La Navidad y el asombro
En su obra “Rosario”, el obispo y poeta Gilberto Gómez González pone en labios de la Virgen unas palabras que describen su asombro como madre al contemplar a Jesús recién nacido: “Dichosos estos ojos que te miran/ deslumbrados - mis ojos que te comen -, / oh Hijo del Altísimo. / Dichosas estas manos que te palpan/ temblorosas – por miedo a que te rompas -, / oh carne de mi carne, carne mía”.
La Navidad tiene mucho que ver con la admiración que despierta lo más grande contenido en lo más pequeño. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “todo en la vida de Jesús es signo de su misterio”. Un acontecimiento humilde, el nacimiento de un Niño, remite a la gloria de Dios, que se hace próxima y que ilumina la noche de Belén y todas las noches de los tiempos.
El asombro movió a san Francisco de Asís a recrear el nacimiento de Jesús: “Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. El hermoso signo del pesebre, magníficamente presente en Vigo en la Casa das Artes, nos impulsa a compartir la emoción y la alegría que inundó el corazón de san Francisco en la gruta de Greccio en la Navidad de 1223.