El gobierno actual ha manifestado la intención de «resignificar» el Valle de los Caídos. Al hilo de este proyecto surgen no pocas preguntas:
¿Se trata de una «resignificación» o de un modo implícito y a medio plazo de una expropiación?
En segundo lugar y, no por ello menos importante, nos podemos preguntar: ¿Qué justifica dicha «resignificación»? ¿Cuál es su razón de ser? ¿Qué legitimidad tiene? ¿En qué se basa? La construcción de todo el monumento fue concebido desde su origen -y así lo recoge el decreto fundacional del año 1957- como un lugar de oración y de estudio.
En tercer lugar, y tampoco por ello menos importante, no son pocos los que afirman que es de patrimonio. Podemos preguntarnos: ¿De qué patrimonio?, ¿de los españoles?, ¿o del patrimonio de un gobierno con un marcado carácter ideológico? Porque de patrimonio gubernamental es cada vez más la Fiscalía General del Estado, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, la televisión pública y diversos medios de comunicación, buena parte de la cultura (los premios Goya son una buena muestra de ello), cada vez más los contenidos de la educación escolar, etc. Si seguimos por este camino a nadie puede extrañarle que todo acabe siendo de patrimonio como sucede en las dictaduras: «Todo es patrimonio estatal».
Una cuestión central de todo esto lo constituye el positivismo jurídico, en donde lo legal se identifica con lo moral. Dicho en palabras de un legendario dirigente socialista sería: estaremos dentro de la ley cuando nos convenga, y fuera de ella o contra ella cuando nos venga bien. En esto consiste el positivismo jurídico imperante.
Según nos explicaron después del acuerdo, se preserva la Basílica, no sabemos si entera o en parte. Al poco tiempo del anuncio, como la motivación más profunda es de naturaleza ideológica, atea, -Todo, todo de todo-, les pareció y les parecerá siempre insuficiente.
Se trata de un asunto, que en su inspiración más profunda tiene que ver con una animadversión visceral hacia lo cristiano por parte de unos pocos; es una cuestión ideológica.
Me pregunto: ¿Hay alguna persona que crea que ante un gobierno inmerso en diversos procesos de investigación judicial con no pocos indicios de corrupción y, marcadamente ideologizado, se «conformaría», por decir algo, con la colocación de una estatua -por ejemplo- a la pasionaria? ¿Puede alguien creerlo?
Resulta fundamental dar la batalla cultural, moral, etc. Es inaplazable y a todos nos incumbe. Sería injusto descargar la responsabilidad en una sola persona.
Pero, reitero la pregunta, ¿cuál es la razón de dicha «resignificación»? ¿Qué justificaría convertir una Basílica coronada por una cruz, que es signo de perdón y reconciliación y con víctimas enterradas de ambos bandos, en un lugar de exaltación de una ideología (atea) bajo el signo de la cruz? ¿Las personas que ostentaron esas ideologías querrían estar ahí? ¿En un lugar profundamente cristiano?
Publicado originalmente en Perdiodista Digital