18.07.09

Se puso a enseñarles con calma

El Evangelio nos acerca al corazón de Cristo; un corazón humano que expresa el amor, humano y divino, con que el Señor ama a todos y a cada uno de nosotros. Los Apóstoles son los primeros que se acogen a la recomendación de Jesús: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré […] que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 28-29). Hasta tal punto han experimentado este descanso que, después de agotadoras jornadas de trabajo pastoral, no dudan en acercarse al Señor para contarle “todo lo que habían hecho y enseñado” (Marcos 6, 30-34). Jesús se aparta con ellos a un sitio tranquilo, para escucharlos pacientemente.

Conmueve esta intimidad, esta cercanía, de Jesús con los suyos. Aquellos que han sido elegidos para pastorear en su nombre al Pueblo de Dios son, primeramente, los destinatarios de la atención de ese Buen Pastor que es el mismo Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.

En Jesús se cumplen las profecías que anunciaban que Dios sería el pastor de su pueblo (cf Jeremías 23, 1-6). Un pastor que no dispersa a las ovejas, ni las deja perecer, sino que las reúne y las vuelve a traer a sus dehesas. Los apóstoles, al reunirse con Jesús, podían recitar, sin duda alguna, las palabras del Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.

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15.07.09

Estrella del mar

La Virgen María es invocada como “Estrella del mar” (Stella Maris). Santo Tomás de Aquino escribe: “También se llama a María Santísima Estrella del mar, porque de la misma manera que por la estrella se dirigen los navegantes al puerto, así, por medio de María se dirigen los cristianos a la gloria”.

En los Evangelios, Jesús manifiesta su poder divino dirigiéndose a los suyos caminando sobre el mar (Mc 6,49s), o calmándolo, con una palabra que lo exorciza: “¡Calla! ¡Enmudece!” (Mc 4,39s). En el libro del Apocalipsis, al describir el trono de la gloria de Dios, se menciona “una especie de mar transparente como el cristal” (Ap 4,6). Es decir, en la nueva creación desaparecerá el mar en cuanto abismo o fuerza de desorden para transformarse en símbolo de una paz luminosa en el universo renovado.

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14.07.09

Un cura que no lo tuvo fácil

El Papa ha querido proponer de nuevo, convocando un Año Sacerdotal, la figura de San Juan María Bautista Vianney (1876-1859), el Santo Cura de Ars, con ocasión del 150 aniversario de su muerte.

La vida del Cura de Ars no fue nada fácil. En primer lugar, por las circunstancias históricas que le tocó vivir: la Revolución Francesa, la época napoleónica, la restauración de los Orleans…

Pensemos, por ejemplo, que el sacerdote de su parroquia natal, Dardilly, prestó el juramento a la constitución civil del clero. Más tarde, arrepentido, volvería a ser aceptado por los feligreses.

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Un hecho preocupante

El intento de incendiar la parroquia de Santa Genoveva en Majadahonda (Madrid) constituye un hecho preocupante. Esperemos que se trate de un suceso aislado, sin continuidad. No obstante, no se puede pasar por alto su trascendencia. La normalidad no quedará restablecida hasta que los responsables del atentado sean detenidos por las fuerzas de seguridad y conducidos al Juzgado.

En la violencia contra la religión hay siempre un crescendo. No se comienza quemando iglesias. Se comienza despreciando la religión, odiándola, atacándola verbalmente, rebajando con supuestos argumentos su derecho a estar presente en la vida de los hombres. En nuestro país esta violencia verbal es innegable y se hace patente en diversos foros de Internet en los que, de modo sistemático, se vilipendia todo lo que tiene que ver con el Catolicismo – con las demás religiones, se suele ser más comedido - .

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12.07.09

Confesar y confesarse

Dicen que la confesión está en crisis. Que los católicos se han olvidado de la necesidad y de la conveniencia de acercarse al sacramento del perdón. Si hay crisis de la confesión se debe, muy probablemente, a un oscurecimiento de la fe y a un desconocimiento de la realidad de uno mismo.

La fe nos dice que la salvación que Dios nos regala llega a nosotros, de modo ordinario, a través de mediaciones humanas, sacramentales. Gracias a la mediación de la Iglesia escuchamos la Palabra de Dios, celebramos la Eucaristía y recibimos, también, el perdón.

El conocimiento propio pone de relieve nuestra limitación, nuestra insuficiencia, nuestra necesidad de una ayuda que venga desde fuera de nosotros mismos, y que sólo podemos acoger como don. No somos perfectos ni tampoco impecables. Nuestra vida se mueve en una continua contradicción entre lo que desearíamos hacer – o evitar – y entre lo que en realidad hacemos – o no evitamos - .

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