6.11.22

Gracias por tanto

Me ha gustado mucho haber leído el texto del Obispo de Tui-Vigo con referencia al “Día de la Iglesia Diocesana”. El escrito se titula, como el lema de esta jornada, “Gracias por tanto”.

Realmente tenemos mil motivos o más para dar gracias. Don Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo, nos sitúa ante la realidad que todos, si queremos, podemos ver: “la extraordinaria realidad de nuestras comunidades de fieles creyentes. Es tanta su riqueza que difícilmente tendremos la medida adecuada para ponderar el inmenso valor que esas comunidades suponen para la vida de todos”.

No podemos minusvalorar lo pequeño. Lo pequeño llega a ser grande. Es grande también porque actúa como fermento en medio de la masa. Y no se exagera nada cuando se reconoce la riqueza y el valor de quienes conforman nuestras comunidades parroquiales.

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29.10.22

Sufragios

La palabra “sufragio” tiene, en la lengua española, algunas acepciones que remiten al lenguaje de la fe. En un sentido general, “sufragio” significa ayuda, favor o socorro. Y, de modo más específico, alude a una “obra buena que se aplica por las almas del purgatorio”.

Si las palabras del lenguaje de la fe desaparecen del uso común de los hablantes nos encontramos ante un signo preocupante. Con la ausencia de las palabras, se aleja la realidad de lo que esas palabras significan. Y es verdad que, para muchos, los términos “sufragio” o “purgatorio”, en su connotación religiosa, ya no significan nada o casi nada.

Se ha convertido en una costumbre despedir a los difuntos en los tanatorios, en el mejor de los casos con una vaga ceremonia religiosa. Ya no se celebra la misa exequial en las parroquias y, mucho menos, el aniversario del fallecimiento. Y ni siquiera se pide, en la mayoría de las ocasiones, la aplicación de la santa Misa por un difunto.

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21.10.22

Se hizo Camino tomando la humanidad

En el llamado “discurso de despedida”, ya en la inminencia de su Pasión, Jesucristo se despide de los suyos invitándoles a la fe y a la esperanza: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí” (Jn 14,1).

La fe procede de la audición, de la escucha. En la fe predomina siempre la palabra sobre la idea: penetra en el hombre desde fuera. La palabra llama y la fe es respuesta a esa palabra.

También a nosotros la palabra de Jesucristo nos invita a creer y a afrontar la realidad de la muerte – de la muerte de nuestros seres queridos, de la propia muerte – con serenidad y con esperanza: “creed en Dios y creed también en mí”.

Jesucristo es el camino único hacia el Padre; un camino que discurre en la verdad y que conduce a la meta divina, a la vida plena de la comunión con Dios. No nos enderezamos hacia la aniquilación, sino hacia Dios.

San Agustín comenta que es como si el Señor nos dijera: “¿Por dónde quieres ir? Yo soy el camino. ¿A dónde quieres ir? Yo soy la verdad. ¿En dónde quieres permanecer? Yo soy la vida”.

Jesús es el Verbo de Dios, que con el Padre es verdad y vida, y que se hizo camino tomando la humanidad: “Camina por esta humanidad para llegar a Dios, porque es preferible tropezar en este camino, a marchar fuera de la vía recta”, añade el Obispo de Hipona.

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1.10.22

Creer con el corazón

San Pablo dice que “con el corazón se cree” (Rom 10,10); un texto del que se hace eco Benedicto XVI en su magnífica carta apostólica “Porta fidei": “El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo".

A la hora de meditar sobre la motivación humana de la fe, es preciso apuntar a la voluntad, al corazón. Creer es “un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina bajo el imperio de la voluntad movida por la gracia de Dios”, escribe santo Tomás. La causa inmediata de la fe está “en la voluntad, en las razones del corazón, y más concretamente, en el deseo de corresponder al amor de Dios y de alcanzar los bienes que nos promete” (Fernando Sebastián).

La gracia de Dios arraiga en el deseo natural de vivir en la verdad y lo lleva más allá de nosotros mismos, hasta concretarlo en el deseo de reconocer a Dios como Dios y de alcanzar sus promesas de salvación y de vida eterna. Destacar la importancia de los deseos y de los elementos afectivos en la fe, justamente subrayada por M. Blondel, no supone ceder a las pretensiones del inmanentismo modernista, sino que equivale a resaltar el papel de la simpatía en todo el proceso de creer.

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22.09.22

La casa sosegada. La poesía del obispo Gilberto Gómez González

Existe un prejuicio según el cual, en el mundo contemporáneo secularizado, la poesía de temática religiosa no debe de gozar de un buen momento; pero quienes llevan años explorando esta parcela del arte literario y su expresión editorial saben que la realidad es otra: existe una producción en ascenso, cuyo interés para el siempre minoritario público lector de poesía es creciente. En este panorama, nos sentimos de enhorabuena al anunciar la publicación de un volumen, el segundo de su obra impresa, de un natural de estas tierras, Gilberto Gómez González, nacido a la orilla del Miño, en el mismo lugar donde nació San Paio, la parroquia de Albeos, del municipio de Crecente. Se trata de Rosario. Poesía, oración y mística (editorial CCS, Madrid 2022, 76 páginas), un poemario, precedido de un estudio introductorio de Yolanda Obregón, cuyo título es transparente pero que va mucho más allá de una glosa en verso de los misterios de la popular devoción del rosario.

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