Ante los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro

El Papa pide por aquellos obligados a huir de sus hogares a causa de la guerra, la violencia y la intolerancia

En el domingo después de la solemnidad de la Navidad, fiesta de la Sagrada Familia, Benedicto XVI ha recordado a quienes viven la llegada del Salvador del mundo en medio de la violencia, la guerra y la intolerancia. Para todos ellos ha hecho un llamamiento a la paz, a la serenidad y la esperanza. Además, ha invitado a los fieles a tomar ejemplo de la Sagrada Familia y vivir centrados en cumplir la voluntad de Dios.

(Sic/InfoCatólica) El Santo Padre ha hecho el siguiente llamamiento después del rezo mariano del Ángelus:

“En este tiempo de Navidad, el deseo y la invocación del don de la paz se intensifican. Pero nuestro mundo continúa estando marcado por la violencia, especialmente contra los discípulos de Cristo. He sabido con gran tristeza el ataque que se ha producido contra una iglesia católica en Filipinas, mientras se celebraban los ritos del día de Navidad, así como los ataques perpetrados contra iglesias cristianas en Nigeria. La tierra se ha vuelto a manchar de sangre en otras partes del mundo como en Pakistán. Deseo expresar mi más sentido pésame a las víctimas de esta violencia absurda y sin sentido, y repito una vez más el llamamiento a abandonar el camino del odio para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos y dar seguridad y serenidad a las queridas poblaciones.

“En este día que celebramos la Sagrada Familia, que vivió la dramática experiencia de tener que huir a Egipto a causa de la furia homicida de Herodes, también recordamos a todos aquellos -especialmente las familias- que se ven obligados a huir de sus hogares a causa de la guerra, de la violencia y la intolerancia. Os invito, pues, a que me acompañéis en la oración para pedir con fuerza al Señor que toque los corazones de los hombres y lleve la esperanza, la reconciliación y la paz.

Su alocución previa la ha dedicado a la Sagrada Familia. Ha invitado a los fieles a acoger su ejemplo como “modelo de vida”. El Papa ha explicado que fueron los pastores de Belén, los primeros testigos oculares del nacimiento de Jesús, que lo encontraron en un pesebre al lado de María y José como cuenta el evangelio de Lucas, ante ellos se presentó una escena familiar.

“Por eso la Liturgia nos hace celebrar, en el primer domingo después de Navidad, la Fiesta de la Sagrada Familia, que este año prevalece sobre la fiesta de san Esteban, y que nos invita a contemplar esta imagen en la que el pequeño Jesús aparece en el centro de los afectos amorosos de sus padres”. En la pobre cueva de Belén brilla una luz muy intensa, reflejo del profundo misterio que rodea a aquel Niño, y que María y José custodian en su corazón. Ellos conservan en lo más íntimo las palabras del anuncio del ángel a María: “Aquel que nacerá será llamado Hijo de Dios”.

El nacimiento de cada hijo trae consigo algo de este misterio. Lo saben bien los padres que lo reciben como un regalo y que a menudo hablan como un don de Dios. A todos nos ha sucedido oír hablar a un padre o una madre y decir: “este niño es un don, es un milagro”. De hecho, los seres humanos viven la procreación no como un simple acto reproductivo, ha afirmado el Santo Padre, sino que perciben la riqueza, intuyen que toda criatura humana que nace en la tierra es el “signo” por excelencia del Creador y Padre que está en el cielo.

“Qué importante es entonces que cada niño que viene al mundo, sea acogido en el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús ha nacido en un establo y como primera cuna ha tenido un pesebre, pero el amor de María y José le ha hecho sentir la ternura y la belleza de ser amado. De esto tienen necesidad los niños: del amor del padre y de la madre”.

“Este amor es el que les da seguridad a los pequeños y que, creciendo, les permite descubrir el significado de la vida”, ha señalado Benedicto XVI. La Sagrada Familia de Nazaret atravesó muchas dificultades, como por ejemplo, la que menciona el Evangelio de San Mateo, la “matanza de los Inocentes”, que obligó a María y a José emigrar a Egipto. Pero, “confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y proporcionaron a Jesús una infancia serena y una sólida educación”.

“Queridos amigos, ha finalizado su alocución el Santo Padre, la Sagrada Familia es sin duda única e irrepetible, pero al mismo tiempo es modelo de vida para cada familia, porque Jesús, verdadero hombre, quiso nacer en una familia humana, y al hacerlo la ha bendecido y consagrado. Encomendamos por tanto, a la Virgen María y San José, todas las familias, para que no se desanimen ante las pruebas y las dificultades, y cultiven siempre el amor conyugal y se dediquen con confianza al servicio de la vida y de la educación”.

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