No hay un aborto aceptable
Escuchando, a veces, debates sobre el aborto se percibe que, incluso para algunos teóricamente defensores de la vida, determinados tipos, o supuestos, de aborto, resultarían “aceptables”. ¿Qué hacer en caso de violación, en caso de enfermedad de la madre, de malformación del feto, etc.? Que a personas así el aborto les parezca una opción válida es la prueba más clara del poder invasor de las conciencias de la cultura de la muerte. A fuerza de tanto horror amparado por las leyes y por la praxis social, ya no distinguimos con nitidez entre el bien y el mal.
El aborto no admite excepciones: “La vida humana debe ser protegida y respetada de manera absoluta desde el momento de la concepción”, leemos en el “Catecismo”. Desde el primer momento, es necesario reconocer al ser humano su condición de persona - ¿qué podría ser si no es persona? – y, por consiguiente, sus derechos inalienables, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida.
El aborto provocado, directo, querido como un fin o como un medio, es siempre gravemente inmoral. Igualmente, es inmoral la cooperación formal al aborto.