LXXIII. Autor de la resurrección de Cristo

Causa de la resurrección de Cristo[1]
Como en Cristo: «según se ha probado más arriba (III, q. 50, a. 2,3), por la muerte de Cristo no se separó la divinidad ni de su alma ni de su cuerpo. Con todo, tanto el alma de Cristo muerto como su cuerpo pueden considerarse de dos maneras: la una, en razón de la divinidad a que están unidas; la otra, en razón de su naturaleza creada» y , por tanto, en sí misma».
Según esta consideración: «en virtud de la divinidad, que le está unida, el mismo cuerpo vuelve a tomar el alma de que se había separado, y el alma toma el cuerpo que había dejado. Y esto es lo que se dice de Cristo: «si bien fue crucificado por nuestra debilidad, pero vive por el poder de Dios» (II Cor 13, 4). La causa del de la resurrección, fue, por tanto, por sí mismo, por su cuerpo y su alma unidas siempre a la divinidad.

En el artículo siguiente, el tercero de la cuestión de la Suma teológica dedicada a la resurrección de Cristo, Santo Tomas afirma que fue el primero en resucitar de todos los muertos. Lo confirma con estas palabras de San Pablo: «Cristo resucitó de entre los muertos, como primicias de los que mueren»
En el siguiente artículo, el segundo de la cuestión de la Suma teológica sobre la resurrección de Cristo, Santo Tomás se ocupa de examinar la conveniencia respecto al día en que ocurrió. Según: «lo que el Señor dice en el Evangelio de San Mateo: «Le entregarán a los gentiles para escarnecerle, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará» (Mt 20, 19)»
En el último artículo de la cuestión de la Suma teológica dedicada al descenso de Cristo a los infiernos, se pregunta sí con ello libró a las almas del purgatorio. Para responder, Santo Tomás recuerda que, como ya ha dicho varias veces: «la bajada de Cristo a los infiernos fue poderosa de liberar de ellos en virtud de su pasión». Precisa, además, que «el poder de su pasión no es temporal y transitorio sino sempiterno, como dice el Apóstol: «Cristo con una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados» (Heb 10, 14). Por este motivo: «es claro que la pasión deCristo no tuvo entonces mayor eficacia de la que tiene ahora».





