La muerte es una realidad insoslayable en el mundo físico, de la que el hombre no puede escapar. Sin embargo, siempre hay gente que considera que el progreso científico llegará a obtener la inmortalidad. En un curioso diálogo del presidente chino Xi Jimping y el ruso Putin, publicado recientemente, conversaron sobre la posibilidad de que los seres humanos vivan hasta los 150 años, e incluso alcancen la inmortalidad. «Antes, rara vez se llegaba a los 70 años, pero hoy se dice que a esa edad se sigue siendo un niño», expresó uno de ellos, y el otro completó afirmando que, gracias al desarrollo de la biotecnología, los órganos podrán trasplantarse constantemente y la gente sentirse cada vez más joven. Estos devaneos intentan superar la dolorosa realidad del término de la vida terrena. El tiempo es la medida, en cuyo curso vamos cambiando, envejecemos, y como sucede a todos los seres que viven en la tierra llega la hora final. Las hojas de los árboles caen, las plantas se secan, los animales cumplen sus años.
En cierto sentido, entonces, la muerte del hombre es natural, pero para la fe cristiana es, de hecho, un estipendio del pecado, como enseña el Apóstol San Pablo: Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor (Rm 6, 23). En el Eclesiastés (12, 1. 7) se lee: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud… antes de que el polvo retorne a la tierra, de donde era, y el espíritu vuelva a Dios, que se lo dio. Según la fe cristiana, entonces, tal como el Magisterio de la Iglesia --auténtico intérprete de la Sagrada Escritura y de la Tradición- lo enseña claramente, la muerte entró en el mundo por el pecado del hombre. El Catecismo de la Iglesia Católica incluye esta enseñanza en el número 1008, siguiendo el Decreto sobre el pecado original del Concilio de Trento. La muerte fue contraria a los designios de Dios Creador; será la última enemiga vencida por la redención de Cristo, tal como se lee en 1 Cor 15, 26. Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, padeció la muerte, que es propia de la condición humana. El Evangelio nos dice (Mc 14, 33-34) que no obstante su pavor ante ella, la asumió en un acto de total y libre sumisión a la voluntad de su Padre. En ella se realiza la redención; la obediencia de Jesús transformó en bendición la maldición de la muerte. Existe, pues, una visión cristiana de la muerte; la liturgia católica la expresa bellamente:
«Para tus fieles, Señor, la vida no se pierde, sino que se transforma, y al deshacerse la casa de esta morada terrena, se adquiere una mansión eterna en el Cielo».
La historia de la Iglesia registra la santidad de muertes jóvenes, que han cumplido en pocos años el sentido de la existencia. Para proponer ejemplos contemporáneos, podemos mencionar a dos jóvenes italianos: Pier Giorgio Frassati (1901 -- 1925) y Carlo Acutis (1991 -- 2006), canonizados recientemente por el Papa León XIV.
+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.
Buenos Aires, martes 7 de octubre de 2025.
Nuestra Señora del Rosario.
En el 454° aniversario de la victoria en la Batalla de Lepanto. -