(InfoCatolica) El Papa recordó las enseñanzas de Escoto, según las cuales la Escritura "fue dada por Dios para que el ser humano pudiera recordar todo lo que le había sido grabado en el corazón desde el momento de su creación "a imagen y semejanza de Dios" y que la caída original le había hecho olvidar. Gracias a la Escritura -escribe Escoto-, nuestra naturaleza racional puede ser introducida en los secretos de la auténtica y pura contemplación de Dios".
"La palabra de la Sagrada Escritura -añadió el pontífice- purifica nuestra razón un poco ciega y nos ayuda a volver al recuerdo de lo que nosotros, como imagen de Dios, llevamos en nuestro corazón herido por el pecado".
“Nuestro autor"- explicó el Papa- "dice que nuestra salvación comienza con la fe”, y añadió que “para hablar de Dios no podemos partir de nuestras invenciones, sino de lo que Dios dice de sí mismo en las Sagradas Escrituras” ya que, recordó del Pontífice,“Dios dice sólo la verdad.
Escoto, explicó el Santo Padre, “está convencido de que la autoridad y la razón jamás pueden ser contradictorias entre sí; está convencido de que la verdadera religión y la verdadera filosofía coinciden. En este sentido escribe: ‘Cualquier tipo de autoridad que no sea confirmada por una verdadera razón, debería considerarse débil... No es verdadera autoridad más que la que coincide con la verdad descubierta con la razón (...). Que ninguna autoridad te atemorice o te distraiga de lo que te permite entender la persuasión obtenida gracias a una recta contemplación racional. De hecho, la auténtica autoridad no contradice jamás la recta razón, ni esta última puede contradecir nunca una verdadera autoridad. La una y la otra proceden sin duda alguna de la misma fuente, que es la sabiduría divina’”.
Todo ello, según el Papa, anima al uso de la razón, “que resulta de una certeza de que la autoridad verdadera es razonable porque Dios es la razón creadora”.
Precisamente tal discernimiento es válido para la Escritura, la cual, recordó Benedicto XVI siguiendo las enseñanzas de Escoto, “aún procediendo de Dios, no habría sido necesaria si el hombre no hubiera pecado. Así que se debe deducir que la Escritura fue dada por Dios con una intención pedagógica y por condescendencia, para que el hombre pudiera recordar todo lo que le había sido grabado en el corazón desde el momento de su creación ‘a imagen y semejanza de Dios’ y que la caída original le había hecho olvidar” .
“No es el hombre quien ha sido creado para la Escritura”, “sino la Escritura la que ha sido dada para el hombre” –escribió también el teólogo irlandés-; “gracias a ella nuestra naturaleza racional puede ser introducida en los secretos de la auténtica y pura contemplación de Dios. O sea, la palabra de la Sagrada Escritura purifica nuestra razón, un poco ciega; nos ayuda a regresar al recuerdo de lo que nosotros, como imagen de Dios, llevamos en nuestro corazón”.