Vive la France!
He seguido la retransmisión de la llegada del Papa a París y de la ceremonia de bienvenida en el palacio presidencial. Los franceses, cuando quieren, saben hacer las cosas bien. Y hoy las han hecho bien.
El discurso del presidente Sarkozy me ha parecido una pieza maestra de la oratoria, del pensamiento político y de la diplomacia. Sabe hablar ante el Papa, y sabe hablar ante el mundo. Sarkozy profiere palabras, pero se hace entender; se comunica; razona valiéndose del lenguaje. No se limita a “hablar por hablar”.
Su discurso ante el Papa ha sido ejemplar en la forma y en el fondo. Ha elogiado a un Papa que “honra a Francia” con su visita. La cultura, la democracia, la razón, la laicidad, la ética, los derechos humanos, la dignidad de la persona, el papel de las religiones y de la espiritualidad han sido contenidos que han proporcionado densidad intelectual a su reflexión. El Presidente de la más laica de las Repúblicas no ha tenido empacho en reconocer los sentimientos y las expectativas de los católicos de Francia, también ciudadanos de ese país. Ha hecho referencia a las raíces cristianas de su patria y a la vigencia que la palabra que proviene de las tradiciones religiosas tiene de cara a la resolución de graves problemas para los que una sociedad, y unos gobernantes, no tienen todas las respuestas. Apostando por la paz entre las religiones, ha manifestado – y no es usual oír esto de labios de un político – la necesidad de “reciprocidad” en el trato, particularmente en el lo que concierne a la integración de ciudadanos que profesan el Islam.