Mons. Cases: «La crisis no se vencerá solamente con medidas de técnica económica, sino también con la fraternidad»

Cuando un obispo hace declaraciones más o menos acertadas en su forma y que pueden generar titulares estrafalarios contra la Iglesia, no hay medio que no no se apresure a difundirlas y a hacer escarnio en titulares, artículos de opinión y tertulias chapuceras. En cambio, cuando la Iglesia habla de generosidad, que es lo que más hace, no hay eco.

‎"Tendremos que acostumbrarnos a un modo de entender la vida que incluye el compartir lo que tenemos como criterio permanente, no sólo como disciplina de un momento o unas semanas"

Y anima a ello de una maner muy concreta: "a aquellos que tengan "seguridad económica", porque cobran una nómina o reciben unos "ingresos estables, sean pequeños o grandes", donen cada mes el 10 por ciento a Cáritas para ayudar quienes están padeciendo la crisis.

El caso es que, a pesar del casi total silencio de los medios que no sean religiosos, consta que estos gestos de unos cuantos obispos y sacerdotes, dando ejemplo y recordando que la caridad no es un adorno opcional de nuestra fe, sino su rasgo distintivo, su esencia misma, están ya dando frutos de generosidad y revolviendo conciencias. Así, al día siguiente mismo de hacer lalmamientos de este estilo, ya ha Cáritas parroquiales y diocesanas recibiendo diezmos.

Hay que insistir en el enraizamiento eclesial de Cáritas. Ni “al lado”, ni “al margen”, ni “en el corazón” de la Iglesia: Cáritas no está en la Iglesia; Cáritas “es” la Iglesia viviendo en la práctica su dimensión de servi

Señor Obispo, usted tiene más razón que un santo. Pero... ¿ le harán caso todos los que le deben hacer empezando por nuestros políticos ?. así sea.

Ciertamente, la solución real a la crisis económica está en compartir y no en las medidas liberal capitalistas defendiendo el egoismo del dinero, becerro de oro universal.

Los bombos dorados de la lotería son el fiel reflejo del Becerro de Oro al que todos de una manera u otra adoramos. El euro es nuestro mayor tirano economico, para mantenerlo no vacilamos en hacer los más severos recortes en perjuicio siempre de los más débiles e indefensos.

Gastamos mucho en cosas superflúas (cotillones, cenas lujosas, perfumes caros, joyas, automóviles, tabaco, drogas, etc.) mientras muchos se mueren de hambre.

Temblemos por nuestro egoismo económico, tan pendiente del Becerro de Oro, pues Cristo castiga con el fuego eterno al que teniendo cosas superfluas no da de comer al habriento. Amor y temor de Dios es lo que le hace falta a esta desastrosa economía.

Tendría que venir algún predicador tipo Savonarola, con sus prédicas terribles contra el lujo y lo superflúo, pues son los principales culpables de que los pobres pasen hambre y necesidad.