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17.07.19

LXII. Los consejos evangélicos

699. –¿Por qué, después de la exposición de los diez mandamientos, el Aquinate se ocupa, en la «Suma contra los gentiles», de los llamados consejos evangélicos?

–Comienza el capítulo de inicio del estudio de los consejos evangélicos, con la siguiente justificación de su existencia: «Lo mejor para el hombre es unirse con la mente a Dios y a las cosas divinas, y es imposible que se ocupe con intensidad en diversas cosas, por ello, para que con mayor desembarazo vuele su mente hacia Dios se dan, en la ley divina, consejos».

Gracias a estos consejos divinos: «los hombres se apartan de las ocupaciones de la vida presente, en cuanto es posible al que vive una vida terrena». Sin embargo, su cumplimiento no es imprescindible como lo es el de los mandamientos. El alejamiento que supone un consejo divino: «no es tan necesario para su justicia, que sin eso no la tenga, porque no se pierde ni la virtud ni la justicia, por usar conforme al orden de la razón de las cosas corporales y terrenas». Ello explica que: «esas advertencias de la ley divina se llamen consejos y no preceptos, por persuadir al hombre a que deje lo menos bueno por lo mejor»[1].

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3.07.19

LXI. Los mandamientos de la ley divina

688. En cuanto la naturaleza humana es común con los animales, que sería su género próximo, tiene inclinaciones dirigidas a la conservación de la especie, que desembocan en el matrimonio. Se ha visto, en los capítulos anteriores, que la ley divina las regula racionalmente. En cuanto a su género remoto, o a su comunidad con todos los seres creados, otras inclinacionesestán dirigidas a la conservación del individuo, ¿Existe también una ley divina, que prescriba el uso correcto de estas otras inclinaciones de la naturaleza humana?

–Como Santo Tomás ya ha probado que la ley divina manda guardar el orden de la razón en todas las cosas que pueden ser utilizadas por el hombre, a esta cuestión responde: «Así como el uso de lo sexual se da sin pecado, si se tiene conforme a la razón, así también el uso de alimentos». Debe tenerse en cuenta que: «Se hace algo según razón cuando se ordena convenientemente a debido fin». Además, que: «El fin debido al tomar alimento es la conservación del cuerpo por la alimentación». Como consecuencia: «Todo alimento puede conseguir eso y puede tomarse sin pecado. Por tanto, tomar cualquier manjar no es de suyo pecado».

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17.06.19

LX. Las inclinaciones humanas genéricas

674. –La ley divina, además de ser conocida por la razón y ser racional, porque su contenido pertenece a la ley natural, ¿guarda más relaciones con la razón?

–Toda la ley divina manda que el hombre se someta a la razón. Para probar esta nueva relación, argumenta Santo Tomás: «A todo legislador toca establecer por ley aquello sin lo cual no se puede cumplir la ley. Como la ley se propone a la razón, el hombre no la observaría, si todo lo concerniente a él no se sometiera a la razón. De aquí que toque a la ley divina mandar que todo lo del hombre se someta a la razón».

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4.06.19

LIX. El culto a Dios

662. –Se ha probado que la finalidad principal de la ley divina es que el hombre se una a Dios y que lo haga por el amor. Esta intención queda claramente expresada en el primer mandamiento, «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Por consiguiente, en este primer y principal mandamiento se contiene el precepto del amor, o de la caridad. Afirma seguidamente el Aquinate que se sigue de ello que «los hombres están obligados a la verdadera fe por ley divina». ¿Por qué contiene este precepto también el de la fe?

–Además del precepto de la virtud de la caridad, el primer mandamiento preceptúa también la virtud de la fe. Santo Tomás lo prueba con cuatro argumentos. El primero, basado en el carácter previo de la fe respecto de la caridad, es el siguiente: «Así como el principio del amor corporal es la visión propia del ojo corporal, así también el comienzo del amor espiritual debe ser la visión inteligible del objeto espiritual amable. Pero la visión del objeto espiritual amable que es Dios, no podemos alcanzarla al presente sino por la fe, puesto que excede a la razón natural; y sobre todo consistiendo nuestra felicidad en su goce. Es preciso, pues, que seamos inducidos por la ley divina a la verdadera fe»[1].

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16.05.19

LVIII. La ley del amor

652. –En el último capítulo de los numerosos dedicados a la Providencia, el Aquinate prueba que el cuidado divino es no sólo de la especie humana, sino de cada uno de sus individuos y de sus actos. Dios dirige, por tanto, con su Providencia los actos personales, los actos propios plenamente, porque proceden de manera directa de la propia individualidad, de cada una de laº

s personas o criaturas espirituales. En el siguiente capítulo, afirma que esta conclusión: «demuestra la necesidad que Dios diera leyes a los hombres». ¿Por qué dirige Dios con leyes los actos personales o individuales de los hombres?

–Recuerda Santo Tomás que ya se ha argumentado que: «Así como los actos de las criaturas irracionales son dirigidos por Dios en cuanto que son actos correspondientes a la especie, así también los actos de los hombres son dirigidos por Dios, considerados como actos del individuo». Sin embargo, no los dirige del mismo modo, porque: «los actos de las criaturas irracionales, correspondientes a la especie son dirigidos por Dios mediante cierta inclinación natural, que responde a la naturaleza de la especie». Tales inclinaciones naturales específicas son las que se denominan instintos. Según lo demostrado: «Además de esto, se ha de dar a los hombres algo por lo que se dirijan en sus actos personales. Y a esto llamamos ley». Dios dirige los actos personales o individuales, orientados a su propio bien personal, por medio de la ley.

Como también se ha explicado en el capítulo anterior: «la criatura racional está bajo la divina providencia de modo que participa una semejanza de la misma, en cuanto que puede gobernarse a sí misma en sus actos y gobernar a las demás». El hombre, por tanto, a diferencia de las criaturas irracionales, por participar de la divina providencia, o tener en parte lo que es ella, es en cierto grado providente.

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