmó en medio de una represión constante por parte del régimen chino en contra de los cristianos y también en contra de seguidores de otras religiones desde hace años. Por ejemplo en el caso de los cristianos, las iglesias habían sido cerradas o derribadas, las cruces y otros símbolos religiosos eliminados en distintas zonas de China continental.
Probablemente, la postura del obispo Zen frente al acuerdo del Vaticano con el régimen comunista chino le proveyó el silencio del Papa frente a su enjuiciamiento.
Defensores del Cardenal Zen
Pero hubo quienes sí se manifestaron en contra y repudiaron su arresto y las acusaciones en su contra: en una declaración escrita publicada por el diario italiano Avvenire el Cardenal Filoni, también Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro, dijo: «En un proceso, el testimonio es fundamental. El Cardenal Zen no debe ser condenado. Hong Kong, China y la Iglesia tienen en él un hijo devoto, del cual no deben avergonzarse. Este es el testimonio de la verdad».
También el último Gobernador británico de Hong Kong, Lord Patten de Barnes, dijo a Hong Kong Watch:
«El arresto del cardenal Zen, una de las figuras más importantes de la Iglesia Católica en Asia y en la defensa de los derechos humanos por parte de la Iglesia Católica en China y en otros lugares, es otro ejemplo indignante de cómo el Partido Comunista Chino está empeñado en convertir a Hong Kong en un estado policial. El arresto de otros ciudadanos decentes y valientes de Hong Kong al mismo tiempo duplica la maldad de lo que los comunistas están haciendo».
La represión de la disidencia en Hong Kong
Estos acontecimientos dejan ver bien claro que las últimas actuaciones del régimen comunista sobre la disidencia en Hong Kong está encaminado a seguir los pasos de China Continental. El Partido Comunista Chino (PCCh) tiene un largo historial de persecución en contra de cualquier modo de creencia, cultura y práctica que manifieste ideas diferentes a la ideología comunista. Y en China Continental se ha convertido en algo cotidiano. Muchas personas religiosas temen a diario por sus vidas.
En la isla, el movimiento de protesta ha sido siempre pacífico. Tras su anexión a China continental, los movimientos activistas pasaron a ser objeto de represión policial y acusaciones de violación a la ley de seguridad nacional.
Las detenciones sistemáticas cada día van en aumento y representan una provocación que viola los acuerdos celebrados en 1997 con Gran Bretaña. El atropello a los derechos humanos en Hong Kong y la asimilación a la política de terror de China continental es ya un hecho.
La Ley de Seguridad Nacional fue aprobada por unanimidad por la Comisión Permanente de la Asamblea Nacional Popular China y entró en vigencia en Hong Kong el 30 de junio de 2020. La Ley se esgrime contra supuestos actos de «secesión», la «subversión del poder del Estado», «actividades terroristas» y la «connivencia con fuerzas extranjeras o exteriores para poner en peligro la seguridad nacional». El término «seguridad nacional» ofrecido por las autoridades centrales de China, carece de explicación específica y se utiliza con criterios que no son claros.
Desde el 1 de julio de 2020, el gobierno ha detenido y enjuiciado a un número indefinido de personas en aplicación de esta Ley, solo por ejercer su derecho a la libertad de expresión, de reunión pacífica y de asociación.