Héroe casi desconocido hasta su muerte (Jn 1, 26)
Hay un himno muy popular de Adviento en latín: “Veni, veni Emanuel” basada en las Antifonías de la O de la Liturgia de las Horas, que comienza (traducida al español): “Ven, ven Emmanuel, / Libera a Israel cautivo / que gime en el exilio / privado del Hijo de Dios. / ¡Alégrate, alégrate! / Emmanuel nacerá por ti, Israel.” San Juan de Mata (1160-1213) dedicó la Órden Trinitaria que fundó a la liberación de los cautivos, entre los cuales han habido algunos muy célebres (se mencionarán dos en este artículo). El santo mitó tan bien al Señor en su humildad, de quien dijo S. Juan Bautista en el Evangelio del 3er. domingo de Adviento: “…en medio de vosotros hay uno que no conocéis” (Jn 1, 26), que casi nada se supo de él hasta después de su muerte a pesar de sus extraordinarios logros.
Como S. Juan de Mata nació en una parte de Francia muy próxima a España y que era territorio español en esa época, se le considera un santo franco-español. En su Primera Misa, el Señor le encomendó su misión por una visión del Señor o de un ángel con una cruz roja y azul sobre una túnica blanca (el futuro hábito de los Trinitarios) con dos prisioneros, uno blanco y uno negro. En la fachada del hospital Sto. Tomás in Formis en Roma (el convento le fue dado por el Papa Inocencio), todavía se puede ver un mosaico circular que ilustra su visión y forma parte del sello de la Orden de la Santísima Trinidad y Redención de los Cautivos que fundó, posiblemente llamada así para proclamar la fe cristiana frente al Islam.

Dos lectores, Ramón y Ranger, han mencionado el papel didáctico del pesebre en sus comentarios. Ranger comentó lo mucho que le enseñó su madre a través de las figuritas. Desde luego que preparar el belén es una forma muy buena de prepararse para la Navidad, de colocarnos en el acontecimiento que vamos a celebrar muy pronto. A S. Juan Bautista le preguntaron en
Si repasamos la vida de
La inspiración de este blog es la alegoría de la Vid que explicó Nuestro Señor Jesucristo la noche antes de morir. En la Última Cena, la primera del Amor Sacramentado, nuestro mejor Amigo quiso quedarse con nosotros para siempre y la despedida se convirtió en el deseo de que nadie se apartara de su Amor. “Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada.” (Jn 15, 5) Eso mismo reconoció la Virgen María al aceptar en su seno a Emmanuel (“Dios con nosotros”) diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).





