Gracias por tanto

Me ha gustado mucho haber leído el texto del Obispo de Tui-Vigo con referencia al “Día de la Iglesia Diocesana”. El escrito se titula, como el lema de esta jornada, “Gracias por tanto”.

Realmente tenemos mil motivos o más para dar gracias. Don Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo, nos sitúa ante la realidad que todos, si queremos, podemos ver: “la extraordinaria realidad de nuestras comunidades de fieles creyentes. Es tanta su riqueza que difícilmente tendremos la medida adecuada para ponderar el inmenso valor que esas comunidades suponen para la vida de todos”.

No podemos minusvalorar lo pequeño. Lo pequeño llega a ser grande. Es grande también porque actúa como fermento en medio de la masa. Y no se exagera nada cuando se reconoce la riqueza y el valor de quienes conforman nuestras comunidades parroquiales.

Nuestro Obispo nos dice que no todo es historia pasada; que también es historia presente: “Esa historia grande no se ha interrumpido, no se ha agotado, continúa con nosotros hoy”.

Es absolutamente cierto. La vida de la Diócesis es muy rica: las iglesias, como edificios de culto, se mantienen; en esas iglesias se celebra la Eucaristía y los catequistas transmiten la fe.

Y continúa diciendo don Luis: “La más extraordinaria riqueza de nuestra diócesis es la vida y el testimonio de nuestros fieles cristianos”. “Es el mayor tesoro que tenemos”. “Por todas partes, donde menos lo esperas, aparece alguien que te sorprende por su bondad y que te cautiva por la frescura de su fe”.

Debemos cambiar el “chip”. No se va ningún sitio añorando lo que fue y ya no es. El pasado es venerable, pero no en cuanto pasado, sino en cuanto quienes nos han precedido han conservado la fe.

El presente nos desconcierta, pero es lo que tenemos. Y en este presente hemos de intentar vivir como cristianos y edificar la Iglesia, sin nostalgias absurdas y sin proyectos imposibles, sin pensar que el futuro solo va a depender de nosotros mismos.

¿Quiénes sostienen la Iglesia? Las personas buenas y llenas de fe. Nos sostienen, dice don Luis Quinteiro, “con sus manos pobres y con su credibilidad”.

No es poco sustento: “El salmista dice que nunca vio a un justo abandonado y sin pan y esa confianza nunca debería abandonarnos”.

 

Guillermo Juan Morado.

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